martes, 19 de abril de 2011

MAGICO Y ANCESTRAL

MAGICO Y ANCESTRAL
La noche hablando con Tom no fue del todo mala, había confirmado que él no era solamente aquella pose de un hombre adicto al sexo.
Tenía corazón y sentimientos, los cuales le habían ayudado a reconfortarme. Me había hecho sentir mejor aunque la ausencia de mi hermana no se me pasaría con unas cuantas palabras de Tom.
Era un vacio en mi pecho que no podía dejar de punzar. Era algo más fuerte que yo, algo que me estaba dominado.
Pronto me di cuenta que eran ya al menos las 4 de la mañana y a mi parecer la ropa de Tom ya tenía que haber estado lista desde mucho tiempo atrás.
--Iré por tu ropa—Le dije
--Bien
Me levante de mi asiento y fui al cuarto de lavado. Abrí la puertita de la secadora y allí estaban: su pantalón extra grande, sus dos camisetas blancas extra grandes también y una más con estampado y de talla extra grande.
Tome aquel bulto de ropa y lo coloque en el cesto que esta a lado del burro de planchar. Puse su pantalón encima del burro, encendí la plancha.
Yo ya me disponía a hacer aquella labor cuando oí aquella dulce y melodiosa voz.
--No es necesario—Dijo
--Si lo es, no puedes ponerte esto todo arrugado—Le aclare.
--Si puedo, no me moriré por usar un pantalón con algunas arrugas—Me tomo la mano—No lo hagas
--Tom, déjame hacerlo ¿Sí?—Lo mire directo a los ojos.
--Está bien—Soltó mi mano—Creo que quiero ver que tan buena ama de casa puedes ser.
--Pues—Comencé a planchar la pierna derecha del pantalón de mezclilla—Te diré que puedo arreglármelas sola. Puedo lavar, planchar y a veces cocino.
--Genial. Yo también cocino—Eso yo ya lo sabía—Puedo hacer waffles y otras cosas más.
--¡Qué bueno Tom!—Le sonreí—Me imagino que te haces waffles muy seguido ¿No?
--Pues, si me encantan. Son deliciosos—Comenzó a hablar y haciendo gestos y ademanes con las manos—Me encantan son suaves, deliciosos, esponjosos y saben mejor cuando les—Sabia lo que iba a decir así que me lo repetí en la mente—pones ese polvito blanco encima y frutas rojas. Son realmente sabrosos.
--¿Te refieres al azúcar glass?—Pregunte inocentemente, aunque yo ya sabía que se refería a ello, solamente quería ver la expresión de su rostro.
--Si a esa misma—Sonrió—Gracias
--Si, de nada. El azúcar glass les da un toque muy especial—Seguí peleándome con las arrugas de su pantalón—Sabe… más dulce y es indescriptible.
--Exacto, lo único que sabemos es que son deliciosos—Rio
--Estamos de acuerdo en eso Tom—Le guiñe un ojo
Tom se acerco a mí.
--Creo que el pantalón ya está bien—Tomo mi mano—Esta bien planchado. Deja de hacer esto.
--No Tom—Me resistí a que me quitara el pantalón de las manos—No lo está aun.
--Jeanicht si lo está solo déjalo ya—Insistió
--Tom por favor—Le lancé una mirada furtiva
--Tengo una idea—Menciono
--¿Cuál?—Le dije
--Que los dos planchemos el pantalón—Sonrió de una forma que me enterneció—Y así ni tu ni yo
--Bueno—Accedí
Tom se paro detrás de mí en bóxers, sobrepuso su mano derecha encima de la mía, casi entrelaza sus dedos con los míos y comenzó a planchar junto conmigo. Aunque él no estuviese agarrando la plancha seguía el movimiento de mi brazo con el suyo.
Mientras yo hacia el movimiento de vaivén con mi brazo tratando de planchar aquel pantalón extra grande, no pude evitar mirar los hercúleos brazos de Tom. Y pensar en el hecho que su aliento mojaba cada poro de mi cuello. Y aunque su ropa estaba recién lavada olían tanto a él que la habitación entera estaba impregnada de su esencia
Las manos de Tom se aferraban a la mía. Era mágico un sueño hecho verdad. La piel de Tom se movía por toda mi mano y sus dedos se volvían uno mismo con los míos.
Moví mi pie izquierdo un paso a la izquierda y se patino. Me iba a caer. En cuestión de micras de segundos Tom me tomo por la cintura con su brazo libre tan fuerte que logro mantenerme de pie.
--¿Estás Bien?—Pregunto muy cerca de mi oído
--Si—susurre
Deberás estaba bien. Tom aun seguía sosteniéndome fuertemente
--¿No te lastimaste?—Busco mi rostro
--No—Voltee la cara hacia un lado, evitando que él me viera—Estoy bien, gracias.
Su brazo seguía manteniéndome de pie. De no ser por el ahora estaría escupiendo varias de mis piezas dentales en el piso, con la boca bañada en sangre. Y aun así que no me había pasado absolutamente nada, me sentía desmallar, quizá por el susto pero de que sentía que el piso se movía, como un juego de atracción en un parque de diversiones.
--Tom—Dije con debilidad
--¿Sí?—No se despego de mí
--Me siento mareada—Intente mantener los ojos abiertos—Creo que…
Tom no me dejo terminar la frase cuando ya me había cargado, se dirigía a la sala. Busco una vez más mi rostro con su mirada seductora y esta vez lo logro, sus ojos me daban calor, confianza y sus brazos seguridad. Me deje perder en sus brazos, y sin hacer por un lado que el mareo y que la tierra misma iba a una velocidad vertiginosa en dirección opuesta a la mía pude evitar perderme en sus ojos color miel. En su voz y en su olor.
Tom me dejo recostada en el sillón, me miro una vez más. Jugueteo un poco con mi cabello y después me perdí en la negrura.
En mi delirio y en aquella dimensión desconocida sin luz y sin indicios de que alguien más estuviese allí no pude evitar pensar en aquella pequeña e indefensa niña que era mi hermana. Lo que ella estaría pasando ahora mismo. Me aterraba la idea de que en este camino tan difícil ella no me acompañase con su alegre personalidad.
En aquel espacio negro, al final del camino había una luz blanca, me acerque hasta ella lo más rápido que pude y allí estaba. Mi hermana estaba allí parada inmóvil con el rostro inexpresivo, petrificada. Parecía un maniquí, una marioneta, una sombra nada más.
La llamé
--¡Diana!—Sentí que el corazón me latía rápido— ¡Diana!
Ella no contesto, solamente levanto el mentón, como si estuviese mirándome sobre su hombro, algo así como si yo fuese poca cosa.
--¡Hey hermana aquí!—Le dije
--Tus mentiras. Tus falsedades. ¡Solo me usaste!—Me grito aquello de una forma que me estaba lacerando en lo más profundo del alma, del corazón y de todo lo que significaba lo necesario para que yo continuase viviendo.
Y de un momento a otro comencé a gritar histéricamente y a llorar de una forma incontrolable, le grite hasta el cansancio. Quería que ella volviera y que me explicase aquellas palabras mortales.
Comenzaba a faltarme el aire, y sentía que en un abrir y cerrar de ojos mi corazón dejaría de latir.
Abrí los ojos y me erguí. Allí estaba Tom, mirándome con cara de pánico. Y justo a su lado estaba mi hermana, llena de lodo y toda empapada.
--¡Diana!—Trate de alcanzarla
Era un sueño. Aun lo era, sentí que me zangoloteaban de nuevo.
--Jeanicht—Era la voz de él—Despierta, Despierta.
Aquel movimiento rudo hizo que yo abriese los ojos a los cuales se les desbordaban las lágrimas a mares, y en mi pecho sentía una enorme carga que me ahogaba. No podía resistir aquel sueño. ¿Y si es verdad? Aquella pregunta taladraba mi cabeza, lacerándome. Era un mero reflejo para mí mirar al techo y dejar que las lagrimas escurrieran hasta que cesaran, pero jamás lo hicieron, entre mas pensaba y respiraba no podía evitar dejar de repetir el nombre de mi hermana y preguntar dónde estaba ella.
Era tanta mi tristeza que comencé a decir plegarias sin dejar de mirar al techo.
Tom me tomo por un brazo, no aplico mucha fuerza. Creo yo que hizo aquello para darme una señal que me apoyaba.
--Beruhigen—Dijo el
Yo a decir verdad no supe que dijo, pero logro captar mi atención y que lo mirara en lugar del techo.
Me arroje en sus brazos, necesitaba tanto que me abrazaran y que me hicieran sentir mejor. Que me dijeran que mi hermana regresaría con bien, que no había de que preocuparse. Lo necesitaba tanto.
Ahora estaba como al principio, llorando por mi hermana en brazos de Tom. Era sensible en este momento. Tenía las defensas bajas.
--Muñeca veras que ella regresara—Me dijo mientras me estrujaba en sus fuertes brazos
--Es que…ella no desaparece así—Hundí mi cabeza en su cuello
--¿Qué paso entonces?—Pregunto— ¿Hubo alguna pelea entre ustedes?
--No—Le dije la verdad.
--¿Estaba enojada entonces?—Inquirió
--No… solo estaba rara cuando se despertó—Recordé mientras me aferraba a su cuello
--Rara… ¿En qué sentido?—Colocó sus manos en mi espalda—Explícate
--Bueno—Comencé a relatarle—Ella estaba dormida y yo estaba aquí contigo, después comenzó a gritar y subí a ver qué pasaba. Ella estaba como petrificada del susto, me grito una vez más en la cara le di un bofetón y ella salió corriendo de aquí. Oh y te grito a ti también.
--Si, recuerdo que me grito y salió de aquí—Inhalo profundo y continuo hablando—Pero, ¿No te dijo nada más?
--No
--Extraño, muy extraño—Aguanto la respiración, lo pude sentir— ¿Y es por eso que estas así?
--Si—Me puse nerviosa, porque en sí estaba mal por culpa de él y por la desaparición de mi hermana—Por eso.
--¿No hay otra cosa?—Dijo
--No—Conteste lo más tranquila que pude, aunque estaba nerviosa
--Bien—Gruño
Abracé mas fuerte a Tom y al parecer no me había percatado antes que él ya traía puesta la ropa que yo le había lavado, y estaba perfectamente bien planchada. Quizá el había hecho de las suyas y termino de arreglar su ropa mientras yo estaba allí tendida en el sofá.
Mi estomago gruño.
--Tienes hambre—Soltó una risilla delicada al aire.
--Parece que sí—Admití— ¿Tú no tienes hambre?
--Si, si tengo—Contesto divertido—Pero creo que no tanta como la tuya. Creo que debo alejarme de ti
--¿Porqué?—Pregunte en un tono casi histérico.
--Tengo miedo que del hambre que tienes me comas—Rio jubiloso
No pude evitar reírme de aquel chiste. Así era Tom, alegre y bromista. No se le iba una.
--Pues ahora que lo dices, te ves bastante apetecible—Le ronronee en el oído.
--¡Oh! Lo sé muñeca—Comenzó a hablar en un tono diferente—Muchas chicas mueren por estar en tu lugar ahora.
Como había dicho antes. Este es Tom. Un ególatra bastante encantador y divertido.
--¿Ah sí?—Le dije en tono sarcástico—Pues que lastima, porque yo tengo hambre y eres lo único comestible aquí. Quizá te acompañe con azúcar glass.
--¿Y me comerás delicadamente?—Se estaba burlando—Porque soy delicioso, deberías disfrutarme lentamente.
--¡Claro!—Me reí—Te saboreare a cada segundo
No pude controlarme y de nuevo solté la carcajada limpia. Tom era una persona que podía hacer reír a cualquiera con alguna de sus ocurrencias.
Mi estomago gruño de nuevo.
--Creo que va enserio eso de comerme ¿Ah?—Se quedo impávido
--Pues… al parecer si—Le dije
--Tendrás que comer algo a parte de mí—Sonrió—Porque yo soy más como para disfrutarse en la noche, no como desayuno.
--Claro—Reí—Un postre ¿No?
--Exacto—Esbozo una sonrisa de oreja a oreja
Mi estomago parecía fiera desatada y volvió a gruñir, esta vez como un león.
--Tendré que engullir un plato de cereal—Comente
--Tendremos—Dijo
--Bien—Le abracé un poco más fuerte, como si me estuviese despidiendo de su cuerpo—Tendremos que ir a la cocina
--Si
Tom no gimió ni trato de deshacer mi abrazo. No le molestaba al parecer.
Me levante después de un momento aferrada a mi sueño hecho realidad. Las rodillas me dolían un poco aunque Tom fue el que soporto todo mi peso mientras yo estaba allí hincada aferrada a él. Limpie las lagrimas que tenía en el rostro, pero me hacía falta una. Tom se encargo de ella y la removió de mi piel con su dedo pulgar. Y a la luz del sol que entraba apenas por la ventana sus ojos tenían un resplandor maravilloso y el color de su iris parecía más dulce que nunca.
--Gracias—susurre al aire
El no dijo nada, solo se levanto y camino detrás de mi camino a la cocina.
--Aguarda—Dijo—Tu cocina no tiene nada más que comida de dieta.
--¡Maldita sea!—Me dije a mis adentros
Pensé en algo rápido para zafarme de este problema.
--Pues, mira podemos comer aquí un plato de cereal y que te parece si después…
No me dejo terminar una vez más la frase.
--Cereal está bien—Mostro su dentadura blanca
--¿Seguro?—Inquirí
--Vamos muñeca no soy tan delicado—Enarcó una ceja—Puedo comer cereal, no voy a morir
--Está bien—Accedí
Me dirigí a la alacena de mi hermana y de allí saque el cereal “Choco Krispis” que le gustaba, aunque a decir verdad todo lo que tuviese azúcar a ella le encantaba. Tenía allí dentro a veces, Corn Pops, Cereal Nesquik, Special K y demás cosas. De otra puertilla del mueble saque dos platos y cuatro vasos.
Coloque todo lo que traía en las manos en la mesa y del refrigerador saque la leche y algunas fresas que estaban allí.
Me senté justo en frente de Tom, lo miré por un momento y recordé que me hacían falta dos cucharas y el jugo de naranja.
Una vez más me levante y fui por lo que me hacía falta, regrese a mi asiento.
--Bien nuestro buffete está servido—Le informe
--Esto es de clase mundial—Contesto
--Lo sé—Estaba siendo sarcástica—Este menú no lo tienen en los hoteles Hilton ¿sabes?
--Me imagino—Me estaba siguiendo el juego—Este menú tan exótico nunca lo había visto y es la primera vez que lo probare, muero por hacerlo
--Pues adelante, deléitate con este manjar—Aguante la risa.
--Muchas gracias, se me está haciendo agua la boca—Se puso serio, pero estaba oprimiendo aquella risa tan melódica
Tom tomo la caja de cereal y se sirvió en un plato. Hizo lo mismo con la leche y tomo una cuchara.
--¿Gustas una bebida exótica que es extraña en el mundo y que solamente existe en este país?—Le pregunte.
--Claro—Dijo
Tomé el cartón de jugo y le serví en un vaso.
--Mira esta bebida es muy fuerte, si sientes que te quema solo deja de beberlo ¿Ok?—Le informe con el rostro muy serio.
--Ok—Tomo el vaso—Espero no embriagarme tan temprano
--No, no es una bebida alcohólica—Espere a ver la expresión de su rostro.
Tom bebió del vaso y se quedo inmóvil.
--Sabes es lo mas delicioso que he probado—Estaba yendo bien el hilo de aquella farsa entre ambos—Y es genial, por cada lugar del mundo al que valla platicare de esta exótica bebida, pero ¿Cómo se llama?
Pensé un momento.
--Se llama… Jugovski de Naranja—Era un chiste bastante malo lo sabía, pero me la estaba pasando bastante bien—Es exclusivamente de este país.
--Claro, claro—No puedo aguantar más y se rio.
Yo me dedique a ver como reía era encantador. Porque cuando se ríe entre cierra los ojos y sus dientes se miran tan hermosos y sus mejillas y todo su rostro se veía simplemente mágico y ancestral.
Era como caminar entre las nubes, en un sueño hecho realidad, el sueño por el cual todas las noches las pasaba en vela, y la razón de mis miles de suspiros, la razón por la cual siempre me había reservado de tener novios, Tom se había convertido en mi vida entera y ahora estaba enfrente de mí, hablaba con él, respiraba cerca de él, pude tocar su piel.
Como ya había dicho antes era inimaginable que yo estuviera viviendo esto, era tan especial, que si por azares del destino yo llegase a tener una familia a todas las generaciones les contaría el día en que conocí a Tom y que fue lo que viví con él.
Escribiría mis memorias y la mayoría serian por él y para él.
Quizá me este escuchando demasiado romántica y demás pero solo Tom lograba sacar eso de mí. Y estaba de acuerdo entre mi hermana y yo la más romántica y soñadora era Diana no yo. Pero había algo en él que me hacía cambiar, quererle bajar el cielo y las estrellas. Era Mágico. Solo eso.

