domingo, 17 de abril de 2011

ENTRE LA ESPADA Y LA PARED

ENTRE LA ESPADA Y LA PARED
Sabía que me estaba metiendo en un asunto bastante fuerte. Pero como dice el dicho. “El que no arriesga, no gana”
Yo estoy arriesgando mi corazón y a mi estabilidad emocional. Pero le estoy jugando a ganar. O al menos eso parece.
Ahora a pesar de estar tan feliz de estar con Tom, me preocupaba el estado de mi hermana. No tenía noticias de ella desde la mañana, me daba miedo que le hubiese pasado algo.
Tom me tomo por el brazo, al parecer me iba a caer. Nuestros rostros quedaron a menos de treinta centímetros y podía sentir su aliento en mi piel y en ese preciso momento tan especial donde los dos estábamos tan cerca, llegó el tipo que mando Lupe por los refrescos e interrumpió todo.
--Aquí están los bien fríos—Mastico la goma de mascar como un rumiante la paja.
--¿Unos qué?—Le pregunte
--Unos acá bien fríos—Dijo—Ya sabe los “chescos”.
--Se llaman Refrescos—Le indique—Y dime ¿Cuánto es?
--Pos… me cobraron doce morlacos, pero pos acá doña Lupe me dio quince, entonces—Mastico de nuevo el chicle de forma ruidosa—Me quedo con los tres pesos de cambio ¿No?
--Si… como quieras
Tom se alerto, quizá pensaba que el “Bonju” me estaba molestando.
Inmediatamente le indique con la cabeza que no hiciera nada. No quería una paliza por mi culpa.
--Puedes irte—Le indique al joven—Muchas gracias.
--De nadas—Mastico una vez más como rumiante—Aquí ando pa’ servirle mis leidis.
--Si, si, si gracias
Corte de tajo la conversación.
Tom se levanto de nuevo.
--¿Te molesta?—Miro al Bonju con desdén mientras se alejaba al oscuro callejón de unos metros más adelante—Porque si es así me veré en la necesidad de…
Lo interrumpí.
--No me molesta Tom—Le sonreí de forma coqueta—Puedes estar tranquilo.
--Está bien—Me miro de una forma inusual y sonrió de una forma que la piel se me erizó—Menos mal. No quería que vieras lo agresivo que puedo llegar a ser.
--¡Oh!—De veras me sorprendí, no por lo que dijo si no por el tono en que lo dijo. Fue tan protector—Eres una verdadera máquina de muerte.
--Algo así—Toco sus trenzas y las acomodo—Solamente nadie puede con migo
--Claro—Lo dije de forma sarcástica—Nadie, absolutamente nadie.
--Exacto muñeca—Dijo él.
Me reí inevitablemente. Tom busco mis ojos con su mirada que tenía el poder de derretirme, bajarme el cielo y las estrellas con solo que sus pupilas e iris color miel, me vieran directo y profundo.
--Nerviosa ¿Ah?—Al parecer se percato y se estaba jactando de lo que lograba en mi—Muñeca
--No para nada—Trate de mentirle lo mejor que pude.
--Creo que ese color rojo de tus mejillas es gracias a mi presencia—Seguía jugueteando con sus trenzas—Deberías de decir “Gracias Tom”
--¡Por supuesto!—Puse cara de emoción—Que ¡NO!—Me puse seria o al menos eso intente—Yo uso rubor para tu información. Tú no causaste nada, además el calor del comal de Lupe me hace hiperventilar.
--Yo soy mejor que ese comal—Seguía enredando sus trenzas en sus delgados dedos y sonriendo como solo él sabe—Además ¿Qué es un comal? Y nena no puedes negar que tu calor es por mí.
--¡Pero claro que no! Y ¿sabes? Deberías de comerte esas quesadillas antes de que se enfríe el queso—Le indique señalando el plato con las quesadillas—Y para tu información el comal es ese círculo grandote negro donde Lupe pone las quesadillas para que se calienten y estén deliciosas.
--Yo puedo ser tu comal—Lo dijo en un tono de voz muy sexy y me miraba de una forma que me provocaba a abalanzármele encima y comérmelo a besos allí mismo, arrancarle toda esa tonelada de ropa que tenia encima y demostrarle que es calor, pero tenía que medirme una imprudencia mía podía llevarme a la perdición. Trague saliva y me contuve.
--Como digas—Me porte lo más fría que mi poca cordura podía lograr.
--Jean quiero saber algo—Me miro.
--¿Qué?—Conteste
--¿Por qué en un momento estas así… bien conmigo y al otro ¡Pow! Te portas fría?—Puso cara de interés absoluto.
--¿Te parece?—Le dije de una forma provocadora, forzando a mis cuerdas vocales a que emitieran el sonido más sensual posible de mi boca—Yo creo que tú estás viendo las cosas mal.
Tom se acerco a mí hasta llegar a mi rostro. Abrió la boca como si estuviese agotado. Parecía uno de sus famosos “Orgasmos” que supuestamente tiene en los conciertos. Se mojo los labios y yo no podía concentrarme en nada más que en él. Me estaba subiendo el calor corporal a grados Kelvin. Estaba ardiendo. Logre vislumbrar una gota de sudor que corría por la bronceada piel de Tom. En ese momento lo único que pude pensar era deshacerme de ella pero de una forma sexy. Juguetear con mi boca en su piel hasta que con mis labios probara aquella gota, producto de este juego de seducción.
--Si me parece nena—Se acerco más y exhalo su aliento en mi rostro, tentándome a pecar en ese mismo momento y portarme como una verdadera chica mala, haciendo cosas que jamás había imaginado hacer—Yo creo que tú puedes arreglar mi vista. Debes probar un poco de Tom
“Debes probar un poco de Tom” Eso era lo que más deseaba en este jodido momento, probar cada parte de él y enseñarle lo buena oculista que puedo ser. Se me apetecía morder cada parte de él y degustar el sabor de su piel y embriagarme de su olor. Quería empaparme de su sudor y sentir su cuerpo.
Mi mente se estaba transformando en una verdadera fuente de perversión y de deseo. Por cada segundo que pasaba mi corazón latía más fuerte y mi deseo aumentaba cada vez más al grado de ya no poder más. Sin querer estaba jugando a cazar al León, juego mortal y peligroso, pero el peligro me encantaba, era un riesgo bastante placentero de correr y la adrenalina y calor que ahora sentía en mis venas y en mi piel me impedían pensar en otra cosa. Solo retumbaba en mi cabeza “Deberías probar un poco de Tom”
Y creo que debería de empezar por aquellos carnosos y carmesí labios que él poseía y juguetear con aquella perforación con mis dientes.
Ahogarme en nuestras respiraciones provocadas por el deseo era lo que más anhelaba en este preciso momento en que Tom seguía seduciéndome con su voz, con su mirada, con su aroma, con ser el mismo me estaba volviendo absolutamente loca.
A mi mente llegaban imágenes, estaba imaginando mi loca aventura de pasión y locura con Tom. Podía sentir la fiebre dominándome, tirándome. No había remedio las cosas en mi corteza cerebral se tornaban alrededor de Tom.
El era lo que quería, lo que necesitaba quería que llegara y me tomara. Podía sentir la fiebre dominándome, tirándome, consumiéndome y no había remedio.
Me acerque a Tom. Era un chico travieso, lucia tan hermoso, tan sensual, quería desgarrarle toda esa