sábado, 15 de enero de 2011

CUENTOS QUE SON REALIDAD.

CUENTOS QUE SON REALIDAD.
Pronto yo ya me encontraba en la preparatoria. El camino se me había hecho demasiado corto. Quizás mi mente también estaba ocupada en el asunto Kaulitz.
No es que no le creyera a Jeanette. Es que era impresionante que después de tanto tiempo de que ella soñaba con encontrarse con él y demás, pasara. Era como para estar en shock durante un buen tiempo.
Esto era un cuento. Un cuento que era realidad.
¿Quién pensaría que un día sus mas anhelados sueños, serian cumplidos y que los vivirían? ¿La respuesta? .Muy sencilla, nadie imagina que sus metas serán cumplidas. Nos dedicamos a amar esos momentos tan preciados que vivimos en los brazos de Morfeo y deseamos nunca despertar. Para así no tener ese brutal choque con la realidad.
Heridas sangrantes, heridas que supuran dolor y soledad que termina por hundirnos en la desesperación, de no poder vivir dormidos como quisiéramos.
Pero quizás si no despertáramos cada mañana no amaríamos tanto aquello que esperamos todo el día.
La noche, esa noche que nos brinda la posibilidad de llegar a donde sea. Cuando sea y como sea.
Sin lugar a dudas, mi lugar preferido es la noche. Puedo soñar, amar, vivir sin restricciones.
Pero ahora, los sueños de mi hermana se materializaban. ¿Podría ella soportarlo? ¿Podrá controlarlo? , Por qué una cosa es soñar y otra es saber manejar la realidad. Actuar con cordura y no por impulso.
Estaba consciente de que ella podría manejarlo. Sin lugar a dudas, aquella chica que me había brindado tanto apoyo cuando lo necesitaba. Ahora requería que le regresara el favor.
Y lo haría. Claro que sí.
Necesitaba de mucha ayuda. Tom no era un hombre fácil por así decirlo. Era muy complicado. De gustos extravagantes.
¡Mira que le atraigan las chicas con el cabello pintado de colores extraños! Eso es de locos.
Al menos a mi no me gustaban el tipo de chicos como él. Y creo que jamás pasaría. Mi corazón no estaba en el estado de enamorarse de nuevo. Si a mi forma de amar se le podía llamar así. “Amar”
Me gustaban más del tipo soñador. Y para estas épocas, no existía en la faz de la tierra ningún hombre así. Se había extinto junto con los dinosaurios.
Ahora que si nos vamos a comparaciones, entre Jeanette y yo había un equilibrio. Ella gustaba de los hombres como Tom. Y yo gustaba más del tipo de hombre como Romeo. Mi prototipo de chico sería algo así como: El romanticismo de alguien que vivió en la época medieval, combinado con la sobreprotección de un personaje de novela de fantasía. Un Edward Cullen quizá. Y claro lo más importante, que le importe el interior. La belleza del alma, no la apariencia física. No pedía mucho.
Al menos para mí no era mucho.
En cambio mi hermana ya tenía bien definido que chico quería. Y ese llevaba por nombre: Tom Kaulitz Trümper. Un alemán bien parecido, guitarrista de una banda y que tenía fama de mujeriego. Claro sin hacer por un lado que le llevaba tres años de diferencia de edad. Y que le encantaba parrandear.
Para ella era simplemente perfecto. Todo un adonis. Y no podía juzgarla, el gusto se rompe en géneros.
Tom era el guitarrista de Tokio Hotel. Mi banda favorita, pero era muy inusual en mí que ninguno de los integrantes me atrajese. La mayoría de las fans de Tokio Hotel que yo conocía por medio de un club de fans, no podían creerlo. Creo que hasta me tachaban de fenómeno.
Justo como eso me sentía. Un fenómeno que debía estar en otra época no en esta. Quizá el siglo VIII viviendo en un pueblecillo de Europa. Me hubiese gustado ser un personaje de Shakespeare y no vivir en la cruda muy cruda verdad de la vida.
Pronto me di cuenta que tenía que entrar a clases. Trigonometría, con Tannen.
Era una de las materias más temidas, por dos cosas. La maestra y lo tedioso de estudiar ese montón de números y demás.
A mí la verdad me tenía sin cuidado, era una de las materias que yo más detestaba, pero la pasaba con un digno ocho de calificación. Yo podía subir esa calificación, pero no estaba de ánimos para hacerlo. Y menos desvelada.
Camine hasta el salón trescientos del edificio seis. Allí estaba mi primera clase.
Entré desganada y tomé asiento en mi pupitre. Y este estaba muy cerca de la puerta. Así ni me pegaría el sol y cuando la campana tocara saldría antes que nadie.
Cuando yo ya me encontraba acomodada, la maestra se sorprendió de verme allí tan temprano. Y sola.
--¿Por qué en soledad señorita?—Me cuestiono con inusual interés— ¿Acaso se perdió en el triángulo de las bermudas su inseparable compinche?
--No—Le expliqué con cara de pocos amigos—Está enferma. Tiene Neumonía.
--¡Oh!—Se exaltó—Menos mal que se quedo en su casa a guardar reposo, sería muy repugnante que nos contagiase a todos.
No me fue de buen gusto el comentario de esa maestra. La fulminé con una mirada de odio.
--Aja…--Eché a rodar las pupilas.
A escasos minutos de haber comenzado nuestra incómoda platica, el salón de clases ya estaba lleno. Y la profesora comenzó a dictar el tema.
Me sentía aliviada. No quería cruzar ni una palabra más con esa señora.
Mire mi muñeca y vi la hora. Aun Jeanette seguiría dormida. Faltaban quince minutos para que sonara la alarma. A las ocho según mis cálculos ya estaría en camino para ver a Tom. A esas horas yo le enviaría un mensaje de texto recordándole que él no debía tocarla, ni siquiera por accidente.
Ella me lo había pedido en la noche y debía cumplir una promesa. Así que tenía que estar alerta a la hora y ser precavida para que no me atraparan usando mi celular en horas de clase.
La maestra solicitó atención al grupo y comenzó a hablar de nuevo. Serían dos horas muy largas de clase de trigonometría.
Al principio sí le tome atención a la maestra, pero después me vi inmersa en mis pensamientos. Aquellos ojos cafés, penetrantes, que me habían mirado con tal hostilidad, habían quedado grabados en mi memoria. Apareciendo en momentos inesperados, como lo era en clase. Y a decir verdad me hubiese gustado que esa mirada me distrajese en la clase de Literatura con Banner. No con Tannen.
Era gracioso. Los apellidos de los profesores eran similares. Tannen…Banner…Banner…Tannen. Casi iguales.
¿Y qué momentos eran estos para ponerme a pensar en la similitud de los apellidos? No era el más adecuado. Pero la campana del cambio de clases me había despabilado. Justo a tiempo.
Seguramente Jeanette ya estaría despierta, era momento de enviarle aquel mensaje de texto.
No sabía a ciencia cierta qué hora era y la verdad no le di importancia alguna. Solo tome el celular y comencé a escribir:
Jeanette:
Recuerda, cuando estés con Tom. Nada de Besos en la mejilla, ni saludos de mano.
Tú conoces a ese hombre mejor que nadie. Actúa con prudencia. No por impulso.
Piensa las cosas dos veces.

Te quiero
Diana.
Envié el mensaje y de nuevo puse atención a la maestra. Realmente esperaba que ese mensaje le sirviera de algo.

Miré la pizarra y comencé a tomar notas.

Siete y media de la mañana. Un estúpido reloj me despertó de mis sueños. ¿Qué soñaba? Respuesta sencilla, Tom Kaulitz. Estaba en cada recoveco de mi mente. No podía dejar de soñar despierta o dormida con él.
Cuando abrí los ojos para apagar aquel alboroto vi una nota amarillo chillante delante de mí. Me senté y tomé aquel papel, para leerlo.

Reconocí la letra. Redondita y bien hecha, letra de molde y gramática perfecta. Sin lugar a dudas era una nota de Diana.
Esa hermana mía tan detallista supongo, que se tomo la molestia de dejarme una nota, diciendo quien sabe que cosas.
No tenía ganas de leer. Pero quizá sería algo importante. La nota no decía nada más que:
Jeanette:
Si estás leyendo esto son las 7:30 am, debes levantarte.
Recuerda que hoy debes ver a Tom. Creo que eso por nada del mundo lo olvidaras, así que Dúchate, arréglate y por favor desayuna. Te deje algo hecho. Está en la mesa.
Llama a un servicio de taxis para que te dejen en tu destino.
El número está en la hielera.
Te quiere.
Diana
En efecto. Ella se preocupaba demasiado por mí. Se lo agradecía, pero no tenía la capacidad para desayunar en estos momentos.

Primero porque me sentía desmayar. Hoy vería a mi Tom. Me gustaba como se oía aquello. “Mi” Tom. Pero me había prometido a mi misma no hacerme ilusiones. Y así debía ser.

Me levante de la cama e inmediatamente me fui a bañar, no deseaba llegar tarde a mi encuentro. Y tampoco iría oliendo a cerdito correteado.

Sería una ducha rápida, aún tenía varias cosas por hacer aun. Debía cambiarme, llamar al servicio de taxis y buscar a Tom.

No era difícil, pero en tampoco tiempo, era una hazaña que requería de toda mi atención.

La ducha fue de menos de quince minutos quizás unos diez. Ahora tenía que hallar una prenda que si me quedara del closet de Diana. Con eso que ella estaba terca, con sus supuestas lonjas. Y también estaba segura de que esa mujer hacía dietas a mis espaldas. Su ropa cada vez era más pequeña. Y hecha a la medida. Cuando se la ponía parecía un fideo vestido.

Encontraría otro momento para reclamarle eso. Ahora necesitaba una blusa que ponerme. El pantalón, tendría que usar el mío. No me quedaría ni en un brazo el pantalón de Diana por mucho que yo lo intentase.
Pronto encontré una blusa mía. Al parecer la guardo limpia y planchada en su closet. Ella siempre guardaba las cosas que yo olvidaba en su casa. Las dejaba relucientes de limpias, con olor a sus suavizantes de ropa, lógicamente planchadas y en un gancho, colgadas en su closet.

La tomé y me la puse. Me hice una coleta con el cabello húmedo para verme bien. Pronto se ondularía mi cabello y sería imposible de domar, por mucha crema para peinar y moose que le pusiera.

Me puse el pantalón, los zapatos y use me puse perfume. Fue el primero que encontré en el tocador de la habitación de Diana.

Baje las escaleras y desde allí se veía el desayuno que ella me había dejado. No lo toque sentía algo raro en el estómago. Como cuando te subes a una montaña rusa, y el cochecito está a punto de bajar la parte más alta de ese juego. Es algo parecido al vértigo supongo.

Me fui derechito a la hielera, tome el inalámbrico y marqué al servicio de taxis. Necesitaba irme ya. O llegaría tarde y eso era lo que menos quería.

Le di la dirección de la casa de Diana al tipo que me atendía y me dijo que llegarían en unos cinco minutos a la casa por mí. Eso me daría tiempo de llamar a Tom, para que me diese la dirección del hotel.

Tomé mi celular y marqué los dígitos. Comenzó a sonar el tan conocido pitido cuando uno espera a que le contesten la llamada. Y fue allí cuando esa voz tan seductora me contesto en ingles:

--¿Hola?—Su voz me derretía.
--Hola—Trate de aguantar la respiración, si no se notaría la histeria en mi voz—Soy la chica a la que le deshiciste la camioneta. ¿Recuerdas?
--Si, si—Admitió, al parecer divertido por el incidente—Eres muy puntual ¿No crees?

Tenía varias respuestas posibles para darle a Tom. Pero todas estaban bien nutridas de sarcasmo.

--Creo que mi camioneta se merece algo de atención—Trate de decirlo lo más calmada posible.
--Tienes razón—Creí haber oído una risilla—Bueno entonces ¿Ya estas afuera del hotel?
--No—Replique—Por eso te llamo, necesito la dirección. Si no es mucha molestia claro.
--Por supuesto que no—Comenzó a hablar—Toma nota.
--Claro—Agarré la pequeña libreta de la lista del súper y comencé a escribir—Dime

Tom comenzó a hablarme, claro era ingles eso que ni que. Pero por lo mismo que era de otro país trato de decirme las cosas lo más claro posible. Al parecer aun le costaba trabajo el inglés. A parte alguien le estaba dando a él también la dirección. Por lógica no sabía moverse en México.

Tome nota de todo lo que me decía. Incluso creo haber escrito un “hahahaha” y también creo haberme quedado idiotizada oyendo su voz, cuando me repetía la dirección.

Cuando al fin terminó me quede petrificada allí con el celular pegado a la oreja.

--¿Tomaste bien la dirección?—Pregunto

Yo seguía pensando en su seductora voz. No le hice caso al instante que me hablo.

--¡Hey! ¿Estás allí?—Me pregunto de nuevo.
--Si, si—Conteste tratando de oírme lo más despreocupada posible—Es solo que mi servicio del taxi acaba de llegar. Así que nos vemos en tu hotel. Adiós

No le di tiempo siquiera de que me contestara. Únicamente le colgué, de haberme quedado más tiempo escuchando su voz, me desmayaría.

Y no fue mentira aquello que le había dicho a Tom. Ya había llegado el servicio. Puse el inalámbrico en su base y salí a la puerta a recibir al chofer que me llevaría a mi destino.

Inmediatamente me pregunto a donde iba. Le pedí que me esperara que hasta yo trajera la dirección. Únicamente lo que hice fue arrancar la hoja y copiarla de nuevo. Así yo me quedaría con una y le daría la copia al chofer.
Salí de casa solamente con mi cartera y mi celular. ¿Llaves? No, no tenía, era la casa de Diana, ella era la única que tenía llaves y al parecer estas estaban en su ropa mojada de hacía 2 días en un cesto de ropa sucia. ¿Dónde? No tenía la menor idea.

Cerré la puerta de la casa y me dirigí hasta el taxi. Muy amablemente el chofer me abrió la puerta como todo un caballero y también cerro mi portezuela.
Subió al auto, lo encendió y emprendimos el viaje