domingo, 17 de abril de 2011

ENTRE LA ESPADA Y LA PARED

ENTRE LA ESPADA Y LA PARED
Sabía que me estaba metiendo en un asunto bastante fuerte. Pero como dice el dicho. “El que no arriesga, no gana”
Yo estoy arriesgando mi corazón y a mi estabilidad emocional. Pero le estoy jugando a ganar. O al menos eso parece.
Ahora a pesar de estar tan feliz de estar con Tom, me preocupaba el estado de mi hermana. No tenía noticias de ella desde la mañana, me daba miedo que le hubiese pasado algo.
Tom me tomo por el brazo, al parecer me iba a caer. Nuestros rostros quedaron a menos de treinta centímetros y podía sentir su aliento en mi piel y en ese preciso momento tan especial donde los dos estábamos tan cerca, llegó el tipo que mando Lupe por los refrescos e interrumpió todo.
--Aquí están los bien fríos—Mastico la goma de mascar como un rumiante la paja.
--¿Unos qué?—Le pregunte
--Unos acá bien fríos—Dijo—Ya sabe los “chescos”.
--Se llaman Refrescos—Le indique—Y dime ¿Cuánto es?
--Pos… me cobraron doce morlacos, pero pos acá doña Lupe me dio quince, entonces—Mastico de nuevo el chicle de forma ruidosa—Me quedo con los tres pesos de cambio ¿No?
--Si… como quieras
Tom se alerto, quizá pensaba que el “Bonju” me estaba molestando.
Inmediatamente le indique con la cabeza que no hiciera nada. No quería una paliza por mi culpa.
--Puedes irte—Le indique al joven—Muchas gracias.
--De nadas—Mastico una vez más como rumiante—Aquí ando pa’ servirle mis leidis.
--Si, si, si gracias
Corte de tajo la conversación.
Tom se levanto de nuevo.
--¿Te molesta?—Miro al Bonju con desdén mientras se alejaba al oscuro callejón de unos metros más adelante—Porque si es así me veré en la necesidad de…
Lo interrumpí.
--No me molesta Tom—Le sonreí de forma coqueta—Puedes estar tranquilo.
--Está bien—Me miro de una forma inusual y sonrió de una forma que la piel se me erizó—Menos mal. No quería que vieras lo agresivo que puedo llegar a ser.
--¡Oh!—De veras me sorprendí, no por lo que dijo si no por el tono en que lo dijo. Fue tan protector—Eres una verdadera máquina de muerte.
--Algo así—Toco sus trenzas y las acomodo—Solamente nadie puede con migo
--Claro—Lo dije de forma sarcástica—Nadie, absolutamente nadie.
--Exacto muñeca—Dijo él.
Me reí inevitablemente. Tom busco mis ojos con su mirada que tenía el poder de derretirme, bajarme el cielo y las estrellas con solo que sus pupilas e iris color miel, me vieran directo y profundo.
--Nerviosa ¿Ah?—Al parecer se percato y se estaba jactando de lo que lograba en mi—Muñeca
--No para nada—Trate de mentirle lo mejor que pude.
--Creo que ese color rojo de tus mejillas es gracias a mi presencia—Seguía jugueteando con sus trenzas—Deberías de decir “Gracias Tom”
--¡Por supuesto!—Puse cara de emoción—Que ¡NO!—Me puse seria o al menos eso intente—Yo uso rubor para tu información. Tú no causaste nada, además el calor del comal de Lupe me hace hiperventilar.
--Yo soy mejor que ese comal—Seguía enredando sus trenzas en sus delgados dedos y sonriendo como solo él sabe—Además ¿Qué es un comal? Y nena no puedes negar que tu calor es por mí.
--¡Pero claro que no! Y ¿sabes? Deberías de comerte esas quesadillas antes de que se enfríe el queso—Le indique señalando el plato con las quesadillas—Y para tu información el comal es ese círculo grandote negro donde Lupe pone las quesadillas para que se calienten y estén deliciosas.
--Yo puedo ser tu comal—Lo dijo en un tono de voz muy sexy y me miraba de una forma que me provocaba a abalanzármele encima y comérmelo a besos allí mismo, arrancarle toda esa tonelada de ropa que tenia encima y demostrarle que es calor, pero tenía que medirme una imprudencia mía podía llevarme a la perdición. Trague saliva y me contuve.
--Como digas—Me porte lo más fría que mi poca cordura podía lograr.
--Jean quiero saber algo—Me miro.
--¿Qué?—Conteste
--¿Por qué en un momento estas así… bien conmigo y al otro ¡Pow! Te portas fría?—Puso cara de interés absoluto.
--¿Te parece?—Le dije de una forma provocadora, forzando a mis cuerdas vocales a que emitieran el sonido más sensual posible de mi boca—Yo creo que tú estás viendo las cosas mal.
Tom se acerco a mí hasta llegar a mi rostro. Abrió la boca como si estuviese agotado. Parecía uno de sus famosos “Orgasmos” que supuestamente tiene en los conciertos. Se mojo los labios y yo no podía concentrarme en nada más que en él. Me estaba subiendo el calor corporal a grados Kelvin. Estaba ardiendo. Logre vislumbrar una gota de sudor que corría por la bronceada piel de Tom. En ese momento lo único que pude pensar era deshacerme de ella pero de una forma sexy. Juguetear con mi boca en su piel hasta que con mis labios probara aquella gota, producto de este juego de seducción.
--Si me parece nena—Se acerco más y exhalo su aliento en mi rostro, tentándome a pecar en ese mismo momento y portarme como una verdadera chica mala, haciendo cosas que jamás había imaginado hacer—Yo creo que tú puedes arreglar mi vista. Debes probar un poco de Tom
“Debes probar un poco de Tom” Eso era lo que más deseaba en este jodido momento, probar cada parte de él y enseñarle lo buena oculista que puedo ser. Se me apetecía morder cada parte de él y degustar el sabor de su piel y embriagarme de su olor. Quería empaparme de su sudor y sentir su cuerpo.
Mi mente se estaba transformando en una verdadera fuente de perversión y de deseo. Por cada segundo que pasaba mi corazón latía más fuerte y mi deseo aumentaba cada vez más al grado de ya no poder más. Sin querer estaba jugando a cazar al León, juego mortal y peligroso, pero el peligro me encantaba, era un riesgo bastante placentero de correr y la adrenalina y calor que ahora sentía en mis venas y en mi piel me impedían pensar en otra cosa. Solo retumbaba en mi cabeza “Deberías probar un poco de Tom”
Y creo que debería de empezar por aquellos carnosos y carmesí labios que él poseía y juguetear con aquella perforación con mis dientes.
Ahogarme en nuestras respiraciones provocadas por el deseo era lo que más anhelaba en este preciso momento en que Tom seguía seduciéndome con su voz, con su mirada, con su aroma, con ser el mismo me estaba volviendo absolutamente loca.
A mi mente llegaban imágenes, estaba imaginando mi loca aventura de pasión y locura con Tom. Podía sentir la fiebre dominándome, tirándome. No había remedio las cosas en mi corteza cerebral se tornaban alrededor de Tom.
El era lo que quería, lo que necesitaba quería que llegara y me tomara. Podía sentir la fiebre dominándome, tirándome, consumiéndome y no había remedio.
Me acerque a Tom. Era un chico travieso, lucia tan hermoso, tan sensual, quería desgarrarle toda esa ropa extra grande, olía tan delicioso y me hacía perder el control. El realmente era lo que quería lo que necesitaba.
La sangre me hervía la pasión me estaba dominando, estaba en total descontrol.
Para mí “beneficio” al parecer o no sé. Un auto pasó y me mojo por haber pasado encima de un charco y me baño toda de agua. Lo cual ayudo a bajar mi temperatura. También mojo a Tom así que tenía que llevarlo lo más pronto posible a la casa para que se quitara esas prendas empapadas, podía darle un resfriado.
Convenientemente para mi esta situación me venía como anillo al dedo, ya que Tom tenía que deshacerse de su ropa mojada para poder yo lavarla y secarla lo más pronto posible. El destino me estaba congratulando por algo. ¿Qué era? No sé, pero me agradaba bastante.
De inmediato sin demorarme me dirigí a Lupe.
--Lupe, temo que tendré que irme, estamos todos mojados—Me señale la ropa—Dime ¿Cuánto te debo?
--Son…Déjame ver—Saco cuentas en su mente—$150 pesos mija.
--Claro, Aquí tienes—Saqué el billete del bolsillo de mi pantalón y se lo entregue en la mano—Gracias por todo estuvo delicioso.
--De nada mija—Replicó
Voltee a ver a Tom. Me mordí el labio inferior y él me correspondió con una mirada que no supe descifrar pero era en exceso sensual.
--Vamos a mi casa Tom. Debes cambiarte—Le dije
--Claro muñeca—Me vio de nuevo con esa mirada de hacia unos instantes, era entre sexy, sensual y perversa—Vamos.
No pude evitar lanzarle otra miradilla juguetona y socarrona. Tom al parecer solo estaba a escasos segundos de volver a hacer su cara “Orgásmica” y hacerme lo imaginable allí mismo. Lo conocía lo bastante bien para saber cómo reacciona ante estas situaciones.
Tom y Yo caminamos por toda la calle hasta llegar a la esquina donde estaba la casa de los Portman, llegando allí Tom estaba ardiendo. Estaba ardiendo realmente, pude notar a contra luz como se empezaba a evaporar el agua de la piel de sus mejillas, eso se me hacía bastante sexy a decir verdad, pero trate de no volver a excitarme de nuevo con solo imaginar la infinidad de cosas que podría hacer con Tom.
Trate de llegar a casa. Y al parecer Tom también. Le escurrían las trenzas en agua y la cara la tenía algo manchada de lodo, eso en mi perversión lo hacía lucir como todo un chico malo. El chico malo que yo debía probar.
Al fin llegamos a la puerta de la casa. La abrí como pude, de verdad estaba en mi punto máximo de excitación posible en ese momento claro.
Se me vinieron a la cabeza la miles de novelas que he visto con mi hermana, en donde la chica ya está como fogón de caliente y el chico igual.
Entonces llegando a la puerta se besan el tira la puerta y lo hacen donde caiga. Y No solo una vez si no varias en el mismo día o noche.
A lo que me refería y lo que meditaba era si eso podía pasar a dos días de conocer a Tom, digo personalmente, porque de conocerlo, lo conozco desde hace mucho tiempo y siempre lo he amado.
Pero pensándolo bien y por un instante de conciencia, no podía darme el lujo de tener relaciones con Tom. ¿Por qué? El pensaría que soy como las otras, una caliente que solo busca sexo de él y no era así, yo en verdad lo amaba. No quería ensuciar eso, por mucho que yo desease a Tom.
De verdad no quería.
Así que intente, no mirar a los ojos a Tom. Si lo hacía podía caer de nuevo y ahora si perdería todo lo que había ganado y ensuciaría mi amor por él.
Todo lo que significaba, su sonrisa dulce, sus bromas, su ego encantador, sus ruiditos raros y como molestaba a Bill cuando se le apetecía. Tom significaba mucho para mí no solo un guitarrista bien parecido, no solo significaba un supuesto “player” que era fan de acostarse con mujeres y tener aventuras de una noche. No solo eso era Tom.
El era un hombre, un hombre sensible, dulce, amoroso y leal. Y eso era lo que yo podía ver en él y por eso lo amo, como lo amo.
Desvié mi mirada y solamente me limité a pedirle sus prendas empapadas a Tom. Trate de portarme lo más fría posible.
--¿Me podrías dar tu ropa?—Le pedí
--Claro muñeca—Me miro como un felino acechando a su presa—Lo que tú pidas.
Estaba segura que Tom seguiría con su juego de seductor pero yo no podía seguir en la contienda. Estaban en juego mis sentimientos y lo más importante mi corazón. ¿Me rendiría y saldría como una cobarde huyendo de allí?
Si, si lo haría, pero no porque no pudiera competir, si no porque me daba miedo arriesgar más de lo que podía arriesgar.
--Gracias—Espere a que me diera la ropa mientras miraba a la nada—Esperare mientras me das la ropa.
--Por su puesto—Se deshizo de su camisa enfrente de mí, para provocarme—Espera todo lo que quieras.
Mire a la repisa que Diana tenía en la sala allí había varias fotos de nosotras juntas desde hacía varios años atrás. Éramos realmente muy unidas aunque no fuésemos hermanas de sangre lo éramos en alma y corazón. La una no podía vivir sin la otra, algunos decían que era una codependencia, pero las dos sabíamos que no lo era. Era amor de verdad, las hermanas se aman por sobre todas las cosas y nuestra relación de hermanas era más que lo que la gente se pudiese imaginar.
Había veces incluso en que Diana y yo decíamos las cosas al mismo tiempo. También llegábamos a saber que pensábamos con solo vernos, y lo más drástico un día incluso llegamos a soñar cosas semejantes.
No éramos gemelas pero lo parecíamos. Esto era realmente encantador, era tan especial, era solo de las dos. Único e irremplazable.
--Muñeca—Tom interrumpió mis pensamientos—Aquí tienes.
--¡Oh Si!—Me despabilé, pero no deje de pensar en Diana y en mí. No sabía dónde estaba y eso me estaba preocupando—Ya lavo tu ropa.
Inmediatamente me dirigí al cuarto de lavado de la casa de mi hermana. Y me encerré en él. No quise que alguien me viese llorar si pasaba y mucho menos Tom.
Ya me había visto una vez y no pasaría de nuevo. De veras que no.
--¿Dónde mierda estas?—Grite hacia mis adentros--¿Dónde? ¿Dónde?
No escuche respuesta alguna satisfactoria proporcionada por mi mente. Me estaba dando la razón que Diana quizá había desaparecido o le había pasado algo malo. Ahora mi cabeza daba vueltas, tenia al hombre de mi vida cerca de mí pero el destino se había llevado a mi otro gran amor. Mi hermana.
No quería que el destino me diese algo muy bueno y me quitara algo igual de valioso. No lo deseaba y si para tener a Tom cerca de mí, tenía que sacrificar a mi hermana prefiero no tenerlo, ni haber chocado jamás con él, con tal de que ella estuviese aquí. Conmigo…
--¿Pasa algo?—Inquirió Tom desde la parte de atrás de mí
--No nada—Me sorprendió que invadiera mi privacidad entrando—No pasa nada
--Tu voz y tu cara aparentan otra cosa nena—Me toco el hombro— ¿Puedo ayudar en algo?
--No, no estoy bien—Trate de mentir lo mejor que pude y que mis ojos no me delataran—Es solo que… estoy algo molesta, porque el auto nos mojo. Me preocupa lo que pienses.
--Pues… creo que no me morí porque me hayan mojado—Rio—Creo si me molestase por eso, yo ya me hubiera desecho de las regaderas ¿No crees?
--Si—Era una razón lógica la que me había dado Tom—Bueno, pensé que tú te molestarías. Eso es todo.
Tom me miró a los ojos como si estuviese tratando de manipular mi mente y obligarme a decirle la verdad.
--¿Segura?—Inquirió.
--Si—Le dije.
Tom se salió del cuarto de lavado y me dejo en soledad como antes. Lo único que pude hacer fue echar su ropa en la lavadora, ponerla a lavar e ir de nuevo a la sala.
Y allí estaba él. En calzoncillos clavándome la mirada, como si la respuesta que le había dado hacia unos momentos no le hubiese parecido suficiente. Allí estaba él acechándome. Esperando a que yo cometiese un error y me atrapara en la jugarreta.
--Y bien Tom…
--Y Bien Jean—Me interrumpió antes de que yo terminase la oración—Ahora me puedes decir ¿Porqué te resistes a mis encantos?
Esa pregunta me había atacado con las defensas bajas.
--No sé a qué te refieres Tom—Disimule un poco el nerviosismo
--Por favor muñeca, para que seguirle dando vueltas. Aceptémoslo, tú me has estado coqueteando desde hace un buen rato—Tom me había atacado sin piedad—Y me has estado subiendo el calor como no tienes idea. Y después de todo eso, me das el cortón de un momento a otro y de nuevo comienzas a coquetearme. ¿Acaso estás jugando conmigo?—Inquirió molesto
--De ninguna manera—Declaré
--¿Entonces?¬—Frunció el ceño
--Esa es mi forma de ser—Mascullé
--Pues tu forma de ser me dice que me estas despreciando y que juegas conmigo muñeca—Cambio la expresión de su cara— ¿Y sabes que es lo que me quieren decir tus actos?
--¿Qué?—Pregunte
--Qué no te intereso. Eso me quiere decir
--¿Enserio?—Dije
Tom no me respondió, solo se quedo allí mirándome en calzoncillos y jugando con sus trenzas.
--Pues… No es que no me intereses. Es solo que no me interesas de la forma en que tú piensas—Vociferé
--¿Entonces? ¿Por qué actúas así conmigo?—Pregunto—Si solo quieres mi amistad tus acciones me dicen otra cosa.
--¿Sí? ¿Qué te dicen ha?—Fruncí el ceño
--Que quieres algo más. Pero no eres como las otras que ahora mismo ya estuvieran desnudándose ante mí—Se acercaba a mí conforme hablaba—Que sabes quién soy en realidad.
--Si lo sé. Por eso mismo…
--¿Me tratas así?—Me dio un gancho al hígado con su pregunta
--No es eso.
--¿Qué es entonces?—Sus ojos se tornaron obscuros y mate.
--Es… Es que estoy preocupada ¿entiendes?—Comencé a hablar, si mirada me había intimidado—Mi Hermana jamás desaparece tanto tiempo. Y ya es hora de que no regresa. Me está matando.
--Tu hermana claro—La fuerza de su mirada disminuyo—Lo que debes hacer es calmarte, ella aparecerá.
--Si pero no puedo—Le dije, abrazándome a mi misma—Me preocupa mucho.
Tom me tomo por los hombros y me dirigió hasta el sillón. Me sentó y él se quedo a lado mío.
--Cálmate—Hizo un gesto de compasión a mi parecer—Mira, para empezar no creo que tu hermana sea tan tonta para hacer algo que no tenga vuelta de hoja.
--Depende—Dije—Ella es muy atrabancada.
Mire a Tom y allí seguía en bóxers, así que me levante de mi asiento y del closet del pasillo saque una frazada y se la di. Me senté de nuevo a su lado para seguirle contando mis penas.
--¿Atrabancada en qué sentido?—No había entendido lo que yo quería decirle
--A lo que me refiero, es que hace las cosas sin pensar en el instante. Es muy impulsiva, eso quise decir—Le aclare.
--Oh ya entendí—Se abrigo con la frazada—Es como Bill
--No… No es como Bill—Eche las pupilas a rodar—Lógicamente ella no es como él. Diana es Diana y Bill es Bill. No hay parecido.
Ahora mi problema era escoger entre Diana o Tom. Estaba entre la espada y la pared.

domingo, 6 de marzo de 2011

EN LA OBSCURIDAD

EN LA OBSCURIDAD.
Pronto me di cuenta que no necesitaba hacer las compras en ese mismo instante. Podían esperar, además eran las diez de la mañana, me daría mucha pereza caminar por los pasillos con cara de sueño y fastidio.
Preferí regresar a casa y tomar una siesta. No importaba si no atendía al mayor de los hermanos Kaulitz, para eso estaba Jeanette.
Y por si fuera poco, no me agradaba mucho la idea que él se bebiera mi agua. Por muy famoso que este fuera.
Entre por la puerta de la cual había salido hacia unos minutos ya. Y subí por las escaleras con mucho pesar. Ojala existiera un ascensor en mi casa para no tener que mover las piernas. Pero no lo había así que a caminar se ha dicho.
Llegando a mi cuarto me deje caer encima de la cama como un costal de papas. Y me deje llevar por la dulce comodidad de esta.
Arrullada en las nubes me sentía, mi colchón era como un pedazo de cielo. Y mi almohada un esponjoso y mullido pedacito de nube que sostenía mi cabeza.
Ahora solamente me dedique a relajar cada uno de mis músculos y cerré mis ojos. Pronto me encontraba en mis sueños. Era de noche, no sabía a ciencia cierta en donde me encontraba pero hacia mucho frio para mí, el aire me calaba hasta la médula y lo más irracional de mi estancia en ese país que ni siquiera había visitado, era que estaba sola a mí parecer, era de noche y enfrente de mí estaba él. Ese varón alto, de tez blanca y con esos ojos casi negros que me veían con esa hostilidad que los caracterizaba en cada uno de mis sueños tanto despierta como dormida.
Este levanto su mentón como si estuviese retándome a algo. Lo mire con terror y él me sostenía la mirada, se me acerco de forma inesperada y fue allí cuando repentinamente abrí los ojos. Creo haber gritado. No lo recordaba bien.
Respiraba con dificultad y mi corazón latía con fuerza. Tenía miedo de aquel personaje, pero a la vez me causaba interés saber más de él. Se estaba convirtiendo en mi compañía constante, incluso más que Jeanette. ¿Por qué mas que ella? .Quizá porque él estaba en cada recoveco, en cada pequeño espacio y en mis sueños. Torturándome con sus ojos, con su indiferencia. Me estaba matando en silencio.
Sentía que el aire me faltaba, que había una presión sobre mi pecho que me estaba aplastando. Grité una vez más, esto parecía una pesadilla de un Thriller de Hollywood. Tuve la necesidad de gritar más fuerte y hasta de llorar. Me estaba desesperando de esta horrible sensación de ser pisada como bicho.
Grité lo más fuerte que pude y fue allí cuando Jeanette entro por la puerta con una cara de pánico que no se la había visto jamás. Estaba totalmente histérica y se le había ido todo el color de la cara. Estaba totalmente pálida y por si fuera poco se me acercó me tomo con sus manos y me agito, para despabilarme. No quisiera saber el aspecto que mi cara tenia para que ella se pusiera así.
Creo que se espanto más ahorita que en el incidente con el tráiler el día del concierto. Me gritaba una y otra vez “¡Diana reacciona, por favor!” , me zarandeaba con cada grito y estos iban en aumento de fuerza conforme las repeticiones.
Ella llegó a la desesperación y me dio una bofetada. Que me dolió más que sentir que me asfixiaba.
Pude despabilarme un poco, pero no del todo. Él estaba dentro de mi cabeza, taladrándome con su mirada, con su desprecio y retándome. Me atraía el peligro que significaba que el estuviese en mis sueños, que me sedujera con ese repudio por mí. Era tan paradigmático, tan irresistible, y era tan automático para mí seguirlo.
Estaba cayendo en las redes de un personaje creado por mi mente. No era ni de un libro, ni de una película ni de otra fuente existente que los demás pudiesen ver. Era un producto creado por mi mente, que me estaba haciendo caer, un demonio que a la vez era un ángel y que sabía mis debilidades y mis temores, que me estaba haciendo tirar las murallas de protección que había construido. Estaba bajando mi guardia ante él. Era un Freddy con rostro de Gabriel.
Él parecía emergido de mi infierno personal, eso era lo que me asustaba, claro sin hacer por un lado que yo perdiese la cordura y me internaran en un sanatorio mental, eso también me causaba pavor. No mentiré me aterraba.
Mire hacía a la nada, no estaba segura de poder ver a los ojos a mi hermana, para poder explicarle que era lo que me estaba pasando. Así que levante de un solo salto y salí de la habitación para dirigirme a el recibidor tenía que salir de allí a como diera lugar. Claro le debía una explicación a Jeanette y se la daría, claro que sí. Pero no sería en ese preciso momento seria cuando yo estuviera segura de lo que me estaba pasando, que lo asimilara y que ella me pudiera creer, por qué una cosa es que te encuentres a Tom Kaulitz y otra es que un ser desconocido que vive en tu mente te este aterrorizando cuando menos lo esperas.
¿Cuál de las dos se escucha más cuerda? .Obvio la de Tom, por eso también tenía miedo de decirle aquello a ella. Tenía miedo de repetírmelo a mí misma en voz alta y en mis pensamientos.
Pase por enfrente de Tom y él me miro con cara de sorpresa y fue allí cuando vi similitud en sus ojos con los de mi atacante… eso me hizo gritar de nuevo y salir corriendo de mi casa y llegar hasta donde el aire en mis pulmones y mis piernas me lo permitiesen.

Logré llegar a la esquina y me desplome como cuando kilos de dinamita hacen que se deshagan los cimientos de un edificio y cae en segundos. Así mismo caí al piso, únicamente por puro reflejo puse las manos e impedí golpearme el rostro.
Fue allí cuando miles de cosas me estaban golpeando, como balas. Sus ojos… estaban destruyendo cada neurona, cada dendrita, cada célula de mi cabeza.
Necesitaba ayuda urgentemente, pero no podía ir a mi casa. No podía era un manicomio, una tortura estar encerrada en mi infierno.
Quería aire, respirar y dejar de pensar. Algo imposible, pero debía encontrarlo, porque de no ser así explotaría.
Perdería la poca cordura que me quedaba… y perdería al ser que más amo por mis ataques y por aislarme.
A este paso terminaría siendo una loca asesina en serie. No había pasado ni un día y yo ya estaba perdida por ese tipo. Se notaba lo débil de mente que era, se notaba que era más vulnerable que un recién nacido y que a cualquier provocación caía en las redes de quien fuera.
Lo sé, era tremendamente patético y daba pena ajena, pero así era. Yo era un blanco fácil y sensible a cualquier cosa… de verdad cualquiera.
Mi personalidad me afectaba a cada paso de la vida, era muy difícil andar por la vida pensando en que la gente es buena y que no me haría daño.
¡Pero qué equivocada estaba! Hasta yo misma me estaba hiriendo, buscando amor en una ilusión, buscándolo en mi misma.
Definitivamente la autoestima no era lo mío. Mi autoestima estaba en el núcleo de la tierra, y estaba, más necesitada de amor de pareja que nada.
Me senté la banqueta con la cabeza entre las piernas, llorando, atosigada y mojada, porque seguía lloviendo.
Chorros de agua caían en la cortina de mi cabello, mis pies estaban inundados y mis zapatos también. La tormenta había empeorado y parecía diluvio. Tuve que sentarme en el jardín de los Portman. Y seguir con mi debate interno.
Los problemas iban creciendo y se arremolinaban en mi cabeza. Y esto era una viva prueba de que aun no lograba superar la decepción amorosa de Javier. Claro él ya estaba más que olvidado, pero la herida allí seguía, punzante y lacerándome junto con este nuevo personaje, que me estaba volviendo absolutamente loca.
Loca de verdad.

Diana tuvo una reacción muy rara cuando vio a Tom en su casa, y fue peor cuando observo como este se bebía gustosamente su agua… de marca. Al parecer le disgusto, pero ¿Qué podía hacer yo?, digo Tom moría de sed, ni modo que lo dejara así.
Y ella… era mi hermana. Me estaba poniendo entra la espada y la pared, esta extraña actitud de diana.
En mi cabeza había millones de voces gritándome: “Quítale el agua”, “No, no le quites nada es Tom”, “Ella es tu hermana”, “Decide, decide, decide”.
Estaba volviéndome loca, no sabía cual hacerle caso. Por un lado él se estaba muriendo de sed y por el otro ella estaba tomando una postura bastante fastidiosa.
Nada le costaba dejarle una simple botellita de agua, ni que se le fuese a acabar el mundo por eso. No era la última botella, ni la última ración de agua.
Así que opte por no decir nada y seguir hablando con Tom. Ella frunció el ceño molesta, cerró la puerta de una patada y subió la escalera, iracunda rumbo a su habitación.
Diana me preocupaba, era… una niña realmente, a veces berrinchuda, muy tierna y cursi en exceso. No quería que pensara algo que no era. Tenía que hablar con ella, ¿Pero después de que la visita se fuera o en este preciso instante? . Una decisión difícil a decir verdad, pero es que… que mas daba esperar unas horas más. A fin de cuentas este sueño con Tom acababa cuando él se fuera.