Me temblaban las manos, estaba nerviosa. ¿Y cómo no? Era Tom. Y también tenía que controlarme porque como decía Diana yo era la persona que mejor lo conocía. Bueno a decir verdad ese era Bill.
Yo sería algo así como la tercera persona que mejor lo conocía. Pero lo conocía y sabía cada una de sus manías y como pensaba.
Me ordené a mi misma que debía comportarme. No caería en las redes de Tom. No sería una más de ese puñado de chicas que están a sus pies esperando a que a él se le antoje pasar la noche con una chica.
Estaba segura que en mi cabeza había una voz que me mal aconsejaba. Me decía que yo debería de dejarme de estupideces y si a Tom se le antojase tener sexo, lo hiciera ¿Qué más podía pedir? Conocí a mi tan anhelado sueño, hable por celular con él y estaba en camino hacía su hotel. Ahora si él me pidiera estar a solas en una habitación ¿Me haría del rogar?
¡Sí! Me haría del rogar, primero porque no soy ninguna clase de juguete que se acueste con cualquier famoso al que se le antoje. Tengo dignidad y además yo solo iba a ese hotel para cobrar los daños de mi camioneta. Y nada más para eso.
No estaba dispuesta a tolerar de ninguna manera, una insinuación de Tom. Yo no soy una callejera y mucho menos una grupie.
A mí me respetaría. Le gustase o no.
Y segundo, yo solamente tendría relaciones sexuales con el hombre que realmente yo amase. No con un guitarrista que se las da de seductor.
Solo había dos formas para tenerme de esa forma. La primera casándose conmigo y la segunda, que a mi juicio ese hombre sea el amor de mi vida. De otra forma no la hay.
Me disputaba en una batalla de opiniones en mi cabeza. Por una lado mi yo interno que deseaba una noche de interminable pasión con Tom y por otro lado mi yo interno que pensaba con cordura y con la cabeza. No con otras partes del cuerpo.
Y a mí me gustaba más la forma de pensar de mí yo cuerdo. No la otra.
Quizá si diana estuviese conmigo, me aconsejaría que hacer. A veces cometo errores por atrabancada y quizás si yo me dejara llevar en estos instantes me arrepentiría seguramente. Y más si tuviese consecuencias.
El chofer me anuncio que ya habíamos llegado. Paro el auto, se bajo del mismo para abrirme la puerta.
Me baje del vehículo, agradecí el servicio le pague el monto que marco el taxímetro. Inhalé profundo y camine hasta el vestíbulo. Ya allí me quede perpleja, era demasiado lujo. Mucha chapa de oro a mi parecer. Sentía que de tanto brillo se me freirían las pupilas. Saqué mí celular del bolsillo de mi chaqueta y marque el número de Tom.
Una vez más los nervios de la llamada. Trate de controlarme y no hiperventilar.
Oí su voz de nuevo, casi gritaba de la emoción. Pero me contuve. Una vez más tendría que hablar en inglés. No se me dificultaba pero bueno estaba nerviosa.
Al fin Tom contesto. Me escuchaba rara diciendo eso para mí misma.
--¿Hola?—Menciono con su dulce voz.
--Hola. Soy yo. La chica de la Lincoln—Le recordé por si no ubicaba quien era yo.
--Si, te recuerdo—Rio—Sabes mejor dime tu nombre ¿Te parece bien?—Inquirió—Creo que debo saber el nombre de la persona a la que le arruine la camioneta.
--Bien—Menos mal que aceptaba las cosas que hacía—Me llamo Jeanette
--Jean ¿Qué?—Pregunto preocupado
--Jeanette—Le recalque—Jean… ette
--No sé como se dice eso—Lo dijo como si nada— ¿De qué país es el nombre?
--Francia—Puse los ojos en blanco. ¿Qué clase de pregunta era esa?
--Con razón—Rio—Yo soy alemán.
Obviamente eres alemán, no hace falta pensarlo mucho. Tan solo el acento que tiene. ¿Y que esperaba que me llamara Hitler o qué?
--Bueno ya te dije mi nombre—Le recordé—Si no es mucha molestia me puedes decir el numero de tu habitación
--Claro… Jean… Jean…—No pudo siquiera decirlo. Y al parecer lo intento—Es el 483
¿Qué coincidencia no? Tiene el número de habitación del que hablan en su disco “Zimmer 483” Per bueno que más podía hacer.
--Bien voy para allá—Le dije y le colgué de nuevo.
Camine hacia los ascensores. Pero antes pregunte a la encargada del mostrador donde estaba la habitación 483. Ella me miró de pies a cabeza como si dudara de que yo me hospedara allí. Cosa que era verdad, pero su mirada como de asco me ofendió.
Inmediatamente me di la vuelta y de nuevo marque el celular de Tom. Le diría que no me dejaban subir a elevadores. Haber que hacía
--¿Hola?—Su hechizante vos de nuevo.
--Tom, no me dejan subir a los elevadores—Le informe sin darme cuenta que lo había tuteado
--Jean… Jean… ¿Jeanicht?—Se había equivocado, pero era tan dulce, que no le reclame.
--Si—Seguí contándole mi queja—Dime a que piso debo llegar, me iré por las escaleras.
--Piso 21—Me dijo— ¿Cómo que no te dejan subir?
--Pues no me dejan. La señorita que atiende no me lo permite así que me iré por las escaleras—le colgué
Le lancé una mirada de desprecio a la petulante esa. Y camine hasta los ascensores. Me introduje en uno de ellos y apreté el botón que tenía en número 21.
Y comenzó a subir la caja de metal.
Mi celular vibro. Lo saque de mi bolsillo y era un mensaje, de un número que no conocía. Lo leí y de inmediato supe de quien era. Estaba en ingles y mi nombre estaba mal escrito. Era Tom.
Jeanicht, ya arregle lo de los ascensores puedes subir.
Tom.
Brinque de la emoción en el elevador. Menos mal que estaba sola, podía brincar cuanto quisiera y nadie me diría nada, ni me miraría raro.
Pronto llegaría al piso siguiente y seguramente se subiría alguien. Así que dejé la emoción por un lado.
Tal como lo había predicho, un anciano se subió y me miro de una forma a mi parecer sucia. No miraba mis ojos ni mucho menos. Si no mi pecho. ¡Pero qué asco de tipo!
Le mire con desdén y al parecer dejo sus sucios pensamientos por un rato. Digo no es de muy buen gusto que te pases piso tras piso viéndole el trasero a alguien. Condenado viejecito mal pensado.
Solo faltaba un piso para llegar a mi destino. Y para mi buena suerte, el anciano sucio se bajo en el piso veinte.
Estaba a escasos segundos de encontrarme con Tom de nuevo. Y así fue se abrieron las puertas y me dije hacia mis adentros “No pasa nada, no te comerá. Tu puedes” y salí del ascensor.
Y allí estaba él. Con esa camisa rosa que tanto me encantaba, el paliacate negro en la cabeza. Con una pierna cruzada detrás de la otra, brazos cruzados también, un hombro contra la pared y claro toqueteándose su perforación en el labio.
Cuando las puertas se abrieron únicamente dirigió su mirada en mi dirección. Mojo sus labios con la lengua y enarcó una ceja.
Salí del elevador. Esa escena me había subido la temperatura, sentía la boca seca. Y que me quemaba en vida. Sin olvidar que me temblaban las piernas.
Me acerqué tratando de controlar mis instintos primitivos.
La reacción de Tom me dejo helada. Me miro de pies a cabeza con una mirada seductora, que estaba despertando mis más bajas pasiones. Estaba tratando de contenerme, pero con ese hombre enfrente de mí era imposible.
Una vez más me miro de arriba abajo, se mojo los labios lentamente con la lengua y se acercó a mí.
Primero me saludo de mano, presentándose como Tom Kaulitz y después se me acercó peligrosamente para darme un beso en la mejilla. Pude olfatear su loción era tan… tan… tan como él.
Traté de aspirar todo aquel delicioso aroma que pude. Quería conservarlo en mi memoria y nunca olvidarlo. Tom tocó mi hombro, sentí pasar millones de watts de energía por mi piel. Me condujo hasta lo que parecía su habitación. E ella había una pequeña como salita, con comedor. Me invito a pasar y me indicó donde me podía sentar.
Realmente tenía que sentarme o me desmayaría allí mismo. Yo ya estaba sudando de el esfuerzo tan grande que significaba para mí contenerme y no abalanzarme sobre Tom y besarlo hasta que los labios se le acabaran.
El se acomodó las trenzas y se sentó justo en la silla que estaba en frente mío y me sonrió. Después se acomodó en el respaldo y se sentó como lo hacía siempre, todo relajado y con sus típicos pantalones extra grandes. Todo él me encantaba.
Me miró como si quisiese saber que era lo que pensaba. Se acerco de nuevo a mí de forma peligrosa. Y estiro la piel de sus mejillas, era tan sensual cuando hacía eso.
Incluso en mi mente pude imaginarme tomándole el rostro con ambas manos y besarlo hasta que me faltara el aire.
Se levantó de su asiento y se dirigió a su ventana. Abrió las cortinas y de nuevo se sentó en su silla.
--Si no hay luz no puedo ver tus ojos—Me dijo.
Yo solo pude sonreírle, estaba al borde del infarto.
--Bien—Entre cruzo los dedos de las manos. Se había puesto serio. Incluso serio era sexy—Así que… Comencemos a hablar de cifras.
Asentí con la cabeza. No tenía ni idea de que contestarle. Mi mente estaba totalmente concentrada en contener mis más bajos deseos.
Pude oír en el sepulcral silencio que había en aquel cuarto un gruñido de tripas. Mi estomago no era, de eso estaba totalmente segura.
Y como no había otra persona conmigo más que Tom. Debía ser su estomago.
Y estaba en lo cierto, el también se percato de que su estomago estaba hambriento. Se ruborizo y me sonrió una vez más. Al parecer estaba apenado, por la imprudencia de su barriga.
Vaciló en decirme algo. Hasta que por fin lo dejo salir.
--¿Gustas algo de desayunar?—Pregunto con las mejillas rosadas. Aun estaba apenado.
--Claro—Yo moría de hambre como él. No había comido nada
--¿Y bien que apeteces?—Me preguntó
--¿Qué hay en el menú?—Inquirí
--Pues tenemos—Tomo una carta de menú que había sobre la mesa. Seguramente del servicio a la habitación—Tenemos—Vacilo una vez más para decírmelo—Tenemos… Tom con frutas rojas, Tom con mantequilla y una bola de helado—Ay pero que ocurrente es este hombre, me dije hacia mis adentros—Y todo indica que yo seré tu desayuno.
--Se me ha ido el hambre de pronto—Tom era tan ególatra. Pero aun así me causaba risa—Creo que no apetezco.
--bueno—Hecho sus pupilas a rodar—Si se te antoja algo, solo marca en el teléfono *0 y pide lo que quieras.
--Ok.
--Yo mientras me cambio, esta camisa me está asando—Simulo que sus manos eran un abanico y se echaba aire con ellas.
--Aha…—Solo pude decir eso.
Tom enfrente de mí se deshizo de sus camisas, una blanca y la que traía el estampado. Dejo al descubierto sus músculos ante mí. Si no se iba pronto a cambiarse estaba segura que allí pasaría algo más.
Y él me estaba seduciendo. Mis ojos lograron captar gotas de sudor corriendo por su cuerpo. Eso lo hacía aun más sensual. Y aparte esas miradillas que me lanzaba me estaban volviendo completamente ¡LOCA! No soportaría más este jueguito. Él no perdía nada, yo solo era una más, pero yo si lo perdía todo.
Tenía que poner todo de mi parte, para no permitir ninguna estupidez de mi parte.


De pronto mi estomago gruñó al igual que el de Tom. Era inevitable, tenía que aceptar la oferta. Llamaría al servicio a la habitación. Moría de hambre.
A diferencia de Diana yo sí comía, sin importar lo que estuviera delante de mí. Yo simplemente me lo jambaba.
Le eché una ojeada a la carta del menú. Y lo primero que pude ver fue “Waffles”, se me antojaban unos, con un buen vaso de leche ó quizás un buen café americano.
Busqué el teléfono con la mirada, per por ningún lado lograba encontrarlo. Me levanté de mi asiento y me dirigí hacía donde hacia un rato Tom acababa de entrar. Debía preguntarle donde estaba su teléfono.
Toqué la pequeña puerta corrediza y pedí permiso para pasar. Él me dijo que pasara, y así mismo lo hice. ¿Pero quién se hubiera imaginado que él estaría ahora si totalmente seductor? .Sentado al pie de su cama, viendo hacia la ventana, secándose el sudor de la cabeza y de sus trenzas con una pequeña toalla de mano. Los músculos de su espalda se marcaban, sobre todo los de los brazos y la espalda baja.
Tragué con trabajo mi propia saliva y le pregunté por su teléfono. Él se dio la vuelta y me miro sobre su hombro. Sacó algo que estaba alado de su pierna derecha. Y me lo mostró. “Aquí esta me dijo él” Y yo lo único que pude hacer fue arrebatárselo de la mano y volver por donde vine. Tenía que ser educada, solté un pequeño “Gracias” antes de cerrar aquella puerta corrediza de nuevo.
Marqué el famoso *0 y pedí waffles, algo de frutas rojas y un poco de azúcar glass. ¿Qué porque pedí todo eso? .Como antes ya lo había dicho. Yo me sabía todas las manías de Tom habidas y por haber.
Y un detalle que yo tendría con él, sería pedirle su desayuno favorito ¿Qué mejor tarjeta de presentación que esa?
Pedí las cosas y se suponía que no tardarían. Pero ya sabemos que el 99.99% de lo que dicen en el servicio a la habitación relacionado con el tiempo que demoraran con tu comida, es mentira y el 00.001% de lo que dicen puede llegar a ser verdad.
En resumen me esperaría una larga estadía con Tom. Mucho tiempo libre para que este juego de seducción continuara.
Pronto mi acompañante salió de lo que parecía ser su habitación. Y se sentó en su antiguo lugar. Mirándome de nuevo con esos ojos gatunos que embrujaban, aparte de que se estaba acomodando sus trenzas y con los labios jugueteaba de nuevo con su piercing. Estaba segura que yo ya estaba desvariando. En mi interior ya me había desmayado más de diez veces seguramente. Pero la Jeanette que Tom veía, era fría y hasta altanera.
--Y bien…dime—Comenzó a hablarme— ¿Qué se siente hablar con migo?
¡Por dios! Deberás que se creía el centro del mundo. No era tan importante. ¿Y que de interesante tenía un tipo que no dejaba de juguetear con sus trenzas? Y tampoco dejaba de hablar de él.
Parecía un verdadero perico. Y yo ¿Qué podía hacer más que escucharlo? Bueno si podía hacer algo. Callarlo.
Pero me había salvado la campana. El servicio había llegado ya. Tocaron a la puerta y Tom abrió. Y detrás de un pequeño cochecillo con unas charolas y demás platos había un alfeñique de hombrecillo, todo blandengue y débil.
Aquel espécimen que parecía haber emergido de algún cuento del estilo de “El laberinto de fauno” acomodo las cosas en la mesa y se fue.
Tom al ver los alimentos, esbozó una sonrisa. Tomo asiento y se sirvió su porción de waffles y los roció con aquel polvo blanco que llevaba por nombre azúcar glass. Se sirvió leche y encima de su desayuno roció unas cuantas zarzamoras. Cortó con el tenedor un pedacito y se lo metió a la boca.
Después me miro, como si quisiese decirme “¿A qué hora comes tú?” Lo imité en todo lo que hizo a excepción de las zarzamoras yo le puse encima a mis waffles fresas. Se me apetecían así.
Y entonces comenzó su plática.
--Bueno, háblame de ti—Se metió otro pedacito de waffle a la boca y me dedico toda su atención, mientras masticaba con tranquilidad.
--Pues… ¿Qué quieres saber?—Solo pude contestar con esa pregunta. Y era más que apta. ¿Qué quería que le dijera; Te eh amado desde hace tiempo, sueño contigo y eres lo mejor del mundo para mí? .No le iba a decir eso, por mera lógica—Tú solo pregunta y yo respondo.
--Bien—Pareció gustarle esa oferta—Dime… ¿Cuántos años tienes?
Seguramente se estaba asegurando que si pasaba algo más entre nosotros. Que no lo creo cabe recalcar. No fuese a sufrir una demanda por abuso.
--Diez y ocho—Respondí tajante.
Enarcó las cejas, como si estuviese diciéndose a sí mismo “No está mal”, A decir verdad esta plática se estaba desviando. Yo no iba a darle pie a más jueguitos. Se estaba haciendo… el tonto para que se me olvidase el incidente con mi Lincoln. Yo no lo iba a permitir.
--Tom. Creo que por lo que estoy aquí es…—No me dejo terminar.
--Por mí. Lo sé—Se acomodo una vez más sus trenzas y acercó la silla hacia adelante un poco— ¿Cómo resistirse a un hombre como yo? ¿Qué mejor desayuno que yo?
Hahahaha, que no me hiciera reír. ¿Acaso creía que yo me llenaría con esa miseria? . Él no me tapaba ni una muela.
--Aha…Claro—Había demasiado sarcasmo en mi voz—Como digas.
--¿Lo dudas?— Puso cara de pocos amigos. Herí su ego lo sé.
--No. Es solo que no… eres mi tipo—Y allí estaba la bomba que le acababa de lanzar. La destrucción sería peor que la de Hiroshima. Si le acababa de dar en donde más le dolía a Tom—Eso es sencillamente.
--¿¡Qué!?—Me miro extrañado. Lo sabía. “Torre de control, dimos en el objetivo”
--Lo que acabas de oír, y si no te es mucha molestia. Mejor hablemos de números—Me puse sería—Que mi estadía aquí, es únicamente por mi camioneta.
--Es verdad—Se levantó de la mesa—Andando por tu joya abollada.
--Bien—Me levante. Orgullosa por lo que acababa de hacer.
--Tú solo dime donde vives, llamamos a la grúa, se lleva tu Lincoln y todo esto se acaba—Me explicó.
Sentí un gancho al hígado. Digo yo le acababa de dar su merecido a ese… chico tan seductor y a la vez tan ególatra y narcisista. Pero el me dio un tiro de muerte. SI lo sé, era idiota hacerme ilusiones, pero aun guardaba una pequeña esperanza. Y ese “Y todo esto se acaba” me acababa de romper el corazón en mil pedacitos.
Mi bolsillo vibró. Era mi celular, seguramente un mensaje de mi compañía telefónica anunciándome que había una promoción de recarga de tiempo aire. Saqué el pequeño aparatillo y leí el mensaje de texto.
Jeanette:
Recuerda, cuando estés con Tom. Nada de Besos en la mejilla, ni saludos de mano.
Tú conoces a ese hombre mejor que nadie. Actúa con prudencia. No por impulso.
Piensa las cosas dos veces.

Te quiero
Diana.

Valiente mensaje. Llegaba siglos después de que Tom ya me había saludado. No servía de nada ahora ese recordatorio.
Bueno a decir verdad, no culpaba a Diana. Me había dado una buena idea con sus últimas palabras.
“Tú conoces a ese hombre mejor que nadie. Actúa con prudencia, no por impulso. Piensa las cosas dos veces”
Sabías palabras las de mi hermana. Yo pensaba en hacerle ver su suerte a Tom. No la tendría fácil. Es bien sabido por las verdaderas fans de Tokio Hotel y más de las que aman a Tom. Que a él le atraen las chicas que lo desprecian. ¿Por qué? No tengo idea, quizás es masoquista.
Ahora yo actuaría como toda una verdadera tirana con él. Nada perdía, chance y pasaba algo ¿No?
--¿Te pasa algo?—Me cuestiono.
--No—Le lancé una mirada furtiva—Lo que pienso es… ¿Cómo piensas llevarme a mi casa, si no sabes moverte en esta ciudad? .Quizá en Alemania sepas como ir y venir. Pero esta es mi ciudad, mi país así que yo conduzco.
--¿Tú piensas que te dejare conducir mi auto?—Su cara tomo un gesto de terror— ¡Estás absolutamente loca si piensas eso!
--Bueno, entonces ¡Ilústreme señor yo se me mover en un país que no conozco!—Creo haberle alzado un poco la voz— ¿Cómo piensas llegar hasta allá?
Se quedo pensando un momento. Estaba barajando algo seguramente. Lo conocía, esa forma de contestar tan pícara y esos ojos gatunos café oscuro estaban cambiando constantemente. Desde ojos de diablillo hasta esos típicos ojos de seductor nato que hace… como tratando de dar a entender que tiene placer por algo.
--Pediré un chofer al hotel—Respondió como si fuese lo más natural de la vida—Tan sencillo que es eso.
--¡Haz lo que quieras!—Respondí absolutamente harta.
--Precisamente como hago lo que quiero voy a pedir un chofer—Estaba regodeándose. Esto parecía una guerra
--¡Ya te dije haz lo que se te venga en gana! ¡Mientras a mí me pagues mi auto me vale un comino lo que hagas con tu vida!—Estaba fastidiada de su pose “Yo todo lo puedo”.
Crucé los brazos enfurruñada. ¿Qué creía? ¿Qué me iba a tirar al piso haciéndole alabanzas solo porque es alemán, tiene dinero y está en una banda? Estaba absolutamente perdido si pensaba que yo haría lo mismo que todas las demás mujeres. Que seguramente están huecas y lo obedecen. Conmigo iba a ser diferente. No me iba a dejar pisotear por nadie, por muy atractivo que fuese.
Él iba a aprender la lección. De mi cuenta corría
--¡Hey tú!—Me movió un poco—Vamos al lobí. Ya pedí al chofer.
--Aha…—Bufé y camine fastidiada hasta la puerta—Entonces ¿Muévete no? .Supongo que tienes muchas cosas en tu agenda que hacer. No quiero que te pierdas nada importante. Oh…—Me pare en seco—Y tengo un nombre. No me llamo ¡Hey tú! ¿De acuerdo?
--De acuerdo—Entre cerró los ojos. Seguramente estaba sorprendido por mi actitud— ¿Podrías bajar al lobí por favor Jeanicht?
--Está bien—Le transmití hostilidad tanto a mis ojos como a mi voz—No te costaba nada decir mi nombre aunque fuera mal pronunciado ¿Verdad?
Ni si quiera me percate cuando Tom pidió el servicio de chofer, estaba demasiado ocupada en mis pensamientos. Decidiendo como enseñarle a Tom a respetar. Así fuera en la mínima posibilidad, pero al menos a mi me respetaba.
--¡Oh discúlpame, te recuerdo que soy alemán!—Manoteo en el aire— ¡Soy un total imbécil mal parido que no sabe pronunciar cada estúpido idioma que existe en el maldito mundo!—Se hinchó la venita que pasaba justo en medio de sus ojos, en la frente—Así que si. Me importa muy poco como lo pronuncie no cambiaras mi forma de ser. Jeanicht—Recalco eso ultimo, para hacerme enojar.
--¡Sabes que! Lo comprendo. Tu nombre es tan común que es fácil de pronunciar—Fruncí el ceño. Esto era guerra—En cambio el mío es mas anglosajón y tiene su complejidad. Y que lastima, cara bonita poco cerebro…
En esta guerra yo sería la ganadora. Tom era tan… tan impulsivo, quizás un poco enojón, pero eso lo hacía jodidamente encantador.
Lo mire a los ojos y me postre segura de mi misma, no cambiaría la postura. Por nada del mundo.

Esto era una guerra de egos y de poder. Tom era un hombre al cual no le gustaba perder y para su des fortuna a mi tampoco. También era bien sabido que le gustaba imponerse, que vieran que él es el mejor y de nuevo yo sería su dolor de cabeza, porque si le preguntasen a Diana ella diría que yo soy idéntica a Tom.
Sería un choque de colosos, una guerra épica. Solo el mejor saldría vencedor, haciendo trizas a su oponente.

Y los dos competidores éramos dignos de ser ganadores, pero yo era una guerrera nata. No me dejaba de nada ni de nadie, le costaría sangre a Tom lograr derrocarme y más si me encontraba montada en mi macho.
Que gane el mejor. Y esa seré por obvias razones yo.
Esa chica mexicana, me estaba sacando de quicio. No podía creer tanta soberbia en alguien. ¿Por dios en que pensaba, no estaba viendo quién era yo? Nada más y nada menos que Tom Kaulitz.
Además es totalmente ilógico que no me desee, soy tan… perfecto que no se me resiste nadie. Incluso es muy bien sabido que yo no escojo a las chicas ellas me escogen a mí. Por lo mismo de mi encantadora personalidad y claro mi cuerpo.
Yo era todo un sueño para las mujeres, lo que tanto habían deseado. Claro era una desgracia para los demás hombres existentes que sus novias pensaran en mí y en mi perfección cuando estaban con ellos. Todo eso era tan… malo para ellos. Y tan bueno para mí.
Yo solamente tenía a las mejores mujeres, a las más bellas. Y ellas tenían la fortuna de estar conmigo siquiera una noche.
Lo que no lograba entender es porque esta chica, no se me estaba insinuando como las demás que eh conocido a lo largo de mi vida.
¿Estaba ciega acaso? Era una posibilidad, porque era tan inusual su actitud hacia mí. ¿Tenía algo malo en su cabeza o sus ojos? ¿Qué no veía mi atractivo? Realmente estaba causándome migraña que no se me abalanzara a los pies rogando una noche conmigo y mini Tom.
Incluso cuando entro a mi habitación y me vio sin camisa no mostro ninguna reacción. Ni siquiera se le aloco la hormona. ¿Qué pasaba con ella?
Y como hacer por un lado, cuando me acerqué a ella. Por dios no trastabilló ni un momento. No le dieron ganas de besarme… nada de nada.
Era tan tonto. Tan increíble que ella no sintiera nada a mi lado. Ella era… tan distante conmigo.
Y mira que gritonearme que no se pronunciar su nombre y que únicamente le importase su reparación de la camioneta.
Era tan frívola y tan altanera que a decir verdad estaba comenzando a gustar como me trataba. Era tan poco expresiva, tan ruda… me estaba atrapando.
Mire a aquella chica que me intrigaba. Estaba observándome fijamente con esos ojos cafés y grandes, se veía tan sensual y provocativa. Que me vi en la necesidad de mojarme los labios y ver su trasero. Una vez más.
Me posé detrás de ella para poder observar mejor. Ella no se daría cuenta.
Me di cuenta que era tan atractiva para mí que estaba seguro que mini Tom se emocionaría. Sentía que la temperatura se me subía y que tenía la necesidad de deshacerme de la ropa que traía puesta. Acorralarla en la pared y demostrarle que soy un buen desayuno.
Pero no me atreví. Seguí mirando su atractivo en silencio.

Tom venía detrás de mí. Me estaba mirando el trasero, ¿Qué creía que no lo notaba? ¡Por dios era más obvio que nada!
Tenía pavor que me fuera dar un manotazo en el trasero. Conociéndolo no le faltaban ganas de hacerlo. Y si llegase a tratar de cometerlo yo le tendría que soltar tremendo bofetón en la cara para que calmara su calentura.
Tom me abrió la puerta de su cuarto, por la cual salimos hasta el pasillo, espere un momento para que el pudiese cerrar su habitación.
Fue allí cuando vi al hermano gemelo de Tom. El vocalista de Tokio Hotel Bill Kaulitz. Lucía totalmente bien. No desentonaba de ninguna forma su vestimenta, era muy… sorprendente.
Lo miré y él me sonrió. No me dedico ni un hola. Solo me sonrió y yo por mero reflejo le devolví el gesto.
Diana no me creería el día que yo estaba pasando. Cuando le contara todo lo que sucedió quedara impresionada, seguramente no me creería. Pero de todos modos le contaría que conocí de cerca a los chicos.
Bueno solo a dos de ellos.
Pude notar que Bill le había lanzado una mirada furtiva a Tom. Yo tenía una idea de lo que él pensaba que Tom y yo estábamos haciendo en esa habitación. Pero estaba equivocado, las cosas no eran como parecían. Por muy de telenovela que esto se escuche.
No habíamos… tenido relaciones, eso era seguro. ¿Pero cómo le podía yo explicar a Bill? ¿Acercándome a él y decirle “Bill solo hablamos de negocios”? Está bien que el menor de los Kaulitz sea inocente, pero tampoco es un idiota. Lógicamente no me tomaría enserio y seguiría pensando que yo era una más de esas “amigas con derecho” de su hermano.
Baje la cabeza y camine hasta los ascensores. Opté por esperar allí a Tom.
Estaba un poco atosigada por tantas impresiones en este día. Claro y como no estarlo, si prácticamente Tom se me estaba desvistiendo en la cara y tentándome a entregarme a él.
Había sido una gran batalla la de hoy. Tuve que controlar mis instintos primitivos y el deseo de tener lo que más amo enfrente de mí. Seduciéndome.
Decidí llamar a mi hermana por celular. Pero recordé inmediatamente que a estas horas seguiría en clase con Tannen. Y si esa fea y gruñona maestra le encontrara el móvil seguramente se lo quitaría y la dejaría en detención hasta la tarde.
No podía hacerle eso a mi hermana. Así que deseché mi idea de pedirle consejo, pero necesitaba tanto su ayuda. Controlar esto para mí era una odisea. Digo estoy de acuerdo entre ella y yo había más fuerza en mí. Pero ella pensaba las cosas con más tranquilidad y con sensatez no por impulso como yo.
Estaba tratando de seguir su consejo, que actuara con prudencia. Pero era sumamente difícil. Seguramente cuando llegara a casa a descansar, yo caería como una piedra. Todo este esfuerzo me dejaría agotada. Y sin energía.
Pronto llego Tom y se paró de mi lado derecho. Me sonrió y se abrieron las puertas del ascensor. Ambos entramos a este. Y cuando menos me percaté estaba sola, en un cuarto de cuatro metros por cuatro metros, totalmente aislado de la demás gente, acompañada con Tom, que seguía mirando mi trasero.
Eché las pupilas a rodar. No me molestaba el hecho de estar sola con él, si no que todo lo viese con sexo. ¿Qué no podía pasar un solo día sin pensar en fornicar con alguien? ¿Acaso no podía mantenerse tranquilo al menos por un tiempo? Creo que la respuesta a esas preguntas era un rotundo ¡NO!
Bufé con fastidio. Y segundos después las puertas de abrieron en el estacionamiento. Un hombrecillo con gorro negro como de piloto de avión nos esperaba con semejante camioneta blindada y negra.
Se acercó a nosotros y comenzó a tratar de hablar en inglés.
--Mr. Kaulitz your car is ready—Le informo tartamudeando un poco.
--Disculpe señor, yo hablo español—Le informé para que no fuese despedido si no acataba alguna de las ordenes de Tom—Hable conmigo. ¿De acuerdo? Iremos a mi casa está en el Desierto de los Leones ¿Ok?
--Ok señorita—Estaba más relajado. Alguien que hablaba en su idioma sería quien lo dirigiría a su destino y no un alemán petulante.
Asentí con una sonrisa y me subí a la camioneta. Tom estaba justo detrás de mí.
Pronto nos encontrábamos en las calles de la Ciudad de México. Rumbo al sur, a la casa de mi hermana. Estaba un poco retirada pero bueno, allí se quedó mi Lincoln gracias a este sujeto con trenzas que tenía justo a mi lado izquierdo. Me miraba con insistencia. No le hice caso alguno, me concentre en darle las indicaciones al chofer para que llegase.
Cuando al fin llegamos a nuestro destino, le pedí al chofer que se estacionara o si quería pasar estaba bien. Este tomo la primera opción, esperar en el auto.
En cambio, Tom si accedió a pasar. Me había dicho que tenía sed. Así que tenía que darle agua al señor o se deshidrataría.
No quería ser la culpable de un daño permanente. Es evidente que era un sarcasmo. Así que de inmediato le di agua. Suerte que diana tenia “Evian” en su refrigerador. La marca predilecta de agua de Tom, de no haber sido así un drama existencial hubiese existido en este preciso momento.
Las dos horas de trigonometría con Tannen habían acabado al fin. Ahora tenía clases con Banner, el maestro más…vilipendiado en la escuela. ¿Por qué decía eso? Porque era verdad, Banner se dejaba mangonear por medio mundo. Por suerte yo aun no le falta al respeto a menos que el osara insinuarme algo como la vez pasada.
En las clases pasadas Banner dio a entender que yo distraía a mi compañero Ricardo y que por mi causa, nunca hacía absolutamente nada en clase.
¿Qué clase de estupidez es esa? Y eso no fue lo peor. Banner lo dijo de esta forma: “Diana te esta engatusando para que no hagas nada” ¿¡Qué mierda le pasaba!? .Yo jamás haría algo como eso. En primera porque Ricardo era mi amigo, impedía que yo me cayera de mi propia banca, ya que tengo una deficiencia de equilibrio. Y en segunda yo ya no pensaba en el amor. Eso era algo que me tenía sin cuidado desde hace mucho. Me había olvidado de que significaba amor.
Me levante con pereza de mi asiento en el salón de matemáticas para dirigirme al edificio ocho al salón seiscientos sesenta y seis. A clase con Banner.
Salí del edificio en el que me encontraba, y de inmediato una fina lluvia. Un chipi, chipi a decir verdad me sorprendió. Yo no traía impermeable ni nada. Así que me mojaría y quizá hasta me enfermaría de gripa o influenza.
Camine unos cuantos metros cuando de inmediato sentí un mareo horrible, o el piso se movía o yo estaba a punto de caer. Me sujeté de lo primero que tenía al alcance.
Creo que era un chico, no me preocupe por saber quién era, solo me sujete. Este no se molesto porque yo lo estuviese usando como soporte.
Cuando el mareo se pasó, abrí los ojos y me preparaba para ver quién era mi barandal de seguridad improvisado. Y no pude creer quien era.
Era aquel chico al que Jeanette había corrido por asustarme en el estacionamiento del centro comercial. El que me acosaba.
Lo único que se me ocurrió hacer fue correr hasta donde pude. Y tratar de esconderme. Afortunadamente mi cerebro conmocionado logro darle órdenes a mi cuerpo de que fuese al salón de literatura con Banner, entregarle el trabajo y con suerte del pánico que tenía me desmayaría. Eso me daría la justificación perfecta para irme a casa.
Y justo como lo había planeado, paso todo. Al pie de la letra.
Me habían autorizado el prefecto y el director a retirarme a mi casa, lo cual me daba muchísimo gusto.
No quería encontrarme de nuevo con ese tipejo. Era increíble que me estuviese siguiendo.
¿Qué si tenía un ataque de pánico? Si, si lo tenía, porque a lo mejor él iría en la misma preparatoria que yo, pero no era casualidad que estuviera detrás de mi o ¿Sí?
Me estaba siguiendo. Y eso me estaba causando un shock impresionante, tenía pánico también, miedo, ganas de gritar y hasta de cambiarme de país.
Corrí lo más rápido que pude hacia la salida del plantel. Ya allí afuera en la calle, opté por caminar un poco más a la parte trasera de la preparatoria, allí pasaría mi transporte. Un camión que me dejaría a unas escasas calles de mi casa.
Pensé en llamarle por celular a mi hermana, pero ella ahora estaría ocupada con Tom. Decidí mejor no hacerlo, no quería interrumpir.
El camión llego, le hice la parada y me subí a él. Me senté en el lugar del lado derecho, junto a la ventana, el sol estaba brillando y me calentaría. Aunque aún seguía el chipi, chipi el sol brillaba, podría llegar a hacerse un lindo arcoíris.
El camino a casa sería largo, al menos dos horas. Tenía suficiente tiempo para pensar en algunas cosas o en mí.
Inmediatamente en mi cabeza aparecieron de nuevo ese par de ojos cafés que me veían con hostilidad, con rabia y hasta con odio. Me estaba obsesionando con encontrar el porqué de esos ojos en mi mente. Era una cosa sin importancia, no encontraba la razón de ellos en mi mente, de su presencia a cada momento.
De verdad no sabía porque, además esos ojos no los había visto tan… opacos, tristes y desesperanzados como aquél día del concierto.
Incluso en las noches, me miraban cuando dormía, mis sueños estaban dedicados a ese par de ojos, y ellos al parecer también dedicaban su tiempo a mi persona.
Me miraban insistentes, esperando a que yo hiciese algo, a que cometiera algún error o no sé que estaban esperando, pero ahora estaban en cada recoveco de mi mente.
El chofer frenó de forma inesperada. No se había percatado de un alto. Y gracias a eso yo pude darme cuenta que la siguiente parada era donde yo bajaba.
El alto se quito y pude bajarme en la esquina. De allí camine hasta mi casa calle abajo. Llegando al pórtico giré la perilla, debía de haber alguien adentro, había gente afuera moviéndose, seguramente del servicio de grúas. Y cuando abrí la puerta allí estaba Tom Kaulitz Trümper, sentado en mi sala. Lo único que pude hacer fue soltar la mochila de sopetón, mirarlo una vez más.
--¡HAY NO MAMES!—Fue lo que salió de mi boca.
Jeanette me miro con suma tranquilidad, como si tener a Tom en mí sala fuera lo más habitual.
Me miro despreocupada y de nuevo se sentó en el sillón donde Tom se encontraba.
Este me miro extrañado, como si le sorprendiera mi presencia allí. Le susurró algo al oído a Jeanette y esta le explico no se qué cosa.
Yo seguía pasmada allí, echando raíces donde me encontraba parada.
--¡NO MAMES JEANETTE, NO MAMES!—Fue tan impresionante ver a ese… chico en mi casa.
--Cierra la boca que te entraran moscas—Me dijo, al parecer divertida
--Es que es impresionante—admití—Y creo que… desentona con mi sala.
--Si—Asintió—Y con todo lo que hay en esta casa.
--Oye…él—Comencé a hablar— ¿Se está tomando mi agua evian?
--Si.
--¿¡Qué!?—Creo haber gritado— ¿Y lo dices así de tranquila?
--Solo es agua…cálmate.