Era frustrante… ¿Por qué tenía que pasarme esto a mí? .Digo si en mi destino estaba conocer a Tom, porque se empeñaba en quitármelo así de tajo. No era nada justo. Ni sano para mí.
Si ya me dolía el corazón con esto. Con sus palabras me había terminado de matar. Y matar enserio, porque una cosa es crearte una ilusión con tu artista favorito y otra cosa es hacerte esas ilusiones con alguien que ya conoces.
Esto me dolía… y mucho.
Hería saber que esto se esfumaría. Que tener a Tom ahora mismo, era como estar en el mismo desierto y ver un espejismo y tratas de tocarla y se desvanece ante tus ojos.
Tom desaparecería en cuestión de días, lo único que lo ataba a mí era esa estúpida camioneta. Ojala la hubiese destrozado. Así el compromiso lo ataría más a mí. Aunque fuese una semana, lo disfrutaría.
Pero no. Dios no cumple antojos y me estaba quitando al amor de mi vida.
Y era como si me estuviese quitando el mismísimo oxígeno, la sangre y los órganos internos, terminaría por matarme en segundos.
Matarme de verdad. Y esta vez no tendría a mi hermana, ella estaba molesta conmigo ó algo por el estilo.
Me he roto el brazo, me he caído, me he hecho heridas, he perdido parientes y nada me duele más que esto.
Me duele que mi sueño se irá como cuando abres los ojos en un sueño lindo, me duele que mi hermana se haya enojado conmigo, me duele toda esta situación y me duele tanto que siento que en cualquier momento comenzaré a llorar y terminare por morir de la tristeza.
Terminaré por quererme morir, como cuando se pierden las ganas de seguir.
Ensimismada en mis pensamientos y en mis penas a lo lejos logré escuchar un grito. Era diana definitivamente, era ella… se oía con miedo.
Se me erizaron los vellos de todo el cuerpo. Por inercia me pare de un solo tirón y corrí hasta las escaleras, fue allí cuando Tom me pregunto el porqué de mi reacción.
--¿A dónde vas?—Me pregunto con inusual interés
--¡A ver a mi hermana!—Le grite
--¿Es tu hermana?—Inquirió, preocupado
--Si… ¿hay algún problema?—Le cuestioné
--No, ninguno—Admitió
Entonces subí despavorida hasta su cuarto, no me importo que yo no tuviese la condición física para hacerlo, solo subí. Ella me era de mucha importancia en la vida y no podía dejarla sola… de nuevo.
Cuando abrí la puerta allí estaba ella sentada con una cara de terror, como si hubiese visto a un muerto.
No reaccionaba, creo que no respiraba tampoco. Me estaba asustando así que me senté en la cama y comencé a zarandearla para ver si así regresaba en sí.
Ella seguía gritando, estaba en shock, ni siquiera me estaba viendo a los ojos, las lágrimas se desbordaban por sus ojos y seguía gritando.
Definitivamente algo andaba mal así que me vi en la necesidad de darle un tremendo guantazo en la mejilla para que despertara.
Ella se sobo el lugar donde recibió el impacto y se paró inmediatamente para salir corriendo por la misma puerta de la que yo había entrado.
La seguí tan rápido como pude y cuando ella vio a Tom emitió un grito de pavor que me cimbró desde el interior hasta erizarme cada vello existente en mi cuerpo. Y salió de la casa.
Tom inmediatamente se paro detrás de mí.
--¿Hey, esa no era tu hermana?—Pregunto algo preocupado a mi parecer.
--Si—Fue lo único que pude decir, estaba en shock.
--¿Estás bien?—No tubo tacto alguno en preguntarme.
--No—Le lancé una mirada furtiva—Y no es de tu interés. ¿Sabes?
--Eh… lo sé—Hizo un gesto de despreocupación—Bueno no. ¡Bah¡ Olvídalo. Estábamos en tu preciosidad abollada.
--Si… si—Mis ojos comenzaron a llenarse de lagrimas—Este… si en eso.
--Jean…Jean—Intentó pronunciar mi nombre en vano—Tú no estás lo que yo considero “bien” — ¿Por qué lloras?, vamos sé que he de ser un sueño, ¿Pero porqué llorar?
--No es por ti. Ya te dije no eres lo suficientemente importante para mí como para llorar—Eso le dolería seguramente, pero no estaba de ánimo para reñir con él--Y no es de tu incumbencia, sigamos hablando de números.
--Lo que tu digas muñeca--Puso cara de fastidio--¿Eres así todo el tiempo?
--Si no te parece, la puerta está bien ancha para que salgas por allí—Le señale.
--¿Me estas corriendo acaso? ¿A mí?—Se indigno al parecer— ¿A Tom Kaulitz?—Se acercó a mí —¿Al único que puede arreglar tu camioneta jodida? ¿A mí?—Fueron apareciendo gestos de molestia en su rostro—Pero es que… ¡Tú estás loca! ¿Que no me ves? ¿Tienes algo en los ojos?—Manoteaba sin cesar— ¡Mírame joder! ¡Soy Tom Kaulitz! ¡No sé qué hago aquí, bien pude haberte dado un maldito fajo de billetes para que como apareciste de rápido de igual manera hubieras desaparecido de mi vista! Pero no, soy tan bondadoso que decidí tratarlo en persona contigo—Se acerco una vez más a mí peligrosamente— ¿Y así me pagas?
--¿Sabes qué? Mejor mañana arreglamos esto—Le indiqué tratando de contener las lagrimas mirando hacia el techo—Tu chofer bien sabe como regresar al hotel y como venir aquí, dile que te lleve este no es momento para hablar de finanzas y soportar tu ego.
--Muñeca, yo no… yo no quise alzarte la voz—Puso cara de niño regañado—Yo… yo lo siento.
--Adiós, nos vemos mañana—Lo empujé débilmente hacia la puerta y después de esto subí las escaleras lo más rápido que mis piernas me lo permitían hasta la habitación de mi hermana. Ya allí podría sentirme más miserable de lo que ya me era.
--¡Bien Tom muy bien la has hecho llorar más, mierda! ¡Pero no sé a qué hora mañana estaré disponible, tenemos conferencia de prensa y, jean! ¡Espera!—Grito desde afuera de la casa.
No hubo respuesta alguna de mi parte. Solo un pequeño grillito con su música respondió.
--¡Jean! es sobre la hora en la que puedo venir—Siguió gritando— ¿Serias tan linda de asomarte por la ventana siquiera?
¿Cómo resistirme a esa petición tan amable?, me asome por la venta con la cara hecha un fiasco de lagrimas y el maquillaje todo corrido aunque no era mucho. Pero seguramente ahora lucia horripilante
--Dime—Conteste sin ganas
--Mañana tenemos conferencia de prensa los chicos y yo. Mañana te envío un sms para avisarte más o menos cuando estaré aquí. Es que el que se sabe los horarios es mi hermano no yo—Rio— ¿Muñeca, sigues llorando?
--No—Obviamente fue un sarcasmo—Solo me enjuago los ojos de adentro para afuera. Yo no lloro.
--¿Sabes? tienes un poco de sarcasmo en los labios, déjame entrar, ¡Vamos! Prometo ser un buen Tom
¿Debía dejarlo entrar? En este momento era vulnerable... pero necesitaba de un hombro en donde llorar.
--Bien… adelante—Le grité
Tom entro a la casa.
--¿Jean Puedo subir?—Gritó
--Si—Grite desde el cuarto de hermana, apretando contra mi pecho una foto de ambas cuando éramos más jóvenes
Pude oír desde mi ubicación como Tom subía las escaleras y entro a la habitación donde yo estaba.
--¿Jean?—Me llamo.
Me di vuelta al oír su voz y no pude evitar correr hasta él y abrazarlo hecha un mar de lagrimas
--Tom—Llore aun más.
--Tranquila…--Contesto al parecer condescendiente, y correspondiendo a mí abrazo—Me pasa lo mismo con mi hermano, se enoja y se va y regresa en la noche con unas copas de más—Rió—Ok no, creo que ese soy yo. Pero el punto es que a todos nos pasa igual.
--Tu no entiendes…--Comencé a hablar conmigo misma y con Tom al mismo tiempo—Ella no es así… algo pasa, lo sé. Y además no creo que tu hermano sea como mi hermana, así que no compares. Esto es difícil—Me pegué más a su cuerpo, su esencia era como la luz para las moscas, me atraía.
--¿Algo como qué?—Comenzó a pasar su mano sobre mi espalda, simulando un masaje—Sea lo que sea ya te lo dirá Jean. No forjes las cosas, si lo haces las cosas no salen bien y si algo pasa tu hermana ya te lo dirá cuando se sienta segura de hacerlo.
--En eso hay algo de razón. Pero ella siempre... me dice lo que pasa por muy malo que sea. Y no es solo eso hay otras cosas más que me atormentan--Hundí la cabeza en su ropa, tenía que almacenar lo más posible de su aroma en mi cabeza, no quería olvidar la esencia de Tom por el resto de mi vida. Esto quedaría para la posteridad y además tenía que grabar bien en mi cabeza como masajeaba mi espalda... sentía una corriente eléctrica en mi cuerpo cada vez que él lo hacia
--¿Más aun? piensa en algo más, creo que es mucho castigo para ti por hoy—Continuo reconfortándome.
--Si que lo es... --recalque aquello, creo que era momento de quitarme de encima de él, pero no quería deseaba estar así para siempre, le abrace con menos fuerza, pero mis pensamientos me traicionaron y de nuevo llore, ahora por la nostalgia de perderlo así que lo comencé a soltar.
--Vamos no llores mas muñeca, cuando yo me sentía triste de más pequeño pensaba en algo, cualquier cosa, veamos dime lo primero que se te venga a la mente, y no es válido pensar.
No podía decirle “Tú Tom. Tú” así que pensé un poquito.
--Trenzas—Le dije.
--Trenzas—Rio—Bien ahora arma una pequeña historia con esa palabra.
Tom no sabía en la que se estaba metiendo… caray que dilema
--Emm… no se me ocurre nada—Dije
--Intenta—Insistió
Tom me abrazó un poco más fuerte.
--Un día unas trenzas... querían... no se emm... vivir felices en una cabeza que realmente las quisiera por lo que eran y no encontraban esa cabeza hasta que un día la conocieron y fueron felices y fin--Pero que pésima historia.... sentí como sus fuertes brazos me aferraban a él. Eso me gustaba me daba más oportunidad de sentirlo por más tiempo.
--¿Lo ves? pensaste en las trenzas y como hacer la historia y dejaste de pensar en lo otro que te atormentaba, intenta hacerlo más seguido—Rio a carcajada limpia.
Hui si supiera que esas trenzas son el…
--Tratare—Intente despegarme un poquito, seguramente se sentía asfixiado con mi abrazo.
--¿Jean te lastimo o algo así?—Inquirió preocupado
--No—Trague saliva nerviosa, ¿Acaso Tom se estaría hartando?--¿Por qué?
--Es que como te estabas despegando de mí pensé…
--No, no me lastimas en lo más mínimo.
Por dios le gustaba que lo estuviera abrazando eso me hacia feliz, me dije a mi misma.
--No llores más. ¿Vale muñeca?—Declaro muy seguro de sí.
--Ok—Admití
Era tanta mi felicidad que sentí que el piso se me movía. Me desplome, no solo por esa alegría y por tener tan cerca a Tom. No había desayunado bien eso ayudo a mi desmayo repentino.
--¡Jean, Jean reacciona!—Me zarandeó un poco.
Este desmayo me venía de lo más perfecto... estaría en los brazos de Tom por un tiempo a menos que se le ocurriera tenderme en la cama y allí esperar hasta que yo despertase
--Jean… ¿Estás viva?—Me zarandeo—Jean si me escuchas, ahora vengo iré a decirle a mi chofer que me quedo aquí.
Yo seguía allí tirada a mi suerte en la cama, totalmente perdida en una dimensión desconocida. Lo único que podía mantener en mi cabeza era Tom. El hecho que estuviese conmigo, que no era una ilusión. Que esto era real. Era lo único que podía realmente tener vigente en mi cabeza y que no quería salir de allí.
Sentí de nuevo un zangoloteo en mi cuerpo, seguramente era Tom tratando de despertarme de nuevo.
--¡Jean, vamos despierta!—Me gritaba
Aun me encontraba perdida en la inmensidad, pero comenzaba a sentir como mi cuerpo reaccionaba ante la piel de Tom. Sabía que era un hombre imponente, pero mi cuerpo estaba teniendo efectos ante su presencia, los cuales no podía ocultar.
Me sentía como si estuviese desde hace un rato en una licuadora, algo así como si viviera en una licuadora y yo estuviese en un recipiente para Martini, la cual es lo que la licuadora está tratando de deshacer en modo frappe. En resumen esto era peor que un terremoto, quizá más fuerte que el mismísimo terremoto del ochenta y cinco en México.
Un último zarandeo, por parte de mi inquilino, pero con más fuerza logro hacerme regresar en sí.
--¿Qué…qué…qué pasó?—Pregunte sin abrir muy bien los ojos
--Te desmayaste—Me indico
--¡Ah!—Aun me sentía fuera de órbita--¿Enserio?
--Si—Siguió hablando—Eso y yo pensaba que te habías muerto y le dije a mi chofer que se fuera, que me iba a quedar a cuidar de ti, pero como ya reaccionaste no quiero causarle más molestias a la señorita—Declaró
Ante esta respuesta cruel y sin sentido de Tom abrí los ojos de inmediato. Me percaté que su rostro estaba demasiado cerca del mío. Como si quisiese escudriñar mi piel y saber más de mí. Su cercanía ocasionó que mi corazón se desbocara y me subiera rápido la sangre a la cabeza.
--No causas molestias—Le dije—en lo más mínimo. Si quieres puedes comer algo o no sé. Claro a menos que te sea necesario y muy urgente irte.
--No—Sonrió—Soy mi propio jefe, a veces solo debo estar temprano en el hotel. Mañana solo debo ir a una conferencia. No es gran cosa.
--Bueno eso significa que… ¿Te quedarás?—Tenía que saberlo ahora me estaba gustando más de lo normal tenerlo cerca.
--Si, además le dije a mi chofer que se fuera y tu camioneta no me puede dejar en mi hotel—Rio.
--Si puede—Admití—Llegaríamos en unos dos días ¡Pero llegaríamos!—Reí jubilosa
--Eres graciosa cuando no me quieres matar ¿Sabes?
--Ah… bueno… es que así soy yo. Algo… inusual, pero cuéntame algo de ti—Reí Sencillamente
--¿De mí? ¿Qué quieres saber muñeca?—Inquirió.
--Lo que me quieras decir--¿Qué me podía decir? Lo sé todo de el—Creo que en todas tus entrevistas y conferencias quieren saber lo mismo. Dime lo que tú quieras.
--Soy pésimo en eso. Mejor tú pregunta y yo respondo
Caray... me lo sabía todo ¿Qué preguntaría?
--¿Dime... que te molesta más de las cosas que hace tu hermano?--Pregunta estúpida pero no se me ocurría nada.
--A veces es muy impulsivo y cree que todo lo puede hacer solo, me pone de los nervios que haga eso—Contesto relajado
Ah… Pero que interesante... De hecho… no lo era, hasta en mi cabeza era sarcástica conmigo misma.
--¡Oh! Y emm… ¿Qué más te molesta que haga tu hermano?—Otra pregunta estúpida. No sé a ciencia cierta qué demonios pasaba por mi cabeza.
--Mejor tu háblame sobre ti, yo tengo todo eso esparcido por cualquier medio de comunicación, pero de ti, solo se tu nombre
--Oye Jean… --Me interrumpió.
--Dime—Contesté
--Mejor tu háblame sobre ti, yo tengo todo eso esparcido por cualquier medio de comunicación, pero de ti, solo se tu nombre—Me indicó
--Emm… Pues al igual que tú soy mejor respondiendo que hablando de mí, así que tú pregunta—Estaba dándole la oportunidad de que preguntase lo que se le antojara, quizá fue una mala decisión, pero daba igual.
--¿Qué te gusta? no sé, hacer, ver, escuchar--Remarco un poco eso ultimo--Tal vez a un guitarrista, alemán. No sé.
¿Porque me preguntaba eso? Él me encantaba Baba.
--Emm… pues me gusta... de música Tokio hotel no sé si los conozcas—Reí--Emm… música de sonido electro, de todo me gusta...—Comencé a hablar-- Y no se a que te refieras con lo de ver, y hacer y salir. Hago cosas con mi hermana, siempre estamos juntas—Continué--¡Oh! si el guitarrista alemán. Si, si el de… ¿Rammstein no?
--¿¡Rammstein!? ¡¡No hablaras enserio!! , yo toco mejor que el tipo ese y ¡estoy más bueno! ¿Estás bromeando no?
Sabía que insinuarle que alguien es mejor que él sería una bomba y tal como lo había predicho. Paso lo que tenía que pasar. Comenzaría a hablar de él.
--Oh si, si... hablaba del de Cinema Bizarre—Esto sería otro golpe bajo para Tom--Me gusta Rammstein pero ha no hablaba enserio acerca de eso.
--¿Quién es Cinema Bizarro?–Hizo un gesto de extrañeza—No importa. Soy mejor que su guitarrista. ¡Soy mejor que cualquier guitarrista muñeca!—Allí estaba el autentico ego de Tom
--¡Qué no te oiga decir eso mi hermana!—Reí—Ok. Estoy de acuerdo en que eres uno de los mejores guitarristas, realmente sabes lo que haces.
--¿Bueno?—Bostezo—Bueno es poco, soy perfecto preciosa, que te quede claro.
--Ok perfecto—Eché a rodar las pupilas—P E R F E C T O—Le cambie el tema--¿Qué más quieres saber?
--Algo que me ha taladrado la cabeza desde que te conocí—Se puso serio al parecer— ¿Tienes novio muñeca?
Entre en pánico total.
--¿Es muy necesario que lo sepas?—Inquirí
--Lo suficiente—Ahora sí estaba serio— ¿Tienes?
--No—Declaré seria. Esto era parte de un sueño que había tenido hacia tiempo. Que él me preguntase si tenía novio—No tengo.
--¿Me estas gastando alguna broma verdad? ¿Enserio no tienes?—Parecía sorprendido con mi respuesta.
--No hago bromas en cuanto a esto--¿Carajo porque no me creía?—No tengo pareja soy soltera y desde hace mucho.
--Raro—Dijo—Eres muy…muy bonita—Me miro—Y se me hace extraño que no tengas, solo eso.
--Pues... no es raro es normal—Esos ojos con un toque pícaro me decían que él pensaba en algo...mini Tom estaba pensando más que Tom—No tengo novio aunque digas que soy linda y esto ha sido desde hace años.
--Yo tampoco tengo una desde hace mucho tiempo—Se acercó a mí—Una de verdad no.
De inmediato pensé en la maldita de Chantelle Peige esa desgraciada mal nacida, la odio tanto.
--A... pues sí, creo haber oído algo de eso—Haber oído era mentira, me sabia la información de primera mano—Es una lástima ¿no crees?
--Tal vez… No lo creo, todas han sido más que putas baratas—Afirmo—Pero tú me intrigas muñeca.
--Hahahahahaha—Reí jubilosa— ¿Yo?
--Tú—Me señaló.
--No tengo nada interesante—Mierda necesitaba un tanque de oxigeno urgente, estaba nerviosa pero lo ocultaba bien— ¿O qué se te hace interesante de mi?
--Si fueras como las demás, ya hubieses pedido que te folle, me gusta que no lo hagas, me gustan los retos, ¿sabes? Las cosas difíciles—Me lanzó una miradita coqueta.
--Genial—Me daría un infarto allí mismo—Soy… ¿Interesante? Creo que al menos para ti. Valla que logro. Y es obvio, nunca faltan las clásicas rameras que solo buscan sexo.
--¿Porqué eres tan fría conmigo?—Dijo aún serio.
--Por que así soy yo—Comenté tajante.
Al parecer Tom aunque fuese en una mínima parte estaba interesado en mí. O quizá en la dificultad que tenía enfrente de él para conseguir sexo. Nada era seguro con él.
--Me gusta—Comentó guiñándome un ojo—Oye ahora vuelvo, iré a tu cocina. A asaltarla
--Ok.
Tom salió de la habitación dejándome allí sola, dándome tiempo para pensar o quizá para hiperventilar y desmayarme de nuevo.
Esto tenía que ser un sueño. Un sueño bastante hermoso del que no quería despertar. Deseaba compartirlo con mi hermana. Necesitaba contarle todo lo que sentía en este preciso momento.
Tom me grito desde la cocina.
--¿¡Jean! solo tienes comida de dieta?—Grito a todo pulmón.
Maldita sea, había olvidado la comida de Diana.
--No—Grité
Trate de pensar rápido, para resolver el hambre de Tom. De pronto seme vino una idea a la cabeza y de inmediato se la comuniqué a Tom.
--¿Te parece si vamos a comer comida rápida? no sé, algo típico mexicano. ¿Se te antoja?—Le propuse
--Nunca he comido comida mexicana, en México. No suena mal muñeca—Vociferó
Menos mal. Me dije hacia mis adentros. Ahora solo tenía que ir por el dinero para pagar los alimentos de Tom. Que seguramente serian bastantes.
Tome mi cartera y allí dentro había al menos setecientos pesos. Que a mi juicio serian suficientes para el apetito voraz de Tom
Salí del cuarto, baje las escaleras rápido y lo espere en el recibidor.
--¿Ya? O ¿Quieres comida dietética para el camino?—Me mofé
--No—Puso cara de asco— ¿Tú comes eso?-- No... Mi hermana al parecer—Este incidente con Tom seria causa de una discusión con Diana cuando apareciera—En fin vamos por unas quesadillas bien sabrosas aquí en la esquina.
--¿Unas qué?—Rio—Solo he comido burritos y creo que Bill una vez compro tacos, nada mas
--¿Qué?—Puse los ojos en blanco—Tacos… Ricos. Burritos… Rico. ¿Pero que no hayas comido quesadillas? caray urge que las comas son deliciosas—Declaré.
--¿Y qué son?—Inquirió con sumo interés
Abrí la puerta para que Tom saliese de la casa. Camine unos cuantos pasos para darme la vuelta y poder cerrar la puerta.
--Son tortillas con relleno adentro y quizá si te gusta un poco de picante—Le comenté.
Cerré la puerta y me dirigí a Tom.
--Oye Jean—Comenzó a hablar.
--Dime.
--¿Puedo tomármelo como que es una cita?—Me pregunto con esa miradilla picara que solo él sabía hacer.
Este hombre quería causarme un infarto. Esto también era parte de un sueño que había tenido.
--Si claro. Si así lo quieres—Contesté
--Mi hermano me va a matar por no haber llegado a dormir—Rio Jubiloso— ¡Al fin! te dignas a estar conmigo siquiera para comer he muñeca.
--Exacto. Comer—Recalque eso último—Y dime—Comenzamos a caminar por la acera— ¿Por qué Bill te va a matar?
--No le gusta que me quede fuera en las noches—Hizo una mueca—Es muy protector y me has de entender.
--Si... me sucede lo mismo con mi hermana—Solté una risilla—No sé si viste en la cocina un platón con crepas... ella las hizo para que desayunara, pero no—Puse cara de asco—Se molestara y quizá me gritonee. ¡Ah!—Suspire—Pero que fiasco son los hermanos.
--No Bill no es un fiasco. Al menos no totalmente—Se quedo meditabundo—Y bien muñeca que tal si mañana después de terminar lo de tu camioneta, me… ¿muestras la ciudad? me voy dentro de poco y me gustaría conocer aquí.
--Claro—Eso significa: ¡AGENDA CON TOM!--Cuando tú quieras estoy disponible.
Lo hale por un brazo para dar vuelta en la casa de los Portman para llegar a la esquina de las quesadillas de Lupe.
--Me arrancaras mi perfecto brazo—Masculló
--Oh lo siento, pero si no te agarro irías a dar a la esquina de los pandilleros—Le indiqué
--Podría con 20 y sin tener rasguño alguno—Declaró presuntuoso
--Si claro—Le dije con un tono de sarcasmo bastante sano.
--Jean mañana debe quedar listo el asunto de tu coche, después de mañana solo me quedan 2 días aquí—Me cambio el tema abruptamente
--Ok—Admití— ¿Te parece si discutimos eso mientras comemos?
--Si. Dudo aguantar mucho sin tu indiferencia conmigo—Volvió a sonreír—Tal vez cuando regrese te visite
¿Tal vez? Ese “Tal vez” fue un golpe bajo para mi corazón.
--Si,…Si—Conteste con indiferencia.
--Si me das bien tu dirección seguro que lo hago muñeca—Me indico
--Hay un pequeño problema—Dije
--¿Cual?—Inquirió al parecer preocupado—No quieres que yo te visite, ¿cierto?
--Mi hermana y yo vivimos en casas diferentes—Le Dije. No me pondría a decirle que no somos hermanas biológicas—No, no es eso Tom. Tu presencia me es… agradable. Es lo de las casas... yo vivo en una y ella en otra, es un dilema hay veces que nos turnamos una vive un tiempo en una casa con la otra y después a la inversa.
--¿Si no te molesta me pasarías tu dirección?—Me pidió amablemente
--Ok.
Comencé a dictarle la dirección a Tom. Pero el ponía una cara de “¿Qué demonios dice?” que me causaba gracia.
Me miro una vez más con cara de “What?” Y se llevo las manos a los bolsillos
--Toma—Sacó su celular de uno de sus bolsillos traseros y me lo dio—En agenda anótalo que si no se me olvida.
Carajo este teléfono tenía como 30 teclitas que pereza me daba escribir.
--Claro lo anoto—Le sonreí—No es molestia alguna.
Al término de mi repentina labor de secretaria de Tom, le devolví su teléfono móvil.
--Listo—Sonreí una vez más.
--Gracias muñeca—Me guiño uno de sus gatunos ojos
Seguimos caminando por toda la acera hasta llegar a ese lugar tan esperado. La esquina de las quesadillas de Lupe.
Cuando llegamos Tom miro con interés cada uno de los botes donde estaban los guisados para las quesadillas. Parecía que se le antojaba meter el dedo en cada uno de los botes y probar. Me miro con los ojos llenos de alegría y me sonrió, dejándome admirar sus perfectos dientes blancos. No pude evitar devolverle la sonrisa. Él de inmediato se humedeció los labios con la lengua. Se estaba saboreando las quesadillas. Lupe me vio con cara de: “Y este fulano raro que tanto le ve a mi puesto” y me dijo:
--¿Qué vas a querer hija?—Seguía con la mirada clavada en Tom
--Unas cuantas órdenes de quesadillas para comer aquí Lupe—Me reí de ella—Son para mi acompañante y para mí. Y descuida Lupe no huirá con el bote de picadillo.
--Si hija—Miro una vez más feo a Tom—Pero es que el joven se le queda viendo raro al huitlacoche y al picadillo.
--Lupe—La mire seria—No se robara nada.
--Pos’ está bien. Dime de ¿Qué van a ser tus quesadillas?—Miro de reojo a Tom de nuevo—Digo para írtelas haciendo.
--¿Pues que te parece si ocho de cada guisado?—Seguí cada una de las acciones de Tom, no quería que sufriera un golpe con la espátula o peor con una quesadilla—Y Lupe ¿Qué refrescos vendes?
--No vendo refrescos—Miro a Tom una vez más mientras hacia las tortillas en la maquina—Pero ya sabes que Elsa vende hasta tarde.
--Si es verdad. Pero está lejos Lupe. Y no puedo dejar solo a Tom y mucho menos si tú lo quieres matar por tu huitlacoche—Le dije—Así que tendrás que mandar a alguno de tus gorrones a que vallan por dos coca-colas
--Pues nada más que mande al Bonju—Me comentó—Porque no hay nadie más disponible.
--Perfecto—Declaré
Me acerque hasta donde estaba Tom. Era tierno verlo husmeando por allí con los ojos llenos de curiosidad. Y ansioso por probar algo nuevo.
No pude evitar reírme y halarlo por un brazo para que nos sentáramos en los banquitos alrededor del gigantesco comal de Lupe.
Me preocupaba el hecho que Tom se derritiera por el calor, tenia demasiada ropa encima de él y el calor del fuego ocasionaría que su temperatura corporal subiera y que sudara en cantidades estratosféricas.
Me dio pena preguntarle si no tenía calor. Así que me quede calladita esperando a que él me dijese algo.
--Jean—Me llamo mirando hacia la nada—Quiero saber algo.
--¿Qué?
--¿La pasas bien conmigo?—Me miro directo a los ojos.
Antes de que yo siquiera pudiese responder Lupe nos interrumpió con nuestra primera tanda de quesadillas.
Me escudé entregándole su plato a Tom. Así no podría atosigarme con sus preguntas si estaba comiendo.
Además seguramente Lupe le había puesto bastante picante a las quesadillas de Tom, así que su lengua estaría entretenida con fuego en la boca.
Mientras yo tendría tiempo para poder meditar aquella incomoda pregunta. No es que no la pasara bien con él. Era obvio que si, el problema estaba en si se lo decía el quizá podía comenzar a jugar el juego del seductor y yo saldría lastimada. Pero por otro lado yo estaba segura de que Tom no era un player.
No sabía que decidir de verdad. Si me iba por un lado habría una consecuencia, si me iba por otro habría otra quizá mejor o peor. Pero si no me arriesgaba podría arrepentirme en un futuro. Así que debería seguir el lema de estos chicos. “Vive el segundo”
Interrumpí el bocado de Tom y le conteste:
--Si Tom, me la pasó bien—Le sonreí—Contigo
El me sonrió dejándome ver sus dientes una vez más, pero el único cambio que tenía ahora su perfecto rostro era una mancha de salsa en su barbilla. Con mi dedo pulgar le quite aquella mancha y me lleve a la boca ese rastro de salsa.
--Listo—Comenté
--Gracias muñeca—Me guiñó un ojo

sábado, 15 de enero de 2011

CUENTOS QUE SON REALIDAD.

CUENTOS QUE SON REALIDAD.
Pronto yo ya me encontraba en la preparatoria. El camino se me había hecho demasiado corto. Quizás mi mente también estaba ocupada en el asunto Kaulitz.
No es que no le creyera a Jeanette. Es que era impresionante que después de tanto tiempo de que ella soñaba con encontrarse con él y demás, pasara. Era como para estar en shock durante un buen tiempo.
Esto era un cuento. Un cuento que era realidad.
¿Quién pensaría que un día sus mas anhelados sueños, serian cumplidos y que los vivirían? ¿La respuesta? .Muy sencilla, nadie imagina que sus metas serán cumplidas. Nos dedicamos a amar esos momentos tan preciados que vivimos en los brazos de Morfeo y deseamos nunca despertar. Para así no tener ese brutal choque con la realidad.
Heridas sangrantes, heridas que supuran dolor y soledad que termina por hundirnos en la desesperación, de no poder vivir dormidos como quisiéramos.
Pero quizás si no despertáramos cada mañana no amaríamos tanto aquello que esperamos todo el día.
La noche, esa noche que nos brinda la posibilidad de llegar a donde sea. Cuando sea y como sea.
Sin lugar a dudas, mi lugar preferido es la noche. Puedo soñar, amar, vivir sin restricciones.
Pero ahora, los sueños de mi hermana se materializaban. ¿Podría ella soportarlo? ¿Podrá controlarlo? , Por qué una cosa es soñar y otra es saber manejar la realidad. Actuar con cordura y no por impulso.
Estaba consciente de que ella podría manejarlo. Sin lugar a dudas, aquella chica que me había brindado tanto apoyo cuando lo necesitaba. Ahora requería que le regresara el favor.
Y lo haría. Claro que sí.
Necesitaba de mucha ayuda. Tom no era un hombre fácil por así decirlo. Era muy complicado. De gustos extravagantes.
¡Mira que le atraigan las chicas con el cabello pintado de colores extraños! Eso es de locos.
Al menos a mi no me gustaban el tipo de chicos como él. Y creo que jamás pasaría. Mi corazón no estaba en el estado de enamorarse de nuevo. Si a mi forma de amar se le podía llamar así. “Amar”
Me gustaban más del tipo soñador. Y para estas épocas, no existía en la faz de la tierra ningún hombre así. Se había extinto junto con los dinosaurios.
Ahora que si nos vamos a comparaciones, entre Jeanette y yo había un equilibrio. Ella gustaba de los hombres como Tom. Y yo gustaba más del tipo de hombre como Romeo. Mi prototipo de chico sería algo así como: El romanticismo de alguien que vivió en la época medieval, combinado con la sobreprotección de un personaje de novela de fantasía. Un Edward Cullen quizá. Y claro lo más importante, que le importe el interior. La belleza del alma, no la apariencia física. No pedía mucho.
Al menos para mí no era mucho.
En cambio mi hermana ya tenía bien definido que chico quería. Y ese llevaba por nombre: Tom Kaulitz Trümper. Un alemán bien parecido, guitarrista de una banda y que tenía fama de mujeriego. Claro sin hacer por un lado que le llevaba tres años de diferencia de edad. Y que le encantaba parrandear.
Para ella era simplemente perfecto. Todo un adonis. Y no podía juzgarla, el gusto se rompe en géneros.
Tom era el guitarrista de Tokio Hotel. Mi banda favorita, pero era muy inusual en mí que ninguno de los integrantes me atrajese. La mayoría de las fans de Tokio Hotel que yo conocía por medio de un club de fans, no podían creerlo. Creo que hasta me tachaban de fenómeno.
Justo como eso me sentía. Un fenómeno que debía estar en otra época no en esta. Quizá el siglo VIII viviendo en un pueblecillo de Europa. Me hubiese gustado ser un personaje de Shakespeare y no vivir en la cruda muy cruda verdad de la vida.
Pronto me di cuenta que tenía que entrar a clases. Trigonometría, con Tannen.
Era una de las materias más temidas, por dos cosas. La maestra y lo tedioso de estudiar ese montón de números y demás.
A mí la verdad me tenía sin cuidado, era una de las materias que yo más detestaba, pero la pasaba con un digno ocho de calificación. Yo podía subir esa calificación, pero no estaba de ánimos para hacerlo. Y menos desvelada.
Camine hasta el salón trescientos del edificio seis. Allí estaba mi primera clase.
Entré desganada y tomé asiento en mi pupitre. Y este estaba muy cerca de la puerta. Así ni me pegaría el sol y cuando la campana tocara saldría antes que nadie.
Cuando yo ya me encontraba acomodada, la maestra se sorprendió de verme allí tan temprano. Y sola.
--¿Por qué en soledad señorita?—Me cuestiono con inusual interés— ¿Acaso se perdió en el triángulo de las bermudas su inseparable compinche?
--No—Le expliqué con cara de pocos amigos—Está enferma. Tiene Neumonía.
--¡Oh!—Se exaltó—Menos mal que se quedo en su casa a guardar reposo, sería muy repugnante que nos contagiase a todos.
No me fue de buen gusto el comentario de esa maestra. La fulminé con una mirada de odio.
--Aja…--Eché a rodar las pupilas.
A escasos minutos de haber comenzado nuestra incómoda platica, el salón de clases ya estaba lleno. Y la profesora comenzó a dictar el tema.
Me sentía aliviada. No quería cruzar ni una palabra más con esa señora.
Mire mi muñeca y vi la hora. Aun Jeanette seguiría dormida. Faltaban quince minutos para que sonara la alarma. A las ocho según mis cálculos ya estaría en camino para ver a Tom. A esas horas yo le enviaría un mensaje de texto recordándole que él no debía tocarla, ni siquiera por accidente.
Ella me lo había pedido en la noche y debía cumplir una promesa. Así que tenía que estar alerta a la hora y ser precavida para que no me atraparan usando mi celular en horas de clase.
La maestra solicitó atención al grupo y comenzó a hablar de nuevo. Serían dos horas muy largas de clase de trigonometría.
Al principio sí le tome atención a la maestra, pero después me vi inmersa en mis pensamientos. Aquellos ojos cafés, penetrantes, que me habían mirado con tal hostilidad, habían quedado grabados en mi memoria. Apareciendo en momentos inesperados, como lo era en clase. Y a decir verdad me hubiese gustado que esa mirada me distrajese en la clase de Literatura con Banner. No con Tannen.
Era gracioso. Los apellidos de los profesores eran similares. Tannen…Banner…Banner…Tannen. Casi iguales.
¿Y qué momentos eran estos para ponerme a pensar en la similitud de los apellidos? No era el más adecuado. Pero la campana del cambio de clases me había despabilado. Justo a tiempo.
Seguramente Jeanette ya estaría despierta, era momento de enviarle aquel mensaje de texto.
No sabía a ciencia cierta qué hora era y la verdad no le di importancia alguna. Solo tome el celular y comencé a escribir:
Jeanette:
Recuerda, cuando estés con Tom. Nada de Besos en la mejilla, ni saludos de mano.
Tú conoces a ese hombre mejor que nadie. Actúa con prudencia. No por impulso.
Piensa las cosas dos veces.