“Solo es agua” Si claro, como no. Ella no tenía que apretujar el sueldo de cada quincena para poder comprarse esa marca de agua. Por eso no le daba tanta importancia. Además eso no era lo que me molestaba, si no la forma en que me veía, como con… desprecio.
Está bien, estaba con Tom y todo eso, pero conmigo no tenía que actuar de esa forma tan dura.
Inmediatamente cerré la puerta de un punta pie, tome mi mochila del suelo y subí por las escaleras rumbo a mi habitación.
Si ella quería estar con él, pues estaba bien yo no interrumpiría. Mejor me podría a hacer mi tarea para no obstaculizar ninguna plática.
Quizá iría al supermercado por víveres. Se me estaba acabando la comida en la alacena, en días no habría nada, incluso ni agua.
Deje mi mochila en el piso de mi cuarto, tome del perchero mi impermeable y un bolso más pequeño, saque mi cartera de la mochila y baje a la estancia.
Decidí ir por la lista del súper a la cocina y allí estaba el desayuno que le había hecho a Jeanette, ni siquiera lo había tocado. Me dio coraje lo acepto. Pero solo tome lo que buscaba y salí de la casa. No tenía ganas de pasar un mal rato discutiendo.
Y mucho menos si ella estaba con su sueño hecho realidad.

miércoles, 5 de enero de 2011

REALIDAD Y FICCION.

REALIDAD Y FICCION.
La respuesta de Jeanette me había dejado helada. Pensaba que no le iba a creer lo que ella me fuese a decir. ¿¡Por dios en qué cabeza cabe!? .Quizás alguien que no la conociese tan bien como yo, no le iba a creer. Pero yo me conocía cada uno de los secretos habidos y por haber que ella tenía, aunque tardara en averiguarlos, los sabía.
Por la aceleración que había en ella, quizá había sido algo tan bueno, que ni ella misma lo creía. Aunque, deduzco que tuvo que haber sido en el baño, porque no creo que te de mucho gusto y emoción que te deshagan la camioneta más cara de tu vida. ¿O sí? .En cualquier persona normal y cuerda, eso no era causa de placer. Así que a fuerza tenía que haber pasado algo en el baño. ¿Y porque llegue a esa conclusión? .Uno: Jeanette regreso con una cara poco habitual cuando salió del baño. Dos: No siempre se pone así de acelerada a menos que le pase algo realmente importante. Tres: Para que me lo quiera contar con calma, relajadas y a solas. Es porque es como para morir de la impresión.
De inmediato la curiosidad no se hizo esperar en mí. Bombardeaba mi cabeza con preguntas repentinas con algo de lógica. Pero ¿Cómo responderlas? .Ella me haría esperar unas horas más en lo que nos desmaquillábamos y nos cambiábamos de ropa por nuestros pijamas.
Era mucho tiempo. Yo tenía que saberlo todo. Al menos lo que había pasado en el baño. Solo pedía saber eso. El imbécil que le choco la camioneta, no me daba la más mínima importancia.
Comía ansías, quizás se notaba en mi cara. Sentía ganas de morderme las uñas, pero eso no iba conmigo. Me daban asco las manos con uñas mordidas hasta la cutícula. Y amaba demasiado mis manos. Incluyendo sus respectivas uñas como para herirlas así. No era ni higiénico ni de buena educación hacerlo. Así que me aguante las ganas y no mordí ninguna de mis uñitas.
Tenía que aguantar. ¿Pero en qué me iba a distraer? .No había nada que hacer a las 2:30am de la mañana. Ni nada en el televisor. ¿Qué se suponía que haría? ¿Ponerme a tejer acaso? .Carajo no había nada que hacer y si me quedaba allí parada como una idiota sería muy evidente que quería saber todo. Tenía que ponerme en acción.
--¿Te pasa algo?—Jeanette había interrumpido mis pensamientos, con su pregunta.
--No—Mentí— ¿Por qué? ¿Parece que me pasa algo?
--Si… bueno no. Es que te noto como que ida—Me dijo.
--A es eso. No, no me pasa nada. Lo que pasa es que pensaba en la camioneta—Comencé a salvar mi cuello—Si la dejamos allí afuera en el estado que esta. Podrían robarle una parte ¿No crees?
--Cierto—Admitió cabizbaja
--Entonces yo pensaba en que la empujáramos hasta el jardín de atrás y taparla con una lona—Le explique mi plan—Así no le pasara nada por la intemperie.
--Me agrada tu idea.
--Lo sé. ¿Qué harías sin mí? –Fanfarronee—Yo creo que nada.
--Cálmate señorita importante y vamos a hacer lo que dijiste—Me empujo hasta la puerta—Que mañana tengo que ir a ver al chico responsable de todo esto.
“Mañana tengo que ver al chico responsable de esto” Sus palabras habían despertado de nuevo mi curiosidad. Moría de ganas por saber quién demonios era ese “chico”. ¿Y porque le decía así? ¿Qué no fue él quien destrozo su amada Lincoln? ¿Ahora le tenía respeto? .Todo esto iba a ocasionarme un derrame cerebral del puro coraje.
--Si, si, si. Hare el movimiento de camioneta querida. Pero primero déjame quitarme los botines. No quiero que les pase nada ¿De acuerdo?—Le aclare. No iba a permitir que esas linduras tuvieran una mugrosa mancha de aceite sobre de ellas—Así que espérame unos minutitos aquí.
--Ok—Tubo que aceptar mis condiciones o ella movería sola su cacharro carísimo.
¿De que carajos me había perdido? .Ahora ella le decía “chico”, cómo si lo conociera. Puras malditas patrañas. ¿Qué no se suponía que ella debería odiarlo? .Digo, destrozo su camioneta; por la cual casi rompemos amistad. ¿Y a él no le dice nada? .Todo era tan confuso, y tan frustrante a la vez. No podía concebir que tratara con preferencias a ese… desconocido. Eso era un simple desconocido, al menos para mí. ¿De qué privilegios gozaba?
Me deshice de mi ropa, y me puse algo más cómodo y apto para mover un pedazo de metal que le escurría aceite. Así no mancharía mi hermosa vestimenta.
Baje con mucha flojera. ¿Por qué demonios tenía que haber abierto la boca y decir lo de la camioneta? .A veces mis ideas repentinas para salvar mi pellejo, no eran las mejores. Y esta era una prueba de ello.
--Lista—Le anuncié.
--Menos mal. Comenzaba a quedarme dormida—Río.
Salimos de mi casa, y caminamos hasta la ahora deshecha camioneta. Que tenía más bien el aspecto de una Combí VolksWaguen en un deshuesadero. Que de una Lincoln Navigator 2011. La parte delantera estaba totalmente deshecha. Y claro con trabajos encendió para traernos a casa.
Ahora había que moverla a mi patio trasero, junto a mi viejo auto. Que tampoco encendía. Y taparla con una lona, así no sufriría la pintura las inclemencias del clima.
Mover ese monstro fue muy complicado. En primera porque era muy pesado. Y en segunda porque era automático. Es bien sabido. O al menos mi papá me ha dicho que cuando un auto automático se descompone, no se va a mover. En pocas palabras, que te quedaste varado allí con tu auto inservible y automático. En cambió un buen auto estándar es más fácil de mover, ya sea empujándolo o como sea. ¡Pero se mueve!
Esta porquería de camioneta estaba engarrotada. No daba ni una señal que las llantas se fueran a mover. ¡Me sacaba de quicio! ¡Maldita camioneta del demonio! .Tenía que existir una forma de moverla. Y pronto mañana había escuela y tenía que entregar el trabajo del… Sr. Banner. ¡Mierda! .Lo había olvidado por completo. El estúpido trabajo del Sr. Banner, si no lo entregaba era más que seguro que reprobaría su materia.
Todo esto era un mal presagio. ¿Por qué tenía que pasarme todo esto a mí? Tengo una señora mala suerte que nadie me la envidiaría. Es más me rehuirían, para que no se les pegara mi des fortuna.
Debía llegar una idea servible a mi cabeza, para mover esa carcacha al patio trasero. ¡Ya mismo!
--Diana es inútil. No se moverá—Se resigno ante la situación.
--Me canso de que se mueve—Anuncie.
Me arremangué la sudadera que traía puesta. Y me metí a la casa. Iba por las llaves de la Ford Ranger Roja de mi papá. Con eso que era 4X4 su juguetito me ayudaría a mover esa cosa inservible. La halaría con el gancho y la metería a donde debía ir.
Salí furiosa pisando con fuerza con las llaves en mano.
--¿Qué piensas hacer con esas llaves en la mano?—Su cara reflejaba pánico—Bien sabes que no puedes agarrar esa camioneta.
--Aja, que si tiene un solo rasguño o está sucia bla, bla, bla, bla—Me desquiciaba que me recordaran las reglas—Ya se toda esa idiotez Jeanette, pero debo mover esa cosa, a costa de lo que sea.
--¿Todo por mí?—Pregunto con una carita muy tierna.
--Bien sabes que si—Le sonreí.
Tome el cable con el gancho y lo inserte en la parte de debajo de la defensa de la Lincoln. Encendí la Ranger, que estaba justo delante de la Lincoln. Entraría a ese Jardin, así fuera lo último que hiciera. Y entraría con esa perla negra abollada y negra.
Encendí la camioneta y hice rugir el motor, pisando el acelerador y sin soltar el freno. El asfalto debajo de las llantas quedó marcado por el quemón de neumático que acababa de hacer. Y Puse primera, solté el freno. La camioneta no se movió, tuve que meter segunda. Tampoco hubo movimiento alguno. Metí tercera y tampoco se movió. Fue cuando tome medidas extremas y active el 4X4, y metí cuarta. La fricción de las llantas con el asfalto al mover esa ballena negra de allí atrás ocasionaba un ruido ensordecedor.
Mi camioneta serpenteaba de izquierda a derecha. Estaba tan engarrotada esa Lincoln que le estaba costando a la Ranger moverla. De inmediato me sentí como en Jurassic Park. En esa escena donde tratan de subir el tráiler con un mísero Jeep. Así se estaba patinando mi camioneta roja, como si estuviese en esa película de ciencia ficción. Y claro como si estuviese en lodo.
Baje el vidrio del lado del conductor, me asome y me dirigí hacia mi hermana.
--¡Jeanette, fíjate si tiene puesto el freno tu camioneta!—Le indiqué
--Está bien—De inmediato hizo lo que le pedí—Si lo tiene puesto. ¿Se lo quito?
--Si, si no se sobre calentara el motor de la Ranger—Le grite sin querer.
De inmediato sentí como se aflojaron un poco las llantas de la camioneta de atrás, así me sería más sencillo moverla. Y así fue, tuve la gran fortuna de que la camioneta de papá estuviera en casa, porque de otra forma no hubiera podido hacer lo que había hecho ya.
Acomode lo mejor que pude el vehículo de Jeanette. Me eché en reversa dentro del mismo jardín, para dejar la camioneta de mi papá tal y como la había encontrado. No quería escuchar ningún sermón, por mugre en ella.
Apagué el motor y baje de la camioneta para dirigirme a mi hermana, que tenía una cara de susto.
--Listo—Admití sonriente. Orgullosa de mi hazaña
--Si ya vi—Se limpio las lágrimas.
--¿Por qué lloras?—Le pregunte.
--Pues… es que tú haces tanto por mí—Tomo mi mano—Hasta te arriesgas a tomar el auto de tú papá. Por mí.
--Jeanette—Le levante el mentón con mi dedo índice—Eres mi hermana. Haré lo que sea por ti ¿De acuerdo?
--De acuerdo—Ella misma limpió sus lágrimas.
--Vamos adentro. Ya esta helando—Le dije.
--Si lo sé, solamente déjame saco las cosas que compramos de la cajuela—Me indico con la mano.
--Está bien. Hazlo rápido. Aquí te espero—Le anuncie.
Corrió hasta su camioneta. Abrió la cajuela y saco un montón de bolsas llenas de suvenires que habíamos comprado a las afueras del Palacio de los deportes. Cerró la cajuela y de inmediato vino corriendo en mi dirección.
--Ya—Brinco.
--Bien vámonos, no quiero que enfermes—La abracé
Entramos de inmediato a mi casa. No estaba muy calientita que digamos, puesto que yo no había estado en todo el día en ella. Y claro no había encendido la estufa para nada. Bueno sí para hacer el desayuno, pro de eso ya hacía muchas horas.
Jeanette dejo las bolsas en el sofá y me alcanzo en la puerta de la cocina. Yo estaba apagando todas las luces. Para poder irnos a descansar. Solo me hacían falta las luces del pórtico. Eran las más sencillas, solo debía pulsar el pequeño botón alado del perchero que estaba del lado derecho de la misma puerta.
Acabada esa labor, subimos las escaleras.
--Diana —Subiendo las escaleras—tu me conoces del todo, no es asi?—Pregunto en un tono muy extraño
Si—Iba detrás de ella limpiando el polvo que había en mis manos— ¿Por qué?
--No por nada. ¿Y crees que, estoy cuerda verdad? —Pregunto de nuevo con una actitud que me estaba asustando
--Si… Bueno si estas sobria sí. Cuando te pones algo ebria dudo de tu cordura—Admití. Aunque ahora estaba alerta.
--Bien, no he tomado nada. —Rió un poco—Aclaro eso ¿eh? —Me miro como insinuando que yo si pensaba que ella estaba borracha—Y entonces si yo digamos—Se puso nerviosa—Te dijera algo difícil de creer, que pusiera en duda el que no haya tomado. Cosa que no es real. Te juro que no llevo nada de alcohol en la sangre. Tú me creerías ¿Cierto?¬—Soltó una risa tonta.

--Exacto—Me quité un tenis y lo aventé arriba de las escaleras. Lugar que era a donde teníamos que llegar—Te creería cada cosa que me dijeras—Tenía que admitirlo. Así era—Aparte yo sé cuando estas ebria y cuando no. No estás diciendo tonterías como aquella vez que dijiste que amabas al chango león. —Eso no debió de haber salido de mi boca. Seguramente me iba a reclamar¬—Así que sí. En definitíva te creería.


--¿Tenias que hablar de eso? —Echó a rodar sus pupilas—Bien pues…—Se adelanto—Entonces si me creerías—Bufó a la vez que sonreía.

--Exactamente sí—La miraba con insistencia tratando de averiguar qué pasaba. No era normal que estuvieras así—Pero vamos... dime que pasa te noto. No se alerta
--¿Alerta? Nada, es solo que…—Entró en la habitación—Es solo que... —Sacó de su bolsillo trasero, un papel, estaba mirándolo insistentemente sin dejar de sonreír—Es solo que... —No se había percatado de que era como la cuarta vez que decía eso, no le quedo de otra que echar a reír pasiva.
--Es solo que ¡QUE! —Me estaba comenzando a aturdir—Solo dilo. No creo que sea tan malo. Ni que te hayas besado con Tom Kaulitz ¡por dios!—Lo dije como diría mi mamá. De dientes para afuera—Y te dio su número de habitación ¿No? —Reí nerviosa—Ya suéltalo.
--No de habitación—Soltó una risilla y repitió lentamente—“No exactamente el de su habitación”—Se tumbó a la cama, como si lo que acabara de decir fuera la cosa más sencilla y normal del mundo.
--Entonces de su celular ¿No? —Reí aun más nerviosa. No se me antojaba de buen augurio tu forma de hablar—Mira estas en confianza solo escúpelo
--Si—dijo segura de su respuesta
--¿¡Que!? —Grite con un tono de paranoia e histeria— ¿¡Hablas enserio!?
--No, estoy sonriendo como boba, sujetando un papel con un numero de celular, en la mano de un policía que se me acerco insinuándoseme muy sexy... ¡¡¡TU QUE CREES!!! —Comenzó a brincar de ¿emoción? ¿felicidad? ¿Nervios? no sé, por muchas cosas, en ese momento no sabía si estaba sonriendo o llorando, pese a que casi enfrente de mi había un espejo, si, le habían afectado y mucho esos dígitos.
--¡¡No.... JUEGUES!!—Brinqué junto con ella—Qué emoción y dime, dime que tal habla Tom. Bueno supongo que no ha de haber sido una conversación cómoda en el baño ¿No?
--Ah sí, pues es qué ¡Coño! —Había soltado una mala palabra y sin razón, estaba demasiado ¡Exaltada! de eso no había duda—Tiene una voz tan, única y todo él es tan, tan, tan... ¡¡¡¡No sé!!!! Diana me ¡Hiperventilo!
--Cálmate y siéntate en la cama—Hable con suma calma. Aunque si estaba eufórica por qué mi hermana había conocido a Tom su sueño—Cuéntame de que hablaron en el baño. Debió haber sido lindo y toda la cosa. Aunque después un total idiota haya hecho trizas tu camioneta.
--Eso…—Se quedo callada un momento. Como si estuviese buscando las palabras adecuadas—Si fue muy lindo. Y no es un ¡Player! Como dicen todas—Se puso nerviosa, o quizás enojada—Ah sí… la camioneta—Miro el papel de nuevo—Mi camioneta—Suspiro… al parecer feliz.


--¿Por qué miras el papel? —Le mire como perrito—No pienses en la camioneta. Mejor Piensa en Tom. Es mejor pensar en lo bueno que en un idiota que destrozó ese ahora cacharro carísimo
--Es que no me lo has entendido ¿cierto? —Rió—Diana ¡¡¡¡DESPIERTA!!!!—Me sacudió.