Te quiero
Diana.
Envié el mensaje y de nuevo puse atención a la maestra. Realmente esperaba que ese mensaje le sirviera de algo.

Miré la pizarra y comencé a tomar notas.

Siete y media de la mañana. Un estúpido reloj me despertó de mis sueños. ¿Qué soñaba? Respuesta sencilla, Tom Kaulitz. Estaba en cada recoveco de mi mente. No podía dejar de soñar despierta o dormida con él.
Cuando abrí los ojos para apagar aquel alboroto vi una nota amarillo chillante delante de mí. Me senté y tomé aquel papel, para leerlo.

Reconocí la letra. Redondita y bien hecha, letra de molde y gramática perfecta. Sin lugar a dudas era una nota de Diana.
Esa hermana mía tan detallista supongo, que se tomo la molestia de dejarme una nota, diciendo quien sabe que cosas.
No tenía ganas de leer. Pero quizá sería algo importante. La nota no decía nada más que:
Jeanette:
Si estás leyendo esto son las 7:30 am, debes levantarte.
Recuerda que hoy debes ver a Tom. Creo que eso por nada del mundo lo olvidaras, así que Dúchate, arréglate y por favor desayuna. Te deje algo hecho. Está en la mesa.
Llama a un servicio de taxis para que te dejen en tu destino.
El número está en la hielera.
Te quiere.
Diana
En efecto. Ella se preocupaba demasiado por mí. Se lo agradecía, pero no tenía la capacidad para desayunar en estos momentos.

Primero porque me sentía desmayar. Hoy vería a mi Tom. Me gustaba como se oía aquello. “Mi” Tom. Pero me había prometido a mi misma no hacerme ilusiones. Y así debía ser.

Me levante de la cama e inmediatamente me fui a bañar, no deseaba llegar tarde a mi encuentro. Y tampoco iría oliendo a cerdito correteado.

Sería una ducha rápida, aún tenía varias cosas por hacer aun. Debía cambiarme, llamar al servicio de taxis y buscar a Tom.

No era difícil, pero en tampoco tiempo, era una hazaña que requería de toda mi atención.

La ducha fue de menos de quince minutos quizás unos diez. Ahora tenía que hallar una prenda que si me quedara del closet de Diana. Con eso que ella estaba terca, con sus supuestas lonjas. Y también estaba segura de que esa mujer hacía dietas a mis espaldas. Su ropa cada vez era más pequeña. Y hecha a la medida. Cuando se la ponía parecía un fideo vestido.

Encontraría otro momento para reclamarle eso. Ahora necesitaba una blusa que ponerme. El pantalón, tendría que usar el mío. No me quedaría ni en un brazo el pantalón de Diana por mucho que yo lo intentase.
Pronto encontré una blusa mía. Al parecer la guardo limpia y planchada en su closet. Ella siempre guardaba las cosas que yo olvidaba en su casa. Las dejaba relucientes de limpias, con olor a sus suavizantes de ropa, lógicamente planchadas y en un gancho, colgadas en su closet.

La tomé y me la puse. Me hice una coleta con el cabello húmedo para verme bien. Pronto se ondularía mi cabello y sería imposible de domar, por mucha crema para peinar y moose que le pusiera.

Me puse el pantalón, los zapatos y use me puse perfume. Fue el primero que encontré en el tocador de la habitación de Diana.

Baje las escaleras y desde allí se veía el desayuno que ella me había dejado. No lo toque sentía algo raro en el estómago. Como cuando te subes a una montaña rusa, y el cochecito está a punto de bajar la parte más alta de ese juego. Es algo parecido al vértigo supongo.

Me fui derechito a la hielera, tome el inalámbrico y marqué al servicio de taxis. Necesitaba irme ya. O llegaría tarde y eso era lo que menos quería.

Le di la dirección de la casa de Diana al tipo que me atendía y me dijo que llegarían en unos cinco minutos a la casa por mí. Eso me daría tiempo de llamar a Tom, para que me diese la dirección del hotel.

Tomé mi celular y marqué los dígitos. Comenzó a sonar el tan conocido pitido cuando uno espera a que le contesten la llamada. Y fue allí cuando esa voz tan seductora me contesto en ingles:

--¿Hola?—Su voz me derretía.
--Hola—Trate de aguantar la respiración, si no se notaría la histeria en mi voz—Soy la chica a la que le deshiciste la camioneta. ¿Recuerdas?
--Si, si—Admitió, al parecer divertido por el incidente—Eres muy puntual ¿No crees?

Tenía varias respuestas posibles para darle a Tom. Pero todas estaban bien nutridas de sarcasmo.

--Creo que mi camioneta se merece algo de atención—Trate de decirlo lo más calmada posible.
--Tienes razón—Creí haber oído una risilla—Bueno entonces ¿Ya estas afuera del hotel?
--No—Replique—Por eso te llamo, necesito la dirección. Si no es mucha molestia claro.
--Por supuesto que no—Comenzó a hablar—Toma nota.
--Claro—Agarré la pequeña libreta de la lista del súper y comencé a escribir—Dime

Tom comenzó a hablarme, claro era ingles eso que ni que. Pero por lo mismo que era de otro país trato de decirme las cosas lo más claro posible. Al parecer aun le costaba trabajo el inglés. A parte alguien le estaba dando a él también la dirección. Por lógica no sabía moverse en México.

Tome nota de todo lo que me decía. Incluso creo haber escrito un “hahahaha” y también creo haberme quedado idiotizada oyendo su voz, cuando me repetía la dirección.

Cuando al fin terminó me quede petrificada allí con el celular pegado a la oreja.

--¿Tomaste bien la dirección?—Pregunto

Yo seguía pensando en su seductora voz. No le hice caso al instante que me hablo.

--¡Hey! ¿Estás allí?—Me pregunto de nuevo.
--Si, si—Conteste tratando de oírme lo más despreocupada posible—Es solo que mi servicio del taxi acaba de llegar. Así que nos vemos en tu hotel. Adiós

No le di tiempo siquiera de que me contestara. Únicamente le colgué, de haberme quedado más tiempo escuchando su voz, me desmayaría.

Y no fue mentira aquello que le había dicho a Tom. Ya había llegado el servicio. Puse el inalámbrico en su base y salí a la puerta a recibir al chofer que me llevaría a mi destino.

Inmediatamente me pregunto a donde iba. Le pedí que me esperara que hasta yo trajera la dirección. Únicamente lo que hice fue arrancar la hoja y copiarla de nuevo. Así yo me quedaría con una y le daría la copia al chofer.
Salí de casa solamente con mi cartera y mi celular. ¿Llaves? No, no tenía, era la casa de Diana, ella era la única que tenía llaves y al parecer estas estaban en su ropa mojada de hacía 2 días en un cesto de ropa sucia. ¿Dónde? No tenía la menor idea.

Cerré la puerta de la casa y me dirigí hasta el taxi. Muy amablemente el chofer me abrió la puerta como todo un caballero y también cerro mi portezuela.
Subió al auto, lo encendió y emprendimos el viaje

Me temblaban las manos, estaba nerviosa. ¿Y cómo no? Era Tom. Y también tenía que controlarme porque como decía Diana yo era la persona que mejor lo conocía. Bueno a decir verdad ese era Bill.
Yo sería algo así como la tercera persona que mejor lo conocía. Pero lo conocía y sabía cada una de sus manías y como pensaba.
Me ordené a mi misma que debía comportarme. No caería en las redes de Tom. No sería una más de ese puñado de chicas que están a sus pies esperando a que a él se le antoje pasar la noche con una chica.
Estaba segura que en mi cabeza había una voz que me mal aconsejaba. Me decía que yo debería de dejarme de estupideces y si a Tom se le antojase tener sexo, lo hiciera ¿Qué más podía pedir? Conocí a mi tan anhelado sueño, hable por celular con él y estaba en camino hacía su hotel. Ahora si él me pidiera estar a solas en una habitación ¿Me haría del rogar?
¡Sí! Me haría del rogar, primero porque no soy ninguna clase de juguete que se acueste con cualquier famoso al que se le antoje. Tengo dignidad y además yo solo iba a ese hotel para cobrar los daños de mi camioneta. Y nada más para eso.
No estaba dispuesta a tolerar de ninguna manera, una insinuación de Tom. Yo no soy una callejera y mucho menos una grupie.
A mí me respetaría. Le gustase o no.
Y segundo, yo solamente tendría relaciones sexuales con el hombre que realmente yo amase. No con un guitarrista que se las da de seductor.
Solo había dos formas para tenerme de esa forma. La primera casándose conmigo y la segunda, que a mi juicio ese hombre sea el amor de mi vida. De otra forma no la hay.
Me disputaba en una batalla de opiniones en mi cabeza. Por una lado mi yo interno que deseaba una noche de interminable pasión con Tom y por otro lado mi yo interno que pensaba con cordura y con la cabeza. No con otras partes del cuerpo.
Y a mí me gustaba más la forma de pensar de mí yo cuerdo. No la otra.
Quizá si diana estuviese conmigo, me aconsejaría que hacer. A veces cometo errores por atrabancada y quizás si yo me dejara llevar en estos instantes me arrepentiría seguramente. Y más si tuviese consecuencias.
El chofer me anuncio que ya habíamos llegado. Paro el auto, se bajo del mismo para abrirme la puerta.
Me baje del vehículo, agradecí el servicio le pague el monto que marco el taxímetro. Inhalé profundo y camine hasta el vestíbulo. Ya allí me quede perpleja, era demasiado lujo. Mucha chapa de oro a mi parecer. Sentía que de tanto brillo se me freirían las pupilas. Saqué mí celular del bolsillo de mi chaqueta y marque el número de Tom.
Una vez más los nervios de la llamada. Trate de controlarme y no hiperventilar.
Oí su voz de nuevo, casi gritaba de la emoción. Pero me contuve. Una vez más tendría que hablar en inglés. No se me dificultaba pero bueno estaba nerviosa.
Al fin Tom contesto. Me escuchaba rara diciendo eso para mí misma.
--¿Hola?—Menciono con su dulce voz.
--Hola. Soy yo. La chica de la Lincoln—Le recordé por si no ubicaba quien era yo.
--Si, te recuerdo—Rio—Sabes mejor dime tu nombre ¿Te parece bien?—Inquirió—Creo que debo saber el nombre de la persona a la que le arruine la camioneta.
--Bien—Menos mal que aceptaba las cosas que hacía—Me llamo Jeanette
--Jean ¿Qué?—Pregunto preocupado
--Jeanette—Le recalque—Jean… ette
--No sé como se dice eso—Lo dijo como si nada— ¿De qué país es el nombre?
--Francia—Puse los ojos en blanco. ¿Qué clase de pregunta era esa?
--Con razón—Rio—Yo soy alemán.
Obviamente eres alemán, no hace falta pensarlo mucho. Tan solo el acento que tiene. ¿Y que esperaba que me llamara Hitler o qué?
--Bueno ya te dije mi nombre—Le recordé—Si no es mucha molestia me puedes decir el numero de tu habitación
--Claro… Jean… Jean…—No pudo siquiera decirlo. Y al parecer lo intento—Es el 483
¿Qué coincidencia no? Tiene el número de habitación del que hablan en su disco “Zimmer 483” Per bueno que más podía hacer.
--Bien voy para allá—Le dije y le colgué de nuevo.
Camine hacia los ascensores. Pero antes pregunte a la encargada del mostrador donde estaba la habitación 483. Ella me miró de pies a cabeza como si dudara de que yo me hospedara allí. Cosa que era verdad, pero su mirada como de asco me ofendió.
Inmediatamente me di la vuelta y de nuevo marque el celular de Tom. Le diría que no me dejaban subir a elevadores. Haber que hacía
--¿Hola?—Su hechizante vos de nuevo.
--Tom, no me dejan subir a los elevadores—Le informe sin darme cuenta que lo había tuteado
--Jean… Jean… ¿Jeanicht?—Se había equivocado, pero era tan dulce, que no le reclame.
--Si—Seguí contándole mi queja—Dime a que piso debo llegar, me iré por las escaleras.
--Piso 21—Me dijo— ¿Cómo que no te dejan subir?
--Pues no me dejan. La señorita que atiende no me lo permite así que me iré por las escaleras—le colgué
Le lancé una mirada de desprecio a la petulante esa. Y camine hasta los ascensores. Me introduje en uno de ellos y apreté el botón que tenía en número 21.
Y comenzó a subir la caja de metal.
Mi celular vibro. Lo saque de mi bolsillo y era un mensaje, de un número que no conocía. Lo leí y de inmediato supe de quien era. Estaba en ingles y mi nombre estaba mal escrito. Era Tom.
Jeanicht, ya arregle lo de los ascensores puedes subir.
Tom.
Brinque de la emoción en el elevador. Menos mal que estaba sola, podía brincar cuanto quisiera y nadie me diría nada, ni me miraría raro.
Pronto llegaría al piso siguiente y seguramente se subiría alguien. Así que dejé la emoción por un lado.
Tal como lo había predicho, un anciano se subió y me miro de una forma a mi parecer sucia. No miraba mis ojos ni mucho menos. Si no mi pecho. ¡Pero qué asco de tipo!
Le mire con desdén y al parecer dejo sus sucios pensamientos por un rato. Digo no es de muy buen gusto que te pases piso tras piso viéndole el trasero a alguien. Condenado viejecito mal pensado.
Solo faltaba un piso para llegar a mi destino. Y para mi buena suerte, el anciano sucio se bajo en el piso veinte.
Estaba a escasos segundos de encontrarme con Tom de nuevo. Y así fue se abrieron las puertas y me dije hacia mis adentros “No pasa nada, no te comerá. Tu puedes” y salí del ascensor.
Y allí estaba él. Con esa camisa rosa que tanto me encantaba, el paliacate negro en la cabeza. Con una pierna cruzada detrás de la otra, brazos cruzados también, un hombro contra la pared y claro toqueteándose su perforación en el labio.
Cuando las puertas se abrieron únicamente dirigió su mirada en mi dirección. Mojo sus labios con la lengua y enarcó una ceja.
Salí del elevador. Esa escena me había subido la temperatura, sentía la boca seca. Y que me quemaba en vida. Sin olvidar que me temblaban las piernas.
Me acerqué tratando de controlar mis instintos primitivos.
La reacción de Tom me dejo helada. Me miro de pies a cabeza con una mirada seductora, que estaba despertando mis más bajas pasiones. Estaba tratando de contenerme, pero con ese hombre enfrente de mí era imposible.
Una vez más me miro de arriba abajo, se mojo los labios lentamente con la lengua y se acercó a mí.
Primero me saludo de mano, presentándose como Tom Kaulitz y después se me acercó peligrosamente para darme un beso en la mejilla. Pude olfatear su loción era tan… tan… tan como él.
Traté de aspirar todo aquel delicioso aroma que pude. Quería conservarlo en mi memoria y nunca olvidarlo. Tom tocó mi hombro, sentí pasar millones de watts de energía por mi piel. Me condujo hasta lo que parecía su habitación. E ella había una pequeña como salita, con comedor. Me invito a pasar y me indicó donde me podía sentar.
Realmente tenía que sentarme o me desmayaría allí mismo. Yo ya estaba sudando de el esfuerzo tan grande que significaba para mí contenerme y no abalanzarme sobre Tom y besarlo hasta que los labios se le acabaran.
El se acomodó las trenzas y se sentó justo en la silla que estaba en frente mío y me sonrió. Después se acomodó en el respaldo y se sentó como lo hacía siempre, todo relajado y con sus típicos pantalones extra grandes. Todo él me encantaba.
Me miró como si quisiese saber que era lo que pensaba. Se acerco de nuevo a mí de forma peligrosa. Y estiro la piel de sus mejillas, era tan sensual cuando hacía eso.
Incluso en mi mente pude imaginarme tomándole el rostro con ambas manos y besarlo hasta que me faltara el aire.
Se levantó de su asiento y se dirigió a su ventana. Abrió las cortinas y de nuevo se sentó en su silla.
--Si no hay luz no puedo ver tus ojos—Me dijo.
Yo solo pude sonreírle, estaba al borde del infarto.
--Bien—Entre cruzo los dedos de las manos. Se había puesto serio. Incluso serio era sexy—Así que… Comencemos a hablar de cifras.
Asentí con la cabeza. No tenía ni idea de que contestarle. Mi mente estaba totalmente concentrada en contener mis más bajos deseos.
Pude oír en el sepulcral silencio que había en aquel cuarto un gruñido de tripas. Mi estomago no era, de eso estaba totalmente segura.
Y como no había otra persona conmigo más que Tom. Debía ser su estomago.
Y estaba en lo cierto, el también se percato de que su estomago estaba hambriento. Se ruborizo y me sonrió una vez más. Al parecer estaba apenado, por la imprudencia de su barriga.
Vaciló en decirme algo. Hasta que por fin lo dejo salir.
--¿Gustas algo de desayunar?—Pregunto con las mejillas rosadas. Aun estaba apenado.
--Claro—Yo moría de hambre como él. No había comido nada
--¿Y bien que apeteces?—Me preguntó
--¿Qué hay en el menú?—Inquirí
--Pues tenemos—Tomo una carta de menú que había sobre la mesa. Seguramente del servicio a la habitación—Tenemos—Vacilo una vez más para decírmelo—Tenemos… Tom con frutas rojas, Tom con mantequilla y una bola de helado—Ay pero que ocurrente es este hombre, me dije hacia mis adentros—Y todo indica que yo seré tu desayuno.
--Se me ha ido el hambre de pronto—Tom era tan ególatra. Pero aun así me causaba risa—Creo que no apetezco.
--bueno—Hecho sus pupilas a rodar—Si se te antoja algo, solo marca en el teléfono *0 y pide lo que quieras.
--Ok.
--Yo mientras me cambio, esta camisa me está asando—Simulo que sus manos eran un abanico y se echaba aire con ellas.
--Aha…—Solo pude decir eso.
Tom enfrente de mí se deshizo de sus camisas, una blanca y la que traía el estampado. Dejo al descubierto sus músculos ante mí. Si no se iba pronto a cambiarse estaba segura que allí pasaría algo más.
Y él me estaba seduciendo. Mis ojos lograron captar gotas de sudor corriendo por su cuerpo. Eso lo hacía aun más sensual. Y aparte esas miradillas que me lanzaba me estaban volviendo completamente ¡LOCA! No soportaría más este jueguito. Él no perdía nada, yo solo era una más, pero yo si lo perdía todo.
Tenía que poner todo de mi parte, para no permitir ninguna estupidez de mi parte.