--¿Qué tengo que entender? —No lograba captar, lo que trataba de decirme.
--Se que es muy tarde y que es de noche pero ¡Despierta!—Me lanzó una miradilla, que me estaba gritando que aquel idiota, que había estrellado esa camioneta era él. Tom.
--Oh mierda no me digas que él...—No termine la oración cuando ella ya me había interrumpido.
--¡TOM, TOM SI!—Admitió emocionada
--¿Él fue el idiota que te destrozo la Lincoln?—Inquirí confundida, molesta y aturdida. Eran demasiadas sorpresas para mí. Con la misma persona.
--Baño y camioneta, si—Dije más calmada—Y no es idiota. Bueno no tanto como idiota, quizás un tarado sí. Es eso—Me sonrió.

--¿Perdón? ¿No es un idiota? Dime cómo quieres que le diga. ¿Qué maneja con los ojos cerrados o que carajos?—Grite furiosa—Casi me matas por lo que estuvo a punto de pasar con tú camioneta en el periférico. ¿Y a él no le dijiste nada?—Inquirí.

--Tonta, no te iba a matar por la camioneta. Si se que, yo la amo, pero es algo efímero. Material ¿Me entiendes?—Me lo explico tan calmada como si fuesen las dos de la tarde— Si te iba a matar ¡¡Fue porque me diste un susto de muerte!! ¡Y solo por querer saborear velocidad! .Por eso
--Ah… era por eso—Admití apenada y cabizbaja— ¡Pero eso no quita que adiós camioneta de lujo, gracias a un espécimen con trenzas!
--Ese espécimen con trenzas, es el espécimen con trenzas más hermoso del mundo—Se abrazó a sí misma, casi cantando lo ultimo—Para eso es el papel—Me lo mostro—Me va a pagar los daños
--Oh...es—Ni yo misma lo podía creerlo—Es genial que pague sus desastres. Al menos no es un niño mimado que huye de sus responsabilidades—Mire hacia el techo—Me pregunto si...
--¿Si qué?—Entre cerró los ojos intrigada y con un gran signo de interrogación en la frente. Claro literalmente hablando
--No nada olvídalo—Sacudí las manos como si estuviese espantando moscas, para alejar esa pregunta imbécil. Era más que obvio que... que hasta me costaba decirlo en mi propia mente—Dime ¿Mañana veras temprano a Tom?
--Si, iré a su hotel, el no sabe moverse aquí, así que…—Rió, pensando en esa pregunta, sonaba tan, tan irreal, que si no estuviera tan distraída del todo, seguro que vomitaría y ensuciaría mi edredón y claro el piso también—A verlo… A verlo—Suspiro— ¡A VERLO! ¡¡IRE A VER A TOM!! —Me miró— ¿¡Sabes la magnitud de las palabras que salen de mi boca!? —En realidad creo que ni ella misma lo sabia.


--Genial, al fin te pasa lo que tanto has soñado—Admití—Creo que mañana tendré que dar una buena justificación del porque faltaste a la preparatoria.
--¿En qué prepa voy? —Sí, sonó tonto pero ¿Y qué? Ella estaba distraída con su asunto de Tom. ¡Y puedo jurar que apenas recordaba su nombre! y el de personita que tenia a lado, y a mí no se me hace tonto que preguntara en que prepa va, además es mejor precaver ¿verdad? A lo mejor se le olvida de por vida se va y no lo recuerda, se pierde, muero y sí que le pongan un sello en la frente que diga “Drama Queen” .Aun así yo la amaba tal y como era.
--Supongo que en la preparatoria 6—Había perdido en definitiva a mi hermana—Y creo que no eh hecho nuestro trabajo, de el estúpido señor banner.
--Banner, banner, me suena—Se quedó pensando—Diana estoy gravísima ¿Verdad?

--Sí. En cuanto a lo de Banner él es el profesor de español, patético y que sorbe mocos—Si la habíamos perdido por completo— ¿Y sabes qué? Tú tienes un caso severo de Tomitis aguda.
--Tom—Puso una cara como de placer—¡¡Es que Diana entiéndeme!!—Se exaltaba más a cada segundo—Es Tom… Tom, ¡Thomas! ¡¡Un Kaulitz!! —Se levanto de la cama—Es simplemente él. ¡En serio moriré! —Hizo un gesto que imitaba a alguien muerto, en realidad parecía otra cosa. Con decir que verla me causo tanta gracia que me eche a reír.



--Un zombi—Reí—Ya sé que es un Kaulitz. Un kaulitz... lo sé un kaulitz—Note nostalgia en mi voz. Quizás por recordar la llamada de ese imbécil de nombre Javier—Pero recuerda, tú eres la que mejor conoce a Tom así que actúa con cordura mañana en la mañana ¿Quieres?
--Si, de hecho iba a decirte eso. No me hare ilusiones y menos con alguien como él…—Agachó la mirada, algo triste—Famoso… y además tiene mejores chicas con las que puede galantear ¡A gusto! .Yo solo pinto para él, como la chica a la que le estrelló la camioneta, hermosa y cara. Solo eso—Bufó—Eso y nada más—Se cruzo de brazos y miro el suelo. Para ella era algo duro volar, experimentar lo bonito que es conocer a tu ídolo y que de un segundo a otro te corten las alas. Dejándote en caída libre. A punto de estrellarse con la dura realidad nada más. Se había estrellado con la dura realidad. Y por completo.

--Mira—La conforte—No eches nada en saco roto. Puede que pase algo—Le alenté.

--Lo dudo, mírame, ¿Quien en su sano juicio se atrevería a siquiera mirarme?—Se miro con repudio a si misma.
--Yo—No me gustaba esa tonta actitud de: soy fea nadie me quiere… Aunque yo misma la tuviese—Así que no empieces. Mejor ve buscando algo en mi closet para que te pongas mañana. Debes verte como toda una mujer que impone. Aunque creo que mi ropa fue hecha para un palillo—Reí—Soy un popote con miembros y cabeza.
--¿Y decías tener lonjas? —Puso los ojos en blanco. Estaba algo molesta por qué yo toqué el tema— ¡Y además tú no cuentas! —Me lanzó una mirada rabiosa—A ver popote con manos y patas, ayúdame a sentarme que ¡No puedo! .Si me muevo me mareo—Bufó una vez más— ¡Ese hombre aun no me ha rozado y me estoy muriendo!—Miro hacia el techo—Diana toma nota, toma nota. No permitir que me salude de mano Tom, “Y MENOS AUN”—Recalco eso último—Que me dé un beso en la mejilla ¿Ok?

--Toma notada mi señora—Reí y ayude a sentarse a la moribunda e hiperventilada hermana que tenia— ¡Óyeme si tengo una que otra lonja que no puedo bajar! —Tome entre mis dedo ese pedazo de carne grasosa en mi estomago denominada llantita de grasa ¡—Estúpida lonja ¡Lárgate de mi cuerpo! —Fruncí el ceño—Creo que tendré que hacer aun más rigurosa mi dieta.
--¡La rigidizas más, y utilizo la defensa de mi coche para hacerte entrar en razón!—Me amenazó
--Entonces no hay problema alguno. En tu auto ya no hay defensa—Reí hasta que me doliera la boca del estomago.
--¡¡Tranquila, el chico de trenzas me dará una y nuevecita!! —Remató—La arranco si hace falta.

--No creo que me golpees. Estarás muy ocupada pensando en él—Declare muy segura de mi misma.
--¡Bah! Ya dije que no ilusiones. Cero. Nada—Cruzo los brazos—Simple y sencillamente ¡No!

--Nunca digas no, porque terminas contradiciéndote a ti misma—Le dije.
--Diana—Dijo con un tono de melancolía en la voz—No quiero arriesgarme a algo que se, no va a suceder y que solo terminara estrellándome en la dura realidad—recordó su metáfora quizá. Solo hacía ese gesto cuando lo hacía, y era demasiado cierta, incluso dolía, pese a que era solo eso. Una metáfora, dolia. Como miles de puñales incrustados en el hígado. Y les aseguro que si ese dolor ficticio matara, ella estaría ahora mismo a tres metros bajo tierra.

--Bueno—Acepte su decisión—Ahora duérmete... Mientras yo hago ese trabajo idiota. Debes estar fresca para discutir mañana el estado de esa Lincoln.
--Que más da…—Admitió abatida— ¿Qué trabajo? —intentaba cerrar sus ojos, y todo en vano, no podía si quiera mantenerlos un minuto cerrados.
--El de Shakespeare… Romeo y Julieta. Ya sabes Romanticismo y demás—Intente ocultar la alegría que me daba hacer ese trabajo—Mejor date una ducha y duérmete o quizá bebe un vaso de leche tibia. Yo mientras hago esto.
--No estoy de ánimos y ni me puedo parar, además en cuanto tome la leche veras que la regreso en seguida—Hizo amago de dormir, hasta que finalmente lo consiguió.
Cuando al fin se quedo dormida, encendí la PC. Espere hasta que el ordenador se iniciara correctamente para poder al fin ponerme a escribir la triste y romántica opinión acerca de Romeo y Julieta.
Sabia de sobra que el romanticismo se me daba. Pero era algo que nadie más debía saber. No todo el mundo lo acepta. Y mucho menos en el siglo XXI
Comencé el trabajo con una breve paráfrasis de lo que era para mí el amor. Y fue allí cuando sentí un gancho al hígado.
Sus ojos, su mirada me comenzaban a atacar.
Cabello rapado por los lados, maquillaje y sonrisa perfecta. La pequeña descripción de mi atacante mental. Incluso era una amenaza para Jeanette también, porque de no ser que yo acabara ese reporte, ella también reprobaría literatura con Banner.
Medio dormida, Jeanette comenzó a moverse. Quizás pensaba, en que haría al día siguiente. Ojala y todo salga por lo menos, con decencia. Y después se calmo.
Oí la inquietud de Jeanette de nuevo en la cama. Seguramente los nervios, seguían por lo que haría mañana con Tom Kaulitz Trümper.
Me acerque a ella y sobe su cabeza con mis manos.
--Shhh... Duerme. Todo Estará bien—Le susurré al oído con suma dulzura y delicadeza—Descansa. Solo eso descansa.
--Diana—Susurró entre dormida—No quiero estrellarme, ¡No quiero¡—Una pequeña lágrima resbalo por su mejilla, mojando todo lugar que recorría incluida la almohada en la que su cabeza estaba recargada—En cada recoveco de mi mente esta él. Su sonrisa, las cosas tan bonitas con las que se refería a mí, imposible… ¿Pero podrá ser cierto? Y me está matando por dentro.
--No lo harás. No te estrellaras. Las princesas siempre saben qué hacer y tu no serás la excepción—Limpie la lágrima que había dejado caer—Dedica tu mente a pensar en ti. No más en el. Inténtalo
--Si pienso en mí solo me deprimiré más—Rió un poco mientras hacía el intento de abrazarme.
--Entonces piensa en gomitas—Aguante una risilla—Sobre todo las de mandarina ¿Recuerdas?—Deje que me abrazara como a un osito de felpa.
--Hmm si—Se las saboreaba, de verdad que le gustaban un montón—Diana ¿Para cuándo es ese trabajo de tal Bender ese o como se llame?

--Banner—Le corregí—Para mañana. ¿Y tu porque me preguntas eso? Solo piensa en gomitas y no en tarea.
--Por qué no quiero que te desveles—Me abrazo aún más fuerte. Como queriendo que me acostara para usarme de almohadón.
--No me voy a desvelar. Te aseguro que cuando menos te lo esperes ya estaré aquí contigo—Le prometí.
--Bueno—Se acomodó y se hizo una pelota. Algo así como en posición fetal—Que pases Buena noche.
--Igualmente—La arropé y volví al escritorio donde estaba mi PC—Duerme bien.
Trate de seguir mi trabajo. Shakespeare se merecía tener toda mi atención y sobretodo esa novela tan romántica y delicada como lo era Romeo y Julieta.
Decidí antes de ponerme de lleno a escribir, que tenía que servirme una buena taza de café para aguantar las horas que me llevaría hacer un trabajo digno de diez en la clase del Sr. Banner.
Deje un documento de Word en blanco. Y Bajé hasta la cocina. Ya allí tome una taza amplia y honda en la cual me cupiera una buena cantidad de café. La llene de agua y la metí al microondas le di 3 minutos para que el agua estuviera en el punto que a mí me gusta. Ya hecho eso, me dispuse a buscar el café soluble en las gavetas de la alacena, estaba segura de que yo había comprado uno la semana pasada cuando fui al supermercado. Y debí de haberlo guardado en algún lugar.
Iba a encontrar ese café. Seguramente estaba al lado de las barras de pan de caja. Tenía que estar allí. Yo recordaba haberlo puesto en ese lugar. Y si no estaba era porque yo ya padecía de lagunas mentales.
Busqué en el lugar donde se suponía tenía que estar mi producto favorito. Y así era. Allí estaba. Era una prueba de que yo no padecía Alz Heimer como creía.
Y justo a tiempo, que lo había encontrado. El microondas me aviso que mi agua ya estaba lista. Puse el café en la mesa y saqué mi taza con mucho cuidado por la oreja. No quería quemarme así que de inmediato la puse justo ha lado del café soluble.
Saqué una cucharita cafetera del cajón de cubiertos y me dispuse a hacer mi mezcolanza de polvos en esa hirviente agua.
Le echaría tres cucharaditas de café y unas seis de azúcar. Me gustaba demasiado el azúcar, quizás por eso la ingería con tanta frecuencia. Estaba segura que era un vicio por la glucosa.
Mezcle todo, le dpi un sorbo y me di cuenta, que le hacía falta una cucharadita y media más de azúcar. Así que se la agregué.
Terminado esto subí las escaleras hacía mi cuarto para ahora sí. Dedicarme de lleno en la escritura de mi trabajo.
Deje la taza a mi lado derecho. Junto a mi lámpara. Y comencé a redactar.
Las palabras y las ideas fuero fluyendo sin control y mis dedos se movían tan rápido que ni yo misma me lo podía creer.
El tiempo también transcurrió sin que yo me percatara. Cuando al fin había cavado el trabajo y lo mande imprimir. Eran las cinco de la mañana en punto.
Me quedaba poco tiempo para hacer tantas cosas, cómo: Ducharme, cambiarme, alistar mi mochila, poner la alarma para que Jeanette no llegara tarde a su cita con Tom, dejarle el desayuno hecho, mover la camioneta de mi papá para que ella pudiera sacar la suya cuando lo necesitase, tomar el autobús escolar y entrar a clase claro.
Todo eso en tampoco tiempo, terminaría matándome. Eso sin contar que no había pegado el ojo en toda la noche.
Eso solo dignificaba una cosa. Me pondría de mal humor en el colegio, era más que seguro que eso pasaría.
Pronto a mi cabeza llego la grandiosa idea, de hacer todo lo que pudiese mientras mi trabajo e imprimía, no esperar como una boba sin remedio sentada ante el monitor, esperando que se imprimieran unas sesenta y cinco hojas. Me levante de mi asiento. Me acabé el último sorbito de café que quedaba en mi taza y me dirigí al baño a darme una ducha rápida.
Cuando salí del baño, me cambié y me dirigí hacia la cocina a hacer el desayuno de Jeannette. Y así fue, le prepare unas deliciosas crepas rellenas de mermelada de fresa y con un poco de queso cottage encima. Tenía la esperanza de que se las comiera, porque conociéndola pensaría que es comida de dieta y les haría el feo a mis crepas. Así que para aclararle el asunto pensé en dejarle una nota. Antes de eso le puse una tapa de plástico, que se suponía su función era conservar un poco el calor de los alimentos mientras tuvieran a esta encima.
Subí las escaleras apurada, me acerque de nuevo a mi escritorio, esta vez para tomar una nota post-it para escribir el recado que le dejaría a Jeanette, justo pegado en frente del reloj. Este sonaría algo así de las 7:30am para que ella tuviera tiempo de arreglarse y conducir…bueno más bien llegar como fuese a ese hotel a ver a su Tom.
La nota decía:
Jeanette:
Si estás leyendo esto son las 7:30 am, debes levantarte.
Recuerda que hoy debes ver a Tom. Creo que eso por nada del mundo lo olvidaras, así que Dúchate, arréglate y por favor desayuna. Te deje algo hecho. Está en la mesa.
Llama a un servicio de taxis para que te dejen en tu destino.
El número está en la hielera.
Te quiere.
Diana
Era todo. Al menos la computadora y la impresora ya habían acabado su trabajo. Era tiempo de apagarlas. Se merecían un descanso.
Tomé el mouse, cerré todas las ventanitas y pulse el botón de apagado. Y comenzó a cerrarse el sistema. Apagué la impresora solo apretando el botón rojo. Y después apagué el monitor. Salí de mi habitación procurando no hacer mucho ruido para no despertarla.
Baje las escaleras. Y tome las llaves de la camioneta de mi papá. La moví a la entrada, para que la grúa pudiese sacar el cacharro lujoso ese. Entre de nuevo a la casa y deje las llaves en su lugar y estaba a punto de salir de la casa, cuando recordé que mi mochila y el trabajo estaban allí arriba, en mis aposentos. Tuve que subir por ellos con sumo cuidado y claro sin hacer alboroto alguno.
Salí de casa a tiempo, con unos ocho minutos para correr hasta la parada del autobús escolar. No me aliviaba nada tener tan poco tiempo para correr, pero qué más daba. No tenía opción.
Cuando llegue a la parada tenía 30 segundos de tiempo libre. ¿¡Qué gran premio no!?
--Bah—Bufé— ¡Estúpida escuela!
El camión llego, subí a él y comenzó un día nuevo para mí. Y para Jeanette también.

lunes, 3 de enero de 2011

EL CONCIERTO DE MI VIDA.(SEGUNDA PARTE)

--No. No voy a decir algo que no pienso—Tome su mano derecha, quitándola de su rodilla—Pero, tampoco voy a mentir. Pienso que…
--¿Qué?—Inquirió— ¿Qué estoy loca y desesperada?
--No. Pienso que también es necesario que… pues que te sientas amada de la forma que tú quieres—Tenía que admitirlo. A veces cuando más acorralada te sientes siempre esta tú pareja para ayudarte y aconsejarte—Eso es lo que pienso. Así que estoy segura de que llegara pronto a tú vida alguien que merezca tú amor.
--Realmente eso quiero—Me miro. Sus ojos estaban rojos como los de un conejo y llenos de lagrimas—Solo eso.
--Lo sé—La conforte. Pero en mi voz había una pequeña nota de nostalgia, que ojala ella no haya notado—Te entiendo.
--Por eso eres mi hermana. Tú si me comprendes—Se acercó para que la abrazara—Por siempre juntas ¿De acuerdo?
--De acuerdo—La abracé—Hermana… mi hermanita
De repente sonó el celular de Jeanette con la canción “Attention”. Contesto y era su mama.
--¿Bueno?—Limpio sus lagrimas con la manga del suéter— ¿Quién es?—Me miro extrañada, como cuestionándome si tenía idea de quién era—Ahh… Mamá. Si ya vamos. Ok Adiós.
--¿Qué dijo?—Inquirí con sumo interés--¿Pasa algo malo?
--No—Frunció el ceño—Solo me llamo para recordarme que llegan dentro de dos semanas. Y que cuide bien la casa. Solo eso.
--¡Que seca!—Arrugue la nariz en señal de molestia—Jeanette ya es tarde vámonos ¿sí?
--Si—Me miro de nuevo con lagrimas entre los ojos—Solo voy por mi maleta de ropa y los boletos. Y no vamos.
--Ok—Le dedique la sonrisa más cálida que tengo—Aquí estoy para ti. Siempre.
--Lo sé—Estiro la piel de sus mejillas, al parecer era una sonrisa—Te amo hermanita.
Le guiñe un ojo, salí de su cuarto. Baje las escaleras hasta llegar a la sala y allí me senté a esperarla.
Sentía que el corazón se me partía en dos. Ella estaba triste por falta de amor. Y yo en lo único que pensaba era en si seguiría poniéndome atención.
No soy ni fui buena amiga con ella. No estaba al tanto de sus necesidades ni de sus sentimientos. Solo pensaba en mí. Todo tenía que estar alrededor de mí. Maldito egoísmo.
¿Realmente puedo llamarme amiga? —Pensé hacia mis adentros— ¿Lo soy?
No estaba segura de poderme responder esa pregunta a mí misma, pero de lo que si estaba rotundamente segura era de que yo estaba pensando demasiado en mí y nada en ella. No era justo.
Había arrastrado hasta la miseria a Jeanette también. Y ella siempre estaba feliz, bueno casi siempre.
Era horroroso que yo estuviese destruyendo las ilusiones y la vida de mi hermosa Jeanette. La estaba condenando a vivir siempre sola y acompañada de una depresiva amiga como yo. Llegue a pensar que quizás por mi culpa y por mi compañía ningún chico se le acercaba.

Ella bajó más pronto de lo que yo esperaba. Con una valija que aparentaba pesar poco. Pero las apariencias engañan.
--Ya estoy lista—Me informo. La mire de reojo y aun tenía cara de haber llorado más en su habitación—Vámonos.
--Claro—No pude mirarla a los ojos. Únicamente me limite a contestar— ¿Tienes todo?
--Si no olvide nada—Se paro detrás de mí. Lo pude sentir—Vamos anda.
--Si—Le quite las llaves de las manos, sin mirarle el rostro—Vamos—Tome su maleta. Pesaba toneladas—Aun tenemos que arreglarnos.
--Es verdad—Su voz reflejaba más tristeza que antes.
Me adelante y salí antes de la casa para poder acomodar la maleta en el porta equipaje. Pero no me había percatado que las llaves no eran del Dodge Charger 69 de color negro en el que habíamos llegado. Si no del auto que el padre de Jeanette le había obsequiado una Lincoln Navigator 2011 muy lujosa y de color negro como su Charger. Yo no conocía por dentro esa camioneta. A ella no le gustaba llevarla a la preparatoria, se le hacía presuntuoso aparecerse en una escuela pública con tremendo auto. Aparte de que era una invitación abierta a cualquier delincuente. Era demasiado lujosa y cara.
Esa camioneta había sido una forma de reivindicarse de sus padres con ella. Le habían hecho pasar un trago muy amargo y que mejor que supuestamente hacer sentir mejor a su hija que dándole un regalo caro.
Yo no metería mis narices en ese asunto, cuando me entere de ese regalo me puse como una fiera. Estaban comprando el perdón de su hija. Por dios, eso me ofendía. Pero no cometería de nuevo el error de opinar acerca de ese tema. Cuando lo hice Jeanette y yo terminamos peleando y nos dejamos de hablar cerca de un mes. Fue el peor mes de mi vida.
Bufé y me di la vuelta. Me dirigí hacia la cochera.
--No la vas a poder abrir—Me dijo ella—Déjame abrirla desde adentro.
--Ok—Asentí
Al menos esa camioneta estaba bien protegida. Se abría desde adentro y con sistema de alarmas y sensores en la cochera. Supongo.
Sería una lástima que ese regalo del mal fuera robado. Y me daría más lástima porque aunque Jeanette no usara mucho esa camioneta, la adoraba.
Se abrió la cochera, poco a poco. Lo primero que pude observar fue la defensa negra con faros para la niebla. Después allí estaba totalmente al descubierto ese monstro de camioneta. Era grande y lujosa. Brillaba demasiado. Estaba rechinando de limpia. Sus faros delanteros eran más grandes que mi cabeza o quizás estaba alucinando de la sorpresa.
--Anda, ya puedes guardar la maleta. Yo iré a cerrar algo dentro de la casa y vengo—Me indico con el dedo índice de su mano izquierda—No tardo.
--Está bien—Trate de tragar saliva. Estaba helada de la impresión—Aquí te espero.
--Bien—Se metió de nuevo a su casa, por la puerta que había dentro de la cochera.
Trate de que no me temblaran las manos. Tome las llaves y pulse el botón con el que se quitaban los seguros de las puertas. Y después abrí la cajuela con otro botón que había en el pequeño control de las llaves.
Los interiores eran color beige. Y el espacio de la cajuela era muy amplio. Coloque la valija en la esquina derecha. Detrás de un asiento. Cerré la portezuela con sumo cuidado, tenía miedo de que le pasara algo a la camioneta.
Me dirigí a la parte delantera de nuevo. La puerta era realmente brillante a pesar de la pintura negra. Podía ver mi reflejo. Abrí la puerta y me introduje en la camioneta de un solo salto.
El asiento era cómodo, demasiado cómodo. Había también demasiados botones a mi alrededor, en el volante, en la puerta, en el techo y en donde se suponía debía ir un estero normal. Pero no era así todo era demasiado glamoroso. Me asustaba y me daba miedo que al picar uno de esos botones se descompusiera la camioneta. Era un auto marciano.
Y para mi sorpresa me encanto. Esa camioneta alienígena me había fascinado. Ahora lo que hacía falta saber era si podía correr a más de 180 km/h. Tomé el volante entre mis manos y lo apreté. En mi cara apareció una sonrisa de emoción la pude ver gracias al espejo retrovisor y yo no entendía el porqué de ella. Ni siquiera era un auto compacto y veloz como para que me encantara así.
Me mordí el labio inferior.
--Estoy lista—Lo dije en voz alta—Si que lo estoy.
Puse las llaves en el switch y encendí el motor. Inmediatamente se sintió la vibración que se produce cuando esta encendido y sus 118 caballos de fuerza me hicieron hervir la sangre de la emoción. Quizás porque nunca había conducido un auto tan lujoso. Tan caro.
Me abroche el cinturón de seguridad. Y me acomode en el asiento. Trate de calmarme. Ya me estaba imaginando como luciría conduciendo esa camioneta. Me vería algo fuera de tono, pero bien supongo.
Quizás si trajera otro tipo de ropa puesta me vería mejor y más presentable. Y con unos lindos lentes para sol, muy grandes, tendría el toque perfecto.
--¿Ya estas lista?—Jeanette había interrumpido mi fantasía tocando la ventanilla del copiloto--¿espero que sí? Hoy es el gran día
--Si lo sé—Le sonreí—Estoy tan emocionada
--Yo igual—Esbozo una sonrisa hermosa—Oye ábreme la puerta por favor
--Claro—Pulse un botón para quitar los seguros. Estaba en el volante. Cuando encendí el auto seguramente se bajaron los seguros—Entra amore es hora de irnos.
--Lo sé—Tomo mi mano derecha la que estaba en la palanca de velocidades—Estoy muy emocionada por ver a mi Tom
--¡Hay sí qué emoción!—Estruje su mano--¡Vámonos, vámonos!
-Sss…—No la deje acabar la oración cuando yo ya había pisado el acelerador—iiiii
--Amore ponte el cinturón de seguridad—Le indique mientras trataba de no arrollar a el duende que estaba adornando su jardín—Por favor
--Si lo haría si pudiera. Para un poco debo cerrar la cochera—Me pidió aferrándose hasta con las uñas al asiento—Debo presionar el botón.
--Está bien—Tuve que pisar el freno—Abróchate el cinturón y cierra la cochera.
Se puso el cinturón y de la guantera saco un control remoto pequeño, presiono un botón rojo y de inmediato se cerró la cochera.
--Listo vámonos—Me sonrió.
--Ok—Pise el acelerador—Genial hoy será el mejor día
La camioneta era automática así que no habría mucho cambio de velocidades. Al principio no me preocupaba, pero a mí lo que más me emocionaba de conducir un auto era hacer el excitante cambio de velocidad hasta llegar a rebasar el límite de velocidad. Eso me volvía realmente loca. Quizás por eso Jeanette nunca me dejaba conducir. Sabía que yo era una maniática adicta a la velocidad.
--¿Te disgusta que no sea estándar verdad?—Me cuestiono, casi mofándose—Tu cara me dice que sí. Solamente hace falta que me lo confirmes.
--Pues…—Me quede callada. No sabía que contestarle. Ella ya había deducido que su camioneta me molestaba un poco, por ser automática y no estándar. Pero qué más daba—Si me saca un tremendo coraje que no sea estándar pero, está bien. No me voy a morir por no conducir un estándar hoy.
--Tu no conduces cariño—Se rio—La que maneja soy yo. Precisamente porque tú tienes una enfermedad con la velocidad.
--No es una enfermedad. Solo soy adicta a ella… desde que tengo uso de razón—Admití cabizbaja. Y era cierto cuando mi padre bajaba por una colina empinada, yo lo primero que gritaba era “Písale papá” El jamás me hacía caso, pero desde muy, muy joven amo la velocidad—Bien sabes que sí.
--Si ya lo sé, tú madre no deja de contar esa historia en épocas de navidad—Se toco la frente con la mano—Esa donde bajaban, por la colina más empinada de las Lomas de las Águilas y le gritabas a tu papa “Písale papá, písale”—Rio jubilosa—Adoro cuando relatan esa historia y te pones roja en la mesa. Eres tan, no se tierna.
--¡Qué linda!—Le lancé una mirada furtiva—Ríete de las historias vergonzosas que cuenta mi mama de mí. Eso me hace sentir como un bebe cada navidad.
--Pero eres un bebe muy lindo y tierno—Rio a carcajadas—Eres tan… Cursi y adorable. ¿Cómo no quererte? Eres realmente encantadora.
--Muchas gracias—Me ruboricé—Pero eso no quita las vergüenzas que me hace pasar mi mamá cada navidad, contando esa historia que ya todos se saben.
--Tú mamá es un amor—Sonrío—Aunque a veces sí es muy cómico cuando cuenta esa vez que hablaste de las…
--Calla—La mire—No hables de eso.
--Está bien—Miro a la gente en la calle— ¿Oye estás segura de que vamos a tu casa?
--Si—Admití cortante—Vamos para mi casa, solo que por un camino más corto.
--Ah Bueno—Me miro insistente— ¿Y qué te parece mi camioneta?
--Bien…muy apta para ti. Supongo—Admití—Y pues es segura. Creo.
--Si verdad…---Musitó—Se nota que te gusto.
--Si me gusto de verdad—Repliqué—Es un bello automóvil.
--Claro es notorio—Había sarcasmo en su voz—Preciosa la camioneta ¿Verdad?
--Si—Me hice hacia adelante un poco, tratando de ver el semáforo de la calle. Y estaba descompuesto. Iba a ser toda una hazaña atravesar el Periférico sin semáforo y más con tremenda camioneta--¡Por dios!
--¿Qué?—Vi esos ojos cafés y grandes. Aun estaba triste— ¿Pasa algo con la camioneta?
--No—Admití—No hay semáforo.
--¡¿Qué?!—Su cara ahora tenía un gesto de pánico— ¡¿Cómo que no hay semáforo?!
--No lo hay—Dije—Pero intentare pasar el periférico, sin semáforo. Solo sujétate bien.
--¡¿Qué!?—Me miro con terror--¡¿Qué vas a hacer qué?!
--Cruzar el periférico, sin semáforo. A la antigüita—Lo dije con sumo control, no quería asustarla más de lo que ya estaba—Así que tú solo tomate de lo que puedas; porque tendré que pisar a fondo el acelerador para que no nos choquen. Y no quiero que te golpees la cara o algo así.
--Bien—Le temblaba la voz tanto como las manos—Solo espero que no nos pase nada malo.
--No pasara nada. Confía en mí—Mentí. Yo esperaba que no nos pasara nada malo. Confiaba en que todo saldría bien—Estaremos en menos de lo que te imaginas en casa.
--Está Bien—Inhaló aire. Y lo contuvo
--¿Lista?—Tome su mano.
Ella asintió con la cabeza, sin dejar salir el aire que había en sus mejillas. Sus mejillas asemejaban a las de una pequeña ardilla que tenia atiborrados los cachetes de bellotas.
--Bien—Solté su mano—Todo saldrá perfecto, así será.
Vi pasar un Chevy Monza azul hecho un bólido enfrente de nosotras, cuando se quito de mi paso aceleré hasta el fondo.
Oí el rugido del motor, si no fuera en estas circunstancias, podría asegurar que se oyó como un dragón. Pero no era el momento adecuado de encontrarle parecido a los ruidos del motor con monstros de la época medieval.
Al momento íbamos a 110km/h y la plumilla de indicador de velocidad iba en aumento. Hasta ahora íbamos bien. Ningún carro a nuestro paso, así que me seria sencillo llegar hasta mi casa.
Unos segundos más tarde, un Jeta 2000 turbo de color azul marino, se me atravesó enfrente. Estaba a punto de chocar. Hasta de matarme y no solo yo a una de las personas que más amaba también.
Gire el volante hacia la izquierda y las llantas se amarraron. Quedaron en diagonal, lo cual provoco que quedáramos a milímetros de estrellarnos con un muro de contención.
Si no hubiese reaccionado a tiempo Jeanette y yo nos hubiéramos estrellado y terminaríamos cómo galleta de humano con un metal muy caro.
Le di un giro al volante para esquivar al Jeta de nuevo, la fuerza de las maniobras habían hecho que estuviera a punto de golpearnos de nuevo. Las llantas de este chirriaron tan fuerte que sentía que los oídos me sangrarían. La parte trasera derecha de aquel auto azul se estrello en el muro de contención.
No me había percatado que en aquella carambola de autos, un tráiler había perdido el control y la caja estaba a punto de golpearnos a nosotras y al jeta recién impactado en el muro.
Encendí la camioneta. Se había apagado por un estúpido control de seguridad. Y Me eché en reversa al menos unos treinta metros lejos de allí. Jeanette grito y se aferro a el asiento con las uñas. Los Frenos AVS no se hicieron esperar y nos detuvieron en seco. Por suerte no nos impactamos, si no las bolsas de aire nos hubieran golpeado el rostro.
Baje de la camioneta. El conductor del auto azul no se movía. No podía dejarlo allí y que muriera aplastado.
Corrí hasta donde pude y grite con todas mis fuerzas.
--¡Muévase de allí!—Me estaba desgañitando--¡Hágalo ahora!
No lo hizo así que trate de acercarme más. Cuando oí a Jeanette Gritar:
--¡¡No lo hagas Diana!!—Vociferaba con desesperación--¡¡No, no por favor no lo hagas!!
--No puedo dejarlo allí Jeanette debo ir—Le explique—Tú solo quédate dentro del auto. No te muevas
--¡¡NO VALLAS!!—Me suplico--¡¡QUEDATE AQUÍ CONMIGO!!
Estaba en una fuerte complicación. Era ella ó salvar una vida. Una decisión difícil que debía tomar en cuestión de segundos.
Estaba a punto de contestarle a Jeanette que ella tenía que esperar en el auto, cuando el conductor de aquel Jeta se movió tirando a su paso unos botes de agua gigantescos que estaban en la carretera. Estos botes estaban impidiendo el paso hacia una excavación de poca profundidad. Menos mal, mejor atascado que muerto.
--Se movió regresa por favor—Me insistió
--Si ya voy—Declare. Pero no podía quitar la mirada de aquella fea carambola de autos, que fue provocada por aquel conductor que hacía unos instantes corría el peligro de morir. Me preocupaba el hecho que quizás traía niños a bordo. No podía sacar esas imágenes de mi mente. Cuando un claxonazo me despabilo—No te bajes. Allí voy
Me di la vuelta, y estuve a punto de dar un paso cuando vi venir sobre mí la caja del tráiler. Me iba a matar. La caja que transportaba metal, se había soltado y venia en mi dirección.
No vi pasar mi vida ante mis ojos en segundos, como toda la gente dice que pasa cuando estas ante una situación de muerte. Quizás conmigo andaba algo mal, porque no vi nada.
A lo lejos escuchaba a Jeanette gritar desesperada. Pero no entendía lo que ella decía. Solo sabía que era su voz.
A lo mucho faltaban segundos para que esa gigantesca caja de muerte me aplastara. Sentí un hormigueo en todo mi cuerpo. El cabello se me alboroto como si yo estuviese en el metro. Ese chiflón de aire que llega cuando el vagón se detiene para que uno se suba a él. La caja estaba ya prácticamente sobre mí. Me cercenaría la cabeza y después me haría papilla.
Tenía ante mis ojos, a mi verdugo. Una maquina de muerte hecha por el hombre acabaría con mi vida, en un abrir y cerrar de ojos.
Estaba lista para recibir mi muerte. Pero cuando realmente me tocara morir. Así que en cuanto sentí a la caja encima de mí me tire al suelo y escuche un estruendoso impacto con el muro de contención.
Varias personas gritaban “Mato a la chica, la mato”. Gire mi cabeza hacia la derecha y allí estaba la Lincoln y Jeanette a lado de esta, ella miraba con impotencia el lugar en donde se suponía debía estar mi cadáver.
--¡¡Mierda no!!—Se tomaba el cabello con desesperación, como si quisiera arrancarlo de raíz—¡¡Ella no puede estar muerta. Ella no!!
La vi aproximarse al lugar corriendo como nunca lo había hecho. Trate de levantarme lo más pronto posible, antes de que la caja en verdad me callera encima.
Así lo hice gatee hasta el otro lado del tráiler. Donde no había nada más que asfalto. Me levante en cuanto llegue sana y salva al otro lado y corrí hasta donde Jeanette.
Ella no me vio al instante. Seguía con esos grandes y expresivos ojos cafés clavados en el lugar de los hechos.
--Amore—Le susurré—Estoy aquí, logre quitarme antes de que esa cosa me aplastara—La tomé por el brazo y la abracé—No morí hermosa, aquí estoy. Contigo
Sus ojos se iluminaron y se llenaron de lágrimas.
--¡Tarada!—Me soltó una bofetada— ¿Tú crees que eres la mujer maravilla? Casi te matas y me matas a mí de un susto.
Me quede helada del espanto. Aun no lograba procesar el golpe y los gritos que acababa de recibir.
Me abrazo, y se puso a llorar como una magdalena. Si de por sí estaba sentimental creo que con esto, se puso peor su depresión.
--¿Bueno ya vámonos no?—Lo dije con tanta tranquilidad que hasta yo misma me sorprendí—Se nos hace tarde para el concierto.
--¡¿Qué?!—Abrió los ojos como platos--¡¿Qué acabas de decir?!
--¿Qué se nos hace tarde para el concierto?—Le respondí con una pregunta tonta supongo.
Enarcó una ceja y se subió a la camioneta. No entendí porque se sentó en mi lugar. Se sentó en el asiento del conductor. Estaba loca si creía que yo la iba a dejar conducir.
Además yo tenía las llaves en el bolsillo derecho del pantalón. Así que me dirigí hacia donde ella estaba.
--Tu lugar es el de alado. Este es el mío—Le informe con mucho tacto—Recórrete por favor.
--Estas pero si bien babosa si crees que te dejare conducir después de lo que paso—Me grito a la cara—Dame las llaves.
--No—Fui contundente.
--Dame las llaves, te recuerdo que es mí camioneta—Furiosa recalco ese “Mi” y me ofendió con ese mí. Me hizo sentir como una arrimada—Así que dámelas.
--Toma tus llaves—Se las arroje a la mano—Bien tienes razón, es tú camioneta
Me subí al lugar del copiloto, furiosa. No había necesidad de que ella me dijera eso. Solo un “No conducirás mas”.
El resto del camino transcurrió en silencio. No deseaba cruzar una palabra más por el resto de la noche.
Es más era mejor no ir a ese concierto. Aunque muriera de ganas por distraerme un rato. Además en unas cuantas semanas más, dos para ser exactos empezaban los tediosos exámenes. Y después vacaciones de invierno. Así que si yo iba a ese concierto sería una experiencia inolvidable, verlos a ellos. Mis ídolos frente de mí, deleitándome con su música.
Decidí ir a ese concierto, por muy herida que estuviese. Estaba segura que Jeanette no había dicho eso con intención de herirme, pero lo hizo.
Estaba harta de mi posición económica. No había nada peor que nunca tener dinero para nada. Me sacaba de quicio realmente, porque siempre que salíamos a algún lado Jeanette pagaba todo y eso no era justo,
Yo lo único que podía hacer para compensarla era, que ella durmiera casi a diario en mi casa, prepararle una buena comida casera y siempre apoyarla en las buenas y en las malas.
Me parecía que yo hacía muy poco por ella, debía hacer más. Tenía que haber algo que yo pudiera darle qué compensara todo lo que ella me daba.
--Llegamos—Me informo—Ten cuidado al bajar. Está muy alto.
--Si gracias...ya se—Le conteste cortante.
Me desabroche el cinturón de seguridad. Y baje de la camioneta lo más rápido posible. Llegue al pórtico y del alero saque la llave para poder abrir la puerta.
Metí las llaves y entre a mi casa, prendí las luces de la sala y del pórtico. Puse de nuevo la llave en el alero.
Escuche a Jeanette entrar y poner su maleta en el piso.
--¿Tú te ducharas primero o yo?—Me pregunto
--¿Hay importancia en eso?—Lo dije con un tono incorrecto—Solo es un baño.
Puso los ojos en blanco. ¿Y pues que esperaba? ¿Quería que le contestara con dulzura después de lo que me dijo?
--Bien como quieras—Bufó—A fin de cuentas es tu casa.
Estaba a punto de decirle, que sí. Que era mi casa, tal y como ella me había dicho con lo de su camioneta. Pero no era correcto. En alguien tenía que caber la cordura.
Subí a mi habitación y con suma fuerza cerré la estúpida puerta.
Estaba furiosa. Pero un buen baño me quitaría el mal humor. Siempre lo lograba.
Me deshice de mi ropa y me metí a la ducha.
Esta vez si me puse a reflexionar. Las gotas de agua golpeaban con fuerza mi cabeza. Y no me importaba, solo quería que esas estupideces del dinero desaparecieran. ¿Por qué siempre hay que darle tanta maldita importancia al dinero? Era totalmente idiota hacerlo, ¿De que te sirven tantos bienes materiales si no tienes amor?
Quisiera saber cómo se sienten los artistas muy famosos que no tienen amor. Solo su cochino dinero. El dinero no compra el amor verdadero. Solo Hipocresía. Solo eso sabe hacer el dinero. Es más ni amigos de verdad tienen. El interés atrae a muchas personas. Nunca buscan a esa persona por verdadero amor, si no por fama, dinero, popularidad y demás cosas que un famoso puede brindarle a una supuesta pareja.
Toda esa mierda, me volvía loca. Estaba consciente que mi familia nunca estaba conmigo, mi papá trabajaba fuera de la cuidad, mi mamá siempre estaba con mi abuela. Y mi hermano estaba recluido en su trabajo. Así se podría decir que yo estaba igual de sola que un artista, solo que mi posición económica era media baja.
Aun con todos los miembros de mi familia trabajando incluyéndome. No alcanzaba el dinero para mantenernos. Éramos cinco integrantes: Papá, mamá, mi hermano, Jeanette y yo.
Si esa era mi familia y de ellos solamente contaba con Jeanette. Eso sí no se empeoraban las cosas entre ella y yo.
Era increíble que en el día más importante de nuestras vidas hubiésemos peleado tanto, y por cosas tan estúpidas.
Cerré la llave del agua y salí de la ducha. Me envolví en mi toalla y me senté en mi cama.
--¡¡Todo esto es una total mierda!!—Grite—No lo soporto más
Aventé la toalla al piso y puse el seguro a la puerta. No quería que Jeanette entrara a husmear nada. Estaba enfadada.
Caminé hasta mi closet y de allí saque mi ropa interior limpia. Traté de que fuera la más fina que yo poseía. Y me la puse.
Era momento de vestirme y lucir como toda una muñeca de aparador aunque por dentro fuera un verdadero campo de batallas. Nadie absolutamente nadie debía darse cuenta de mi batalla interna. Así que, qué más daba si fingía felicidad.
Me hinqué y saque las bolsas que estaban debajo de mi cama.
Saque todo. Todo lo que había comprado. Y me lo puse. Claro cuidando que todo estuviera perfectamente bien y en su lugar.
Tomé de nuevo la toalla y me seque los pies muy bien. Me pare sobre de esta y abrí el cajón de los calcetines que había dentro de mi closet. Tome unos negros y regrese hasta mi cama, encima de la toalla.
Me puse los calcetines y después saqué esos hermosos botines que tan caros me habían costado. A decir verdad todos mis ahorros se habían ido en ese día de compras. Y no solo los ahorros de unas cuantas quincenas. Eran ahorros de años.
Me calcé esos hermosos botines, que me acomodaban muy bien. Cerré ese cierrecillo con sumo cuidado y me puse de pie.
Me mire en el espejo que había en el tocador de mi habitación. Solo hacía falta que me maquillara un poco los ojos y que me peinara y estaba lista para ese concierto.
Pero tenía sed. Así que bajaría a la cocina por un vaso de agua. Quité el seguro de la puerta y baje las escaleras.
Me sentía cómoda con lo que calzaba. Me agradaba traer puestos esos botines de tobillo.
En la sala vi sentada a Jeanette mirando la televisión. Cuando me oyó bajar me miro.
--¿Te cambiaste…Ya?—Lo dijo con un tono de melancolía en la voz.
--Si—Admití muy cortante. Aun seguía enfadada— ¿Pasa algo?
--No nada. Creo que es tiempo de que me duche—Menciono cabizbaja—Creo que ya no comeremos nada antes de ir al concierto ¿Verdad?
--Pues si tu quieres comer algo antes de ir puedes hacerlo—Le aclare—Yo no comeré nada porque no apetezco. Además eh notado unas llantitas en mi cuerpo y quiero bajarlas.
--Allí vas de nuevo con el asunto de las llantitas. Entiende que no estás gorda y mucho menos tienes lonjas—Me señalo mirando en dirección a mi estomago—Así que no salgas con esas sandeces y come por favor.
--No son sandeces, tu no ves mis llantitas por qué no las tienes en tu cuerpo—Refuté—Mejor ve a bañarte que se hace tarde. Y quizás coma un pedazo de queso o algo así ligerito.
--Bah—Bufó—Has lo que quieras.
No le conteste solo me di la vuelta y fui al lavaplatos por un vaso.
Abrí el refrigerador y allí había una jarra entera de agua de Jamaica, es bien sabido que la Jamaica es diurética así que bebí dos vasos de esta deliciosa agua.
¿Y qué son dos vasos? .Lo que nadie sabe es que el vaso que tome del lava platos tenía una capacidad 200 mililitros. Así que en total acababa de saborear 400 mililitros de agua. Solo esperaba que no me fueran a dar ganas de ir al baño en pleno concierto.
Enjuague el vaso y lo deje donde lo encontré. Y de inmediato me dispuse a subir a mi habitación para maquillarme y peinarme. Era lo único que hacía falta.
Subí las escaleras con calma, porque no quería que mi hermoso y caro calzado se ensuciara o maltratara. Así que tarde más de lo normal en llegar a mis aposentos
Cuando entre Jeanette estaba en vuelta en una toalla. Mojada.
--¿Me podrías pasar mi valija?—Me pidió—Si no es mucha molestia.
--Claro—Acepte.
Baje inmediatamente a la sala por la valija lo más rápido que pude. Lógicamente trate de que no se lastimara mi calzado. Lo amaba demasiado como para que se rayara la piel o algo así.
Subí cuán rápido podía. Y llegue de nuevo a mi recamara y allí estaba ella, viendo una foto de nosotras en aquel parque de diversiones.
--Juntas por siempre—Menciono con lágrimas en los ojos.
--Así es juntas por siempre—Le recordé.
Se levanto de la cama y se dirijo hacia mí. Tomo su valija y se metió al baño a cambiarse. Acto seguido yo me senté en el banquito que estaba frente a mi tocador precisamente para maquillarme y el peinado.
Decidí comenzar por el peinado. No hay nada más molesto que maquillarse y que un mechón de cabello se te estampe en la cara y arruine todo tu trabajo con los cosméticos.
Así que saque mi secadora de cabello de el cajón de hasta abajo del lado derecho de mi tocador. Y la conecte al enchufe más cercano que había.
Puse el botón de potencia en medio y el botón de temperatura en caliente. Y comencé a secar mi cabello. No tarde demasiado. A decir verdad la calidad de la secadora que con muchos esfuerzos mi mamá me había obsequiado era la mejor.
El ruido ensordecedor del motor de la secadora me había impedido escuchar que mi celular sonaba.
Termine de secar perfectamente mi cabello. Y después tome del mismo cajón de donde había sacado esta mi plancha para cabello. Yo ya tenía lacio el cabello pero lo quería aun más lacio. Así me daría un toque más elegante a mi parecer.
Guarde mis aditamentos para el cabello en el cajón correspondiente. Después me dedique únicamente a peinarme el cabello de manera que expresara mi personalidad. Tenía la esperanza que saliera bien el peinado si no me vería realmente genial vistiendo ropa y calzado a la moda y un peinado como para vomitarse de verlo.
Cuando termine de peinarme y a mi gusto se veía bastante bien, me propuse maquillarme como lo hacía cuando era un evento especial. Sombra negra y abundante en los ojos, pestañas rizadas y quizás una tirita de postizas, rímel, delineador líquido, una base muy bien difuminada y mate. Labios con un color rosado muy tenue. Las uñas sin pintar, eso sí con bastante crema encima, me disgustaban las manos resecas y que tenían textura como de lija.
Cuando termine de maquillarme, tomé mi celular para ver la hora. Vi que tenía una llamada perdida de Javier. No supe que cara puse que cuando Jeanette salió del baño totalmente arreglada al igual que yo se acerco a mí, supongo que vio la pantalla de mi celular y solo dijo “Es un sucio bastardo”. Sus palabras repicaron en mi cabeza, una y otra vez.
“Es un sucio bastardo”. Una y otra vez en mi cabeza y a mi mente llegaban preguntas. ¿Realmente era un bastardo? ¿Por qué me había llamado? ¿Ahora que quería de mí? ¿Qué buscaba?
--Si, si lo es Jean—Admití con la cabeza muy en alto—Es un puerco y un patán
--Claro que lo es. Mira que hablarte—Manoteo mientras hablaba con furia— ¡Qué desfachatez! ¡Qué poca vergüenza!
--Si de hecho—Miré mi celular una vez más. Quitando de mi vista esa notificación de la llamada perdida, para poder ver la hora— ¡Dios mío! ¿Ya viste la hora que es? .Llegaremos tarde al concierto
--¡Calla mejor ya vámonos!—Me indico.
--Si, eso es lo mejor—Asentí
Bajamos por las escaleras una vez más. Solo que esta vez lucíamos mejor de cómo subimos. En el sillón Jeanette coloco su valija y salimos de la casa.
--¿Traes llaves?—Inquirió—Porque tienes que cerrar la puerta de la casa.
--No—Cerré la puerta—Pero aquí está la del alero. Así que no hay tanto problema.
--Cierto—Soltó una risilla—Se me olvida siempre esa llave.
Cerré la puerta con la llave en cuestión y después nos subimos a la camioneta de la discordia. Y nos dirigimos al palacio de los deportes. Que casualmente si nos hubiéramos ido en metros, nos hubiésemos tenido que bajar en Ciudad Deportiva irónicamente.
Pero no fue así afortunadamente íbamos en auto, que más que auto parecía jet privado. Era muy cómodo.
Llegamos en media hora al concierto. Claro llegamos tan rápido porque nos fuimos mucho tiempo antes, porque no de no haber sido así no hubiéramos salido siquiera del periférico.
Buscamos un lugar libre. No muy cerca del palacio, algo alejado. No queríamos que le pasara nada a esa camioneta. Así que la estacionamos cerca de unos tráileres.
Bajamos de la camioneta para ir a husmear a los puestos que había afuera del palacio de los deportes. Vendían muchas cosas y recuerditos de Tokio Hotel.
Allí vimos muchas cosas, cómo: Bolsas, edredones, almohadas, playeras, dijes, CD'S, fotos, posters, chamarras, tazas, encendedores, plumas, aretes, guantes, bufandas, gorras, boinas, gorros, pins y demás cosas. No había muchos recuerditos con la cara de Tom. Al parecer eso le disgusto a Jeanette, había en mucho mayor número cosas de Bill. Compramos unos cuantos miles de cositas de ellos. Y después fuimos a husmear un poco más a ver si había un puesto de comida porque las el estomago de Jean no dejaba de gruñir. Me daba miedo en cualquier momento me fuese a soltar una mordida ó arrancarme un pedazo de brazo o quizás mi oreja.
Desafortunadamente no había ningún puesto de comida. Eso significaba que sería víctima de un ataque de canibalismo.
Decidimos regresar al Palacio a guardar lo recién comprado en la cajuela de la camioneta. Eran las 6:00 pm faltaban 2 largas horas para que el concierto comenzara.
--¿Qué vamos a hacer en dos horas hunny?—Me pregunto como si fuera una niña chiquita.
--No sé—Admití. Realmente no sabía que íbamos a hacer en 2 horas—Se me ocurre que podemos escuchar música en el auto o quizás caminar un poco para ver si encontramos un puesto de comida. ¿Te parece?
--Me agradan las dos cosas. ¿Cuál hacemos primero?—Preguntó.
--Decide tú—Le ofrecí.
--Pues…Yo—El gruñido de su estomago la interrumpió—digo que…
--Tú dices que nada. Primero hay que buscar un lugar en el que comas—Le informe.
--De acuerdo.
Salimos una vez más de la camioneta para dirigirnos a la calle de nuevo. Yo también tenía hambre pero, no quería comer nada. Estaba bien así.
Pasamos una vez más por los puestos de recuerdos de Tokio Hotel y demás cosas. Y a unos treinta metros más adelante encontramos un puesto de quesadillas. Nos paramos allí, o si no Jeanette se desmayaría.
Inmediatamente ella pidió quesadillas de queso y un sope. La señora se puso en acción y comenzó a amasar la masa y a tortearla. Para finalmente echarla al comal para que se cocinara. Y por mera lógica ponerles el relleno que en este caso seria, queso Oaxaca.
La pequeña comida de Jeanette nos tomo una hora. Haríamos media hora de regreso al Palacio de los Deportes.
En todo el trayecto no mencionamos ni una sola palabra. No hablamos nada entre nosotras. Y eso era raro. Al parecer ambas seguíamos molestas.
--¿Ya entramos?—Me cuestiono ella.
--Yo pienso que sí.
--Bueno—Me tomo por el brazo izquierdo—Andando.
--Andando—Junte mi cabeza con la de ella— ¡Vivamos el Humanoid City Live!
--Sí.
Caminamos hasta la entrada. Donde había una chica pidiendo los boletos, para poder pasar a las instalaciones. Nuestros boletos eran morados. La chica rompió en dos nuestros boletos y nos regreso la más grande.
Cuando entramos nos asignaron nuestros asientos. Que justamente eran en primera fila. Bueno para ser sincera no era una primera fila, porque de ser así estaríamos en la pista. De hecho era la zona cero, unos boletos exclusivos solo para clientes de un banco. Del cual Jeanette había sido clienta desde hace mucho, así que esos boletos nos tocaron a nosotros, gracias a ella y a su tarjeta de crédito. La zona cero era la más VIP que había en el Palacio de los Deportes. Eran asientos muy aptos para ver a Tokio Hotel y disfrutar del espectáculo. El Palacio de los Deportes no estaba en su totalidad lleno. Es mas no había ni el cinco por ciento de gente de la que debería haber. Estaba vacío.
El concierto se suponía que empezaría a las 8:30pm y no, no empezó a esa hora. Inicio algo así de las nueve de la noche y cachito. Pero empezó.
A fin de cuentas si termino llenándose el inmueble.
Se apagaron las luces. Y todo mundo empezó a gritar era un grito inmenso de féminas vueltas locas por el concierto entre ellas Jeanette. Yo estaba a punto de soltar un gran grito pero me dio un impertinente ataque de tos. Así que no grite cuando yo quería.
De pronto empezaron latidos de corazón y de repente empezó a escuchar la música de entrada de “Noise” y empezó ya la música bien. Y aparecen en el escenario: Gustav, Georg y Tom. Tom, cuando Jeanette, vio a Tom casi se asfixia con su propia saliva de tanto gritarle a Tom. Al momento que ellos salieron, los gritos aumentaron al triple.
La verdad tocaban como verdaderos genios. Y logre captar la voz de Bill, pero no lo veía por ningún lado. Tuve que enfocar más mi mirada y logre encontrarlo muy al fondo con los demás chicos de la banda.
Jeanette coreo todo el tiempo “Noise” y yo también pero, no vi necesario gritar como si el mundo se fuera a acabar. Además tenía enfrente a los chicos. Si yo gritaba como dios mandaba dejaría sordo a Bill. Después siguió mi canción predilecta. “Human Connect To Human” La cante con mucha felicidad y emoción y me pude percatar que Bill se equivoco cuatro veces en esa canción. Se veía realmente encantador con su vestuario lleno de pequeñas lentejuelas y diamantes. Esas hombreras exageradas lo hacían lucir elegante. Y su peinado dios mío era tan delicado y glamoroso. Toda una belleza de hombre.
Cuando termino mi canción predilecta se alcanzaban a oír los acordes de “Break Away”. Jeanette casi muere de un infarto al ver las caras de placer que ponía Tom al tocar la guitarra. Yo solo disfrute del espectáculo. Y coree la canción, tratando de no gritar.
Y seguido la entrada de “Pain Of Love” Esa canción hace que se me aloque la hormona. Es que la voz de Bill se oye tan atractiva. Tom hizo su solo de guitarra, cosa que aloco aun más a Jeanette. Era de esperarse que se estuviera desgañitando gritándole su amor a Tom. En un momento de la canción Jeanette me señalo que se le hacía que Bill traía el cabello un poco más corto. Oí el comentario pero no me tome la libertad de mirarlo a él para asegurarme de que así era.
Y en seguida “World Behind My Wall”. Esa no era mucho de mi agrado. Pero qué más daba había gente a la que si le gustaba esa canción. Fue muy inesperado cuando pararon el concierto a la mitad de la canción, por seguridad. En el performance había fuegos artificiales, y en la pista había a los laterales muchas personas y si los activaban, podrían quemar a la gente. Así que les solicitaron de la forma más atenta que se hicieran un paso hacia atrás. Cosa que no hicieron. Estaba en peligro un buen concierto gracias a la necedad de la gente. Así que todas empezamos a corear. “Un paso atrás, un paso atrás” y se movieron. No terminaron de interpretar “World Behind My Wall” nos deleitaron con “Hey You”, la mayoría de las chicas cantaron esa canción, y hasta hubo lanza llamas. Fue genial.
Y ahora sí, continuaron con nuestra canción incompleta. “World Behind My Wall”. Cantaron casi todas las canciones del disco de Humanoid.
Jeanette no se cansaba de repetirme que había amado “Screamin” porque habían metido un pedazo de la canción de “Monsoon”. Y Humanoid la versión en alemán y Phantomrider fueron acústicas, un momento bastante bohemio.
Me fascino cuando Bill entre cada canción agradecía en español. Se oía tan dulce y melódica su voz. “Hola México”, “Gracias México” y “Muchas Gracias México”. Las cosas que decía en ingles, eran encantadoras e incluso pidió perdón por la pausa en el espectáculo.
No había necesidad alguna de que lo hiciera. Fue en parte culpa de las mismas fans por no hacer caso a las indicaciones de seguridad.

A decir verdad Bill era una persona muy dulce. A mi parecer lo era. Y que a haya agradecido la asistencia de sus fans y que prometiera hacer el mejor show que ha dado en México fue tan especial. Conquista.

¿Cuál fue la canción siguiente? .Pues fue “Dogs Unleashed” la cual todas las fans deseaban que saliera la moto en la que Bill se monta. Y sí en efecto salió la tan deseada moto. Varias veces Jeanette me decía que cuando él se subía en esa moto, parecía otra cosa. Que orillaba a que la gente pensara mal. Que el parecía estar teniendo relaciones con alguien.
Yo no lo veía así, pero bueno las demás fans sí. Incluida mi hermana. También interpretaron otra de las canciones que más me gusta. “Zoom In To Me”, hubo piano el cual Tom toca y se incendia. También me deleite con “Monsoon”. Y no podía faltar el momento de Jeanette. ¿Por qué? Porque tocaron “Forever Now” .Ella adora esa canción y su versión en alemán también “Für Immer Jetzt”, creo que eso es bien sabido. A ella le entro la nostalgia, las dos sabíamos que esa era la última canción del concierto. Entre lágrimas Jeanette canto más fuerte que nunca su canción. Porque eso era. Su canción.
A mí también me daba tristeza el concierto se me había ido como el agua misma. Y pasaría mucho tiempo para que Tokio Hotel regresara a México. Así que derrame unas lágrimas. En la zona cero estábamos muy cerca de los chicos, así que no sé si fue coincidencia pero note, que en un movimiento de Bill, cruzamos miradas. Lo sé, lo sé es una idea bastante idiota. Y creo que soñar despierta no era conveniente a la mitad de un concierto.
Cuando me di cuenta, la canción se había pausado. Y Bill estaba hablando en español, así que trate de entenderlo todo, aun estaba aturdida por su mirada.
En todo el establecimiento se oía la voz de Bill diciendo “¡¡Muchas gracias México!! Esperamos que hayan disfrutado el Humanoid City, ¡Los amamos chicos! y hasta una próxima vez” y siguió cantando “Forever Now”. Cuando menos nos dimos cuenta, las luces se habían apagado. Todas gritaron con todas sus fuerzas “TOKIO HOTEL, TOKIO HOTEL, TOKIO HOTEL, TOKIO HOTEL”, pero ellos ya se habían ido. Al fondo con mucha agudeza del oído se podían percibir pisadas de pies. Yo supuse que eran las de ellos.

--Amode—Me haló por el brazo—El concierto en México fue muy parecido al de milan—Me comentaba mientras seguía llorando—Solo que sin la esfera metálica de Gustav porque no cabía pero igual las mismas canciones Automatic, Love & Death, The Dark Side Of The Sun, Screamin, etc. Tú sabes ¿No?
--Sí, si lo sé—La abracé.
La tome de la mano. Y salimos por una puerta exclusiva de los que estábamos en la zona cero. Así que no nos fue tan complicado pasar entre tanta gente.
Cuando estábamos en el estacionamiento eran las 11:00pm de la noche. Recibí una llamada al celular.
No vi quien era solo conteste.
--¿Bueno?—Al parecer estaba con la garganta un poco cerrada— ¿Quién habla?
--Soy yo—No reconocí la voz—Necesito hablar contigo.
--No sé quien habla—Dije con un tono de paranoia en la voz—Deje de molestar.
--¡Por dios!—Dijo como hastiado mi hasta ahora desconocido interlocutor—Soy Javier, que rápido de olvidaste de mí.
--Ahh… Eres tú—De inmediato sentí como se me acalambraba el cuerpo, de coraje—Vete al demonio.
--No espera de…--No lo dejé terminar cuando ya le había colgado.

Jeanette me miro desconcertada.
--¿Quién era Diana?—Pregunto curiosa—Te noto molesta.
--Era Javier—Le informé—No sé qué demonios quiere, pero ten por seguro que le colgué.
--Ese maldito—Hablo entre dientes, no sé cuantas maldiciones más—Ya verá… ya verá.
--Cálmate Jean. No gastes tu tiempo y tu energía en un imbécil como el—Le aclare.
--Si que lo es—Frunció el ceño y comenzó a bailotear—Ay no… tengo que ir al baño.
--Pues ve—Le dije.
--Bueno. Tú espérame cerca de la camioneta ¿Ok?—Me ordeno.
--Claro mamá.
Jeanette entro corriendo, por las mismas puertas de las que habíamos salido, para poder entrar a un baño. Mientras tanto, yo seguía digiriendo las imágenes del concierto. Quería recordar todo a detalle para después contarles a mis nietos y a mis bisnietos.
Todo fue tan espectacular. Tan genial, y lleno de energía. Jamás me hubiese esperado algo como esto, siquiera de haberlo imaginado. Estaba muy feliz de haber asistido a este concierto. Agradecía a dios, el día de hoy.
En mi cara apareció una sonrisa muy grande de satisfacción y estaba alegre de ello. Muy conforme con lo que viví y superaba cualquier sueño que yo hubiese tenido despierta, entra clases, en la ducha o hasta comiendo a cerca de este tan esperado concierto.
No deje de sonreír ni un momento hasta que vi a Jeanette venir, corriendo con una cara que yo no le conocía. Nunca la había visto así, esta como que: eufórica, emocionada, asustada, perversa, lujuriosa, sonriente, apenada, soñadora y todo en una misma cara. Era un Boom de imagen. Inmediatamente que me vio solo dijo “Ya vámonos”, no lo dijo con un tono de voz normal, casi gritaba desesperada y estaba hiperventilando.
Obedecí y me subí a la camioneta. Ella coloco las llaves en el switch y arrancó. Nos pusimos los cinturones de seguridad. Y piso el acelerador.
Avanzamos a lo mucho cuarenta metros, cuando una Cadillac Negra impactó a nuestro vehículo. Solo escuche el tremendo golpetazo.
--¡¡Mierda!!—Grito Jeanette--¡¡Este pedazo de …. Animal me va a oír!!
Se bajo de la camioneta hecha una verdadera fiera. Y como no si la camioneta costaba lo equivalente a su casa y la mía con nuestros autos y unas cuantas propiedades más.
Yo también intente bajar pero me había atorado con el cinturón de seguridad. No salía el seguro por mucho que presionaba el botón rojo. Y solo veía manotear a Jeanette, me preocupaba que ese tipo desconocido le fuera a soltar un golpe.
Me comenzaba a desesperar que Jeanette estuviera allí afuera discutiendo con ese tipo raro y alto y yo allí dentro atrapada y sin poder hacer nada.
Mire el reloj que había en el tablero, 1:30 am del 3 de diciembre y el concierto habia terminado a las 11:00pm del 2 de diciembre. ¿Qué demonios había hecho Jeanette todo ese tiempo en el baño? .No era momento para preguntarme eso. Tenía que bajar de ese auto para ir en ayuda de mi hermana.

Al cabo de 5 minutos de intentos, al fin abrió el cinturón y pude bajar. Cuando Llegué Jeanette, estaba discutiendo fuertemente con ese tipo, que no logre reconocer. Solo sé que si era alto para mí aunque yo traía bastante tacón el los píes.
--Diana llama a una grúa—Me indico Jeanette.
--Ok—Fui inmediatamente a hacer lo que ella me había pedido. Aunque me daba miedo dejarla sola, con ese… malandrín que sepa de donde había salido.
Tomé mi celular y llamé a mi hermano. El cual no me contesto. Así que fui a la puerta más cercana del Palacio de los Deportes corriendo el riesgo que me rompiera un tobillo o una pierna.
Logré llegar a la puerta 2 y allí había una especie de velador combinado con miembro de seguridad. Me acerque a él para pedirle un directorio telefónico y poder llamar una grúa.
Si me prestó dicho directorio y llame al servicio de grúas Domínguez. Pero los muy desconciderados dijeron que no iban por esos rumbos.
¿Y yo que se suponía que tenía que hacer? ¿Tirarme en el suelo y patalear? .No
Me dirigí de nuevo con Jeanette para ver qué demonios pasaba y explicarle el lío de las grúas. A ver si podíamos resolver algo, con ese idiota que se impacto contra nuestra camioneta.
Cuando llegue, vi como ese tipo se subía a su Cadillac y se iba muy quitado de la pena. Mientras Jeanette sostenía un pequeño papel con algo escrito supongo. Y también miraba con dolor la defensa de su cara camioneta.
¿Ahora qué íbamos a hacer? ¿Caminar a pie hasta la casa? .Quedaba muy lejos para irnos así.
--¿Dejaste que se fuera así como nada?—Le pregunte indignada.
--Si.
--¿Pero porque?—Estaba confundida, casi me mata por lo que paso en la colisión de autos en el periférico, y me restriega en mi cara que es “su” camioneta. Y a este pedazo de homínido lo deja ir a sabiendas de que le hizo pomada la camioneta. No era justo--¿ya viste el daño en tu camioneta o estas ciega?
--Cálmate ¿sí?—Me miro fijamente—Yo sé lo que hago.
--A si pues ahora vámonos a la casa—La rete
--Bien. Súbete a la camioneta—Me señaló con la mano—Veras que si llegaremos a casa en un abrir y cerrar de ojos.
Me subí y espere a que encendiera su camioneta. A la primera no prendió era más que obvio, pero al segundo intento, si encendió.
Y claro logramos llegar a casa sana y salva, bueno su Lincoln no. No me estaba burlando solo era una pequeña observación.
Esperaba que ella no tuviera algún… cambio precipitado de humor del cual yo tuviera que huir despavorida de allí. Lo bueno es que ya estábamos en piso firme, si no yo hubiera tenido que abrir la portezuela de la camioneta y aventarme y rasparme toda la cara.
--Jean… ¿Me puedes decir que paso con ese sujeto mientras no estuve?—Le cuestioné.
--Claro… ¿Te parece si te cuento, mientras estamos descansando en tu cama?—Me ofreció tentadoramente.
--Bueno—Acepté la oferta— ¿Pero porqué hasta ese momento?
--Porque no me vas a creer lo que paso—Concluyo.