De pronto mi estomago gruñó al igual que el de Tom. Era inevitable, tenía que aceptar la oferta. Llamaría al servicio a la habitación. Moría de hambre.
A diferencia de Diana yo sí comía, sin importar lo que estuviera delante de mí. Yo simplemente me lo jambaba.
Le eché una ojeada a la carta del menú. Y lo primero que pude ver fue “Waffles”, se me antojaban unos, con un buen vaso de leche ó quizás un buen café americano.
Busqué el teléfono con la mirada, per por ningún lado lograba encontrarlo. Me levanté de mi asiento y me dirigí hacía donde hacia un rato Tom acababa de entrar. Debía preguntarle donde estaba su teléfono.
Toqué la pequeña puerta corrediza y pedí permiso para pasar. Él me dijo que pasara, y así mismo lo hice. ¿Pero quién se hubiera imaginado que él estaría ahora si totalmente seductor? .Sentado al pie de su cama, viendo hacia la ventana, secándose el sudor de la cabeza y de sus trenzas con una pequeña toalla de mano. Los músculos de su espalda se marcaban, sobre todo los de los brazos y la espalda baja.
Tragué con trabajo mi propia saliva y le pregunté por su teléfono. Él se dio la vuelta y me miro sobre su hombro. Sacó algo que estaba alado de su pierna derecha. Y me lo mostró. “Aquí esta me dijo él” Y yo lo único que pude hacer fue arrebatárselo de la mano y volver por donde vine. Tenía que ser educada, solté un pequeño “Gracias” antes de cerrar aquella puerta corrediza de nuevo.
Marqué el famoso *0 y pedí waffles, algo de frutas rojas y un poco de azúcar glass. ¿Qué porque pedí todo eso? .Como antes ya lo había dicho. Yo me sabía todas las manías de Tom habidas y por haber.
Y un detalle que yo tendría con él, sería pedirle su desayuno favorito ¿Qué mejor tarjeta de presentación que esa?
Pedí las cosas y se suponía que no tardarían. Pero ya sabemos que el 99.99% de lo que dicen en el servicio a la habitación relacionado con el tiempo que demoraran con tu comida, es mentira y el 00.001% de lo que dicen puede llegar a ser verdad.
En resumen me esperaría una larga estadía con Tom. Mucho tiempo libre para que este juego de seducción continuara.
Pronto mi acompañante salió de lo que parecía ser su habitación. Y se sentó en su antiguo lugar. Mirándome de nuevo con esos ojos gatunos que embrujaban, aparte de que se estaba acomodando sus trenzas y con los labios jugueteaba de nuevo con su piercing. Estaba segura que yo ya estaba desvariando. En mi interior ya me había desmayado más de diez veces seguramente. Pero la Jeanette que Tom veía, era fría y hasta altanera.
--Y bien…dime—Comenzó a hablarme— ¿Qué se siente hablar con migo?
¡Por dios! Deberás que se creía el centro del mundo. No era tan importante. ¿Y que de interesante tenía un tipo que no dejaba de juguetear con sus trenzas? Y tampoco dejaba de hablar de él.
Parecía un verdadero perico. Y yo ¿Qué podía hacer más que escucharlo? Bueno si podía hacer algo. Callarlo.
Pero me había salvado la campana. El servicio había llegado ya. Tocaron a la puerta y Tom abrió. Y detrás de un pequeño cochecillo con unas charolas y demás platos había un alfeñique de hombrecillo, todo blandengue y débil.
Aquel espécimen que parecía haber emergido de algún cuento del estilo de “El laberinto de fauno” acomodo las cosas en la mesa y se fue.
Tom al ver los alimentos, esbozó una sonrisa. Tomo asiento y se sirvió su porción de waffles y los roció con aquel polvo blanco que llevaba por nombre azúcar glass. Se sirvió leche y encima de su desayuno roció unas cuantas zarzamoras. Cortó con el tenedor un pedacito y se lo metió a la boca.
Después me miro, como si quisiese decirme “¿A qué hora comes tú?” Lo imité en todo lo que hizo a excepción de las zarzamoras yo le puse encima a mis waffles fresas. Se me apetecían así.
Y entonces comenzó su plática.
--Bueno, háblame de ti—Se metió otro pedacito de waffle a la boca y me dedico toda su atención, mientras masticaba con tranquilidad.
--Pues… ¿Qué quieres saber?—Solo pude contestar con esa pregunta. Y era más que apta. ¿Qué quería que le dijera; Te eh amado desde hace tiempo, sueño contigo y eres lo mejor del mundo para mí? .No le iba a decir eso, por mera lógica—Tú solo pregunta y yo respondo.
--Bien—Pareció gustarle esa oferta—Dime… ¿Cuántos años tienes?
Seguramente se estaba asegurando que si pasaba algo más entre nosotros. Que no lo creo cabe recalcar. No fuese a sufrir una demanda por abuso.
--Diez y ocho—Respondí tajante.
Enarcó las cejas, como si estuviese diciéndose a sí mismo “No está mal”, A decir verdad esta plática se estaba desviando. Yo no iba a darle pie a más jueguitos. Se estaba haciendo… el tonto para que se me olvidase el incidente con mi Lincoln. Yo no lo iba a permitir.
--Tom. Creo que por lo que estoy aquí es…—No me dejo terminar.
--Por mí. Lo sé—Se acomodo una vez más sus trenzas y acercó la silla hacia adelante un poco— ¿Cómo resistirse a un hombre como yo? ¿Qué mejor desayuno que yo?
Hahahaha, que no me hiciera reír. ¿Acaso creía que yo me llenaría con esa miseria? . Él no me tapaba ni una muela.
--Aha…Claro—Había demasiado sarcasmo en mi voz—Como digas.
--¿Lo dudas?— Puso cara de pocos amigos. Herí su ego lo sé.
--No. Es solo que no… eres mi tipo—Y allí estaba la bomba que le acababa de lanzar. La destrucción sería peor que la de Hiroshima. Si le acababa de dar en donde más le dolía a Tom—Eso es sencillamente.
--¿¡Qué!?—Me miro extrañado. Lo sabía. “Torre de control, dimos en el objetivo”
--Lo que acabas de oír, y si no te es mucha molestia. Mejor hablemos de números—Me puse sería—Que mi estadía aquí, es únicamente por mi camioneta.
--Es verdad—Se levantó de la mesa—Andando por tu joya abollada.
--Bien—Me levante. Orgullosa por lo que acababa de hacer.
--Tú solo dime donde vives, llamamos a la grúa, se lleva tu Lincoln y todo esto se acaba—Me explicó.
Sentí un gancho al hígado. Digo yo le acababa de dar su merecido a ese… chico tan seductor y a la vez tan ególatra y narcisista. Pero el me dio un tiro de muerte. SI lo sé, era idiota hacerme ilusiones, pero aun guardaba una pequeña esperanza. Y ese “Y todo esto se acaba” me acababa de romper el corazón en mil pedacitos.
Mi bolsillo vibró. Era mi celular, seguramente un mensaje de mi compañía telefónica anunciándome que había una promoción de recarga de tiempo aire. Saqué el pequeño aparatillo y leí el mensaje de texto.
Jeanette:
Recuerda, cuando estés con Tom. Nada de Besos en la mejilla, ni saludos de mano.
Tú conoces a ese hombre mejor que nadie. Actúa con prudencia. No por impulso.
Piensa las cosas dos veces.

Te quiero
Diana.

Valiente mensaje. Llegaba siglos después de que Tom ya me había saludado. No servía de nada ahora ese recordatorio.
Bueno a decir verdad, no culpaba a Diana. Me había dado una buena idea con sus últimas palabras.
“Tú conoces a ese hombre mejor que nadie. Actúa con prudencia, no por impulso. Piensa las cosas dos veces”
Sabías palabras las de mi hermana. Yo pensaba en hacerle ver su suerte a Tom. No la tendría fácil. Es bien sabido por las verdaderas fans de Tokio Hotel y más de las que aman a Tom. Que a él le atraen las chicas que lo desprecian. ¿Por qué? No tengo idea, quizás es masoquista.
Ahora yo actuaría como toda una verdadera tirana con él. Nada perdía, chance y pasaba algo ¿No?
--¿Te pasa algo?—Me cuestiono.
--No—Le lancé una mirada furtiva—Lo que pienso es… ¿Cómo piensas llevarme a mi casa, si no sabes moverte en esta ciudad? .Quizá en Alemania sepas como ir y venir. Pero esta es mi ciudad, mi país así que yo conduzco.
--¿Tú piensas que te dejare conducir mi auto?—Su cara tomo un gesto de terror— ¡Estás absolutamente loca si piensas eso!
--Bueno, entonces ¡Ilústreme señor yo se me mover en un país que no conozco!—Creo haberle alzado un poco la voz— ¿Cómo piensas llegar hasta allá?
Se quedo pensando un momento. Estaba barajando algo seguramente. Lo conocía, esa forma de contestar tan pícara y esos ojos gatunos café oscuro estaban cambiando constantemente. Desde ojos de diablillo hasta esos típicos ojos de seductor nato que hace… como tratando de dar a entender que tiene placer por algo.
--Pediré un chofer al hotel—Respondió como si fuese lo más natural de la vida—Tan sencillo que es eso.
--¡Haz lo que quieras!—Respondí absolutamente harta.
--Precisamente como hago lo que quiero voy a pedir un chofer—Estaba regodeándose. Esto parecía una guerra
--¡Ya te dije haz lo que se te venga en gana! ¡Mientras a mí me pagues mi auto me vale un comino lo que hagas con tu vida!—Estaba fastidiada de su pose “Yo todo lo puedo”.
Crucé los brazos enfurruñada. ¿Qué creía? ¿Qué me iba a tirar al piso haciéndole alabanzas solo porque es alemán, tiene dinero y está en una banda? Estaba absolutamente perdido si pensaba que yo haría lo mismo que todas las demás mujeres. Que seguramente están huecas y lo obedecen. Conmigo iba a ser diferente. No me iba a dejar pisotear por nadie, por muy atractivo que fuese.
Él iba a aprender la lección. De mi cuenta corría
--¡Hey tú!—Me movió un poco—Vamos al lobí. Ya pedí al chofer.
--Aha…—Bufé y camine fastidiada hasta la puerta—Entonces ¿Muévete no? .Supongo que tienes muchas cosas en tu agenda que hacer. No quiero que te pierdas nada importante. Oh…—Me pare en seco—Y tengo un nombre. No me llamo ¡Hey tú! ¿De acuerdo?
--De acuerdo—Entre cerró los ojos. Seguramente estaba sorprendido por mi actitud— ¿Podrías bajar al lobí por favor Jeanicht?
--Está bien—Le transmití hostilidad tanto a mis ojos como a mi voz—No te costaba nada decir mi nombre aunque fuera mal pronunciado ¿Verdad?
Ni si quiera me percate cuando Tom pidió el servicio de chofer, estaba demasiado ocupada en mis pensamientos. Decidiendo como enseñarle a Tom a respetar. Así fuera en la mínima posibilidad, pero al menos a mi me respetaba.
--¡Oh discúlpame, te recuerdo que soy alemán!—Manoteo en el aire— ¡Soy un total imbécil mal parido que no sabe pronunciar cada estúpido idioma que existe en el maldito mundo!—Se hinchó la venita que pasaba justo en medio de sus ojos, en la frente—Así que si. Me importa muy poco como lo pronuncie no cambiaras mi forma de ser. Jeanicht—Recalco eso ultimo, para hacerme enojar.
--¡Sabes que! Lo comprendo. Tu nombre es tan común que es fácil de pronunciar—Fruncí el ceño. Esto era guerra—En cambio el mío es mas anglosajón y tiene su complejidad. Y que lastima, cara bonita poco cerebro…
En esta guerra yo sería la ganadora. Tom era tan… tan impulsivo, quizás un poco enojón, pero eso lo hacía jodidamente encantador.
Lo mire a los ojos y me postre segura de mi misma, no cambiaría la postura. Por nada del mundo.

Esto era una guerra de egos y de poder. Tom era un hombre al cual no le gustaba perder y para su des fortuna a mi tampoco. También era bien sabido que le gustaba imponerse, que vieran que él es el mejor y de nuevo yo sería su dolor de cabeza, porque si le preguntasen a Diana ella diría que yo soy idéntica a Tom.
Sería un choque de colosos, una guerra épica. Solo el mejor saldría vencedor, haciendo trizas a su oponente.

Y los dos competidores éramos dignos de ser ganadores, pero yo era una guerrera nata. No me dejaba de nada ni de nadie, le costaría sangre a Tom lograr derrocarme y más si me encontraba montada en mi macho.
Que gane el mejor. Y esa seré por obvias razones yo.
Esa chica mexicana, me estaba sacando de quicio. No podía creer tanta soberbia en alguien. ¿Por dios en que pensaba, no estaba viendo quién era yo? Nada más y nada menos que Tom Kaulitz.
Además es totalmente ilógico que no me desee, soy tan… perfecto que no se me resiste nadie. Incluso es muy bien sabido que yo no escojo a las chicas ellas me escogen a mí. Por lo mismo de mi encantadora personalidad y claro mi cuerpo.
Yo era todo un sueño para las mujeres, lo que tanto habían deseado. Claro era una desgracia para los demás hombres existentes que sus novias pensaran en mí y en mi perfección cuando estaban con ellos. Todo eso era tan… malo para ellos. Y tan bueno para mí.
Yo solamente tenía a las mejores mujeres, a las más bellas. Y ellas tenían la fortuna de estar conmigo siquiera una noche.
Lo que no lograba entender es porque esta chica, no se me estaba insinuando como las demás que eh conocido a lo largo de mi vida.
¿Estaba ciega acaso? Era una posibilidad, porque era tan inusual su actitud hacia mí. ¿Tenía algo malo en su cabeza o sus ojos? ¿Qué no veía mi atractivo? Realmente estaba causándome migraña que no se me abalanzara a los pies rogando una noche conmigo y mini Tom.
Incluso cuando entro a mi habitación y me vio sin camisa no mostro ninguna reacción. Ni siquiera se le aloco la hormona. ¿Qué pasaba con ella?
Y como hacer por un lado, cuando me acerqué a ella. Por dios no trastabilló ni un momento. No le dieron ganas de besarme… nada de nada.
Era tan tonto. Tan increíble que ella no sintiera nada a mi lado. Ella era… tan distante conmigo.
Y mira que gritonearme que no se pronunciar su nombre y que únicamente le importase su reparación de la camioneta.
Era tan frívola y tan altanera que a decir verdad estaba comenzando a gustar como me trataba. Era tan poco expresiva, tan ruda… me estaba atrapando.
Mire a aquella chica que me intrigaba. Estaba observándome fijamente con esos ojos cafés y grandes, se veía tan sensual y provocativa. Que me vi en la necesidad de mojarme los labios y ver su trasero. Una vez más.
Me posé detrás de ella para poder observar mejor. Ella no se daría cuenta.
Me di cuenta que era tan atractiva para mí que estaba seguro que mini Tom se emocionaría. Sentía que la temperatura se me subía y que tenía la necesidad de deshacerme de la ropa que traía puesta. Acorralarla en la pared y demostrarle que soy un buen desayuno.
Pero no me atreví. Seguí mirando su atractivo en silencio.

Tom venía detrás de mí. Me estaba mirando el trasero, ¿Qué creía que no lo notaba? ¡Por dios era más obvio que nada!
Tenía pavor que me fuera dar un manotazo en el trasero. Conociéndolo no le faltaban ganas de hacerlo. Y si llegase a tratar de cometerlo yo le tendría que soltar tremendo bofetón en la cara para que calmara su calentura.
Tom me abrió la puerta de su cuarto, por la cual salimos hasta el pasillo, espere un momento para que el pudiese cerrar su habitación.
Fue allí cuando vi al hermano gemelo de Tom. El vocalista de Tokio Hotel Bill Kaulitz. Lucía totalmente bien. No desentonaba de ninguna forma su vestimenta, era muy… sorprendente.
Lo miré y él me sonrió. No me dedico ni un hola. Solo me sonrió y yo por mero reflejo le devolví el gesto.
Diana no me creería el día que yo estaba pasando. Cuando le contara todo lo que sucedió quedara impresionada, seguramente no me creería. Pero de todos modos le contaría que conocí de cerca a los chicos.
Bueno solo a dos de ellos.
Pude notar que Bill le había lanzado una mirada furtiva a Tom. Yo tenía una idea de lo que él pensaba que Tom y yo estábamos haciendo en esa habitación. Pero estaba equivocado, las cosas no eran como parecían. Por muy de telenovela que esto se escuche.
No habíamos… tenido relaciones, eso era seguro. ¿Pero cómo le podía yo explicar a Bill? ¿Acercándome a él y decirle “Bill solo hablamos de negocios”? Está bien que el menor de los Kaulitz sea inocente, pero tampoco es un idiota. Lógicamente no me tomaría enserio y seguiría pensando que yo era una más de esas “amigas con derecho” de su hermano.
Baje la cabeza y camine hasta los ascensores. Opté por esperar allí a Tom.
Estaba un poco atosigada por tantas impresiones en este día. Claro y como no estarlo, si prácticamente Tom se me estaba desvistiendo en la cara y tentándome a entregarme a él.
Había sido una gran batalla la de hoy. Tuve que controlar mis instintos primitivos y el deseo de tener lo que más amo enfrente de mí. Seduciéndome.
Decidí llamar a mi hermana por celular. Pero recordé inmediatamente que a estas horas seguiría en clase con Tannen. Y si esa fea y gruñona maestra le encontrara el móvil seguramente se lo quitaría y la dejaría en detención hasta la tarde.
No podía hacerle eso a mi hermana. Así que deseché mi idea de pedirle consejo, pero necesitaba tanto su ayuda. Controlar esto para mí era una odisea. Digo estoy de acuerdo entre ella y yo había más fuerza en mí. Pero ella pensaba las cosas con más tranquilidad y con sensatez no por impulso como yo.
Estaba tratando de seguir su consejo, que actuara con prudencia. Pero era sumamente difícil. Seguramente cuando llegara a casa a descansar, yo caería como una piedra. Todo este esfuerzo me dejaría agotada. Y sin energía.
Pronto llego Tom y se paró de mi lado derecho. Me sonrió y se abrieron las puertas del ascensor. Ambos entramos a este. Y cuando menos me percaté estaba sola, en un cuarto de cuatro metros por cuatro metros, totalmente aislado de la demás gente, acompañada con Tom, que seguía mirando mi trasero.
Eché las pupilas a rodar. No me molestaba el hecho de estar sola con él, si no que todo lo viese con sexo. ¿Qué no podía pasar un solo día sin pensar en fornicar con alguien? ¿Acaso no podía mantenerse tranquilo al menos por un tiempo? Creo que la respuesta a esas preguntas era un rotundo ¡NO!
Bufé con fastidio. Y segundos después las puertas de abrieron en el estacionamiento. Un hombrecillo con gorro negro como de piloto de avión nos esperaba con semejante camioneta blindada y negra.
Se acercó a nosotros y comenzó a tratar de hablar en inglés.
--Mr. Kaulitz your car is ready—Le informo tartamudeando un poco.
--Disculpe señor, yo hablo español—Le informé para que no fuese despedido si no acataba alguna de las ordenes de Tom—Hable conmigo. ¿De acuerdo? Iremos a mi casa está en el Desierto de los Leones ¿Ok?
--Ok señorita—Estaba más relajado. Alguien que hablaba en su idioma sería quien lo dirigiría a su destino y no un alemán petulante.
Asentí con una sonrisa y me subí a la camioneta. Tom estaba justo detrás de mí.
Pronto nos encontrábamos en las calles de la Ciudad de México. Rumbo al sur, a la casa de mi hermana. Estaba un poco retirada pero bueno, allí se quedó mi Lincoln gracias a este sujeto con trenzas que tenía justo a mi lado izquierdo. Me miraba con insistencia. No le hice caso alguno, me concentre en darle las indicaciones al chofer para que llegase.
Cuando al fin llegamos a nuestro destino, le pedí al chofer que se estacionara o si quería pasar estaba bien. Este tomo la primera opción, esperar en el auto.
En cambio, Tom si accedió a pasar. Me había dicho que tenía sed. Así que tenía que darle agua al señor o se deshidrataría.
No quería ser la culpable de un daño permanente. Es evidente que era un sarcasmo. Así que de inmediato le di agua. Suerte que diana tenia “Evian” en su refrigerador. La marca predilecta de agua de Tom, de no haber sido así un drama existencial hubiese existido en este preciso momento.
Las dos horas de trigonometría con Tannen habían acabado al fin. Ahora tenía clases con Banner, el maestro más…vilipendiado en la escuela. ¿Por qué decía eso? Porque era verdad, Banner se dejaba mangonear por medio mundo. Por suerte yo aun no le falta al respeto a menos que el osara insinuarme algo como la vez pasada.
En las clases pasadas Banner dio a entender que yo distraía a mi compañero Ricardo y que por mi causa, nunca hacía absolutamente nada en clase.
¿Qué clase de estupidez es esa? Y eso no fue lo peor. Banner lo dijo de esta forma: “Diana te esta engatusando para que no hagas nada” ¿¡Qué mierda le pasaba!? .Yo jamás haría algo como eso. En primera porque Ricardo era mi amigo, impedía que yo me cayera de mi propia banca, ya que tengo una deficiencia de equilibrio. Y en segunda yo ya no pensaba en el amor. Eso era algo que me tenía sin cuidado desde hace mucho. Me había olvidado de que significaba amor.
Me levante con pereza de mi asiento en el salón de matemáticas para dirigirme al edificio ocho al salón seiscientos sesenta y seis. A clase con Banner.
Salí del edificio en el que me encontraba, y de inmediato una fina lluvia. Un chipi, chipi a decir verdad me sorprendió. Yo no traía impermeable ni nada. Así que me mojaría y quizá hasta me enfermaría de gripa o influenza.
Camine unos cuantos metros cuando de inmediato sentí un mareo horrible, o el piso se movía o yo estaba a punto de caer. Me sujeté de lo primero que tenía al alcance.
Creo que era un chico, no me preocupe por saber quién era, solo me sujete. Este no se molesto porque yo lo estuviese usando como soporte.
Cuando el mareo se pasó, abrí los ojos y me preparaba para ver quién era mi barandal de seguridad improvisado. Y no pude creer quien era.
Era aquel chico al que Jeanette había corrido por asustarme en el estacionamiento del centro comercial. El que me acosaba.
Lo único que se me ocurrió hacer fue correr hasta donde pude. Y tratar de esconderme. Afortunadamente mi cerebro conmocionado logro darle órdenes a mi cuerpo de que fuese al salón de literatura con Banner, entregarle el trabajo y con suerte del pánico que tenía me desmayaría. Eso me daría la justificación perfecta para irme a casa.
Y justo como lo había planeado, paso todo. Al pie de la letra.
Me habían autorizado el prefecto y el director a retirarme a mi casa, lo cual me daba muchísimo gusto.
No quería encontrarme de nuevo con ese tipejo. Era increíble que me estuviese siguiendo.
¿Qué si tenía un ataque de pánico? Si, si lo tenía, porque a lo mejor él iría en la misma preparatoria que yo, pero no era casualidad que estuviera detrás de mi o ¿Sí?
Me estaba siguiendo. Y eso me estaba causando un shock impresionante, tenía pánico también, miedo, ganas de gritar y hasta de cambiarme de país.
Corrí lo más rápido que pude hacia la salida del plantel. Ya allí afuera en la calle, opté por caminar un poco más a la parte trasera de la preparatoria, allí pasaría mi transporte. Un camión que me dejaría a unas escasas calles de mi casa.
Pensé en llamarle por celular a mi hermana, pero ella ahora estaría ocupada con Tom. Decidí mejor no hacerlo, no quería interrumpir.
El camión llego, le hice la parada y me subí a él. Me senté en el lugar del lado derecho, junto a la ventana, el sol estaba brillando y me calentaría. Aunque aún seguía el chipi, chipi el sol brillaba, podría llegar a hacerse un lindo arcoíris.
El camino a casa sería largo, al menos dos horas. Tenía suficiente tiempo para pensar en algunas cosas o en mí.
Inmediatamente en mi cabeza aparecieron de nuevo ese par de ojos cafés que me veían con hostilidad, con rabia y hasta con odio. Me estaba obsesionando con encontrar el porqué de esos ojos en mi mente. Era una cosa sin importancia, no encontraba la razón de ellos en mi mente, de su presencia a cada momento.
De verdad no sabía porque, además esos ojos no los había visto tan… opacos, tristes y desesperanzados como aquél día del concierto.
Incluso en las noches, me miraban cuando dormía, mis sueños estaban dedicados a ese par de ojos, y ellos al parecer también dedicaban su tiempo a mi persona.
Me miraban insistentes, esperando a que yo hiciese algo, a que cometiera algún error o no sé que estaban esperando, pero ahora estaban en cada recoveco de mi mente.
El chofer frenó de forma inesperada. No se había percatado de un alto. Y gracias a eso yo pude darme cuenta que la siguiente parada era donde yo bajaba.
El alto se quito y pude bajarme en la esquina. De allí camine hasta mi casa calle abajo. Llegando al pórtico giré la perilla, debía de haber alguien adentro, había gente afuera moviéndose, seguramente del servicio de grúas. Y cuando abrí la puerta allí estaba Tom Kaulitz Trümper, sentado en mi sala. Lo único que pude hacer fue soltar la mochila de sopetón, mirarlo una vez más.
--¡HAY NO MAMES!—Fue lo que salió de mi boca.
Jeanette me miro con suma tranquilidad, como si tener a Tom en mí sala fuera lo más habitual.
Me miro despreocupada y de nuevo se sentó en el sillón donde Tom se encontraba.
Este me miro extrañado, como si le sorprendiera mi presencia allí. Le susurró algo al oído a Jeanette y esta le explico no se qué cosa.
Yo seguía pasmada allí, echando raíces donde me encontraba parada.
--¡NO MAMES JEANETTE, NO MAMES!—Fue tan impresionante ver a ese… chico en mi casa.
--Cierra la boca que te entraran moscas—Me dijo, al parecer divertida
--Es que es impresionante—admití—Y creo que… desentona con mi sala.
--Si—Asintió—Y con todo lo que hay en esta casa.
--Oye…él—Comencé a hablar— ¿Se está tomando mi agua evian?
--Si.
--¿¡Qué!?—Creo haber gritado— ¿Y lo dices así de tranquila?
--Solo es agua…cálmate.

“Solo es agua” Si claro, como no. Ella no tenía que apretujar el sueldo de cada quincena para poder comprarse esa marca de agua. Por eso no le daba tanta importancia. Además eso no era lo que me molestaba, si no la forma en que me veía, como con… desprecio.
Está bien, estaba con Tom y todo eso, pero conmigo no tenía que actuar de esa forma tan dura.
Inmediatamente cerré la puerta de un punta pie, tome mi mochila del suelo y subí por las escaleras rumbo a mi habitación.
Si ella quería estar con él, pues estaba bien yo no interrumpiría. Mejor me podría a hacer mi tarea para no obstaculizar ninguna plática.
Quizá iría al supermercado por víveres. Se me estaba acabando la comida en la alacena, en días no habría nada, incluso ni agua.
Deje mi mochila en el piso de mi cuarto, tome del perchero mi impermeable y un bolso más pequeño, saque mi cartera de la mochila y baje a la estancia.
Decidí ir por la lista del súper a la cocina y allí estaba el desayuno que le había hecho a Jeanette, ni siquiera lo había tocado. Me dio coraje lo acepto. Pero solo tome lo que buscaba y salí de la casa. No tenía ganas de pasar un mal rato discutiendo.
Y mucho menos si ella estaba con su sueño hecho realidad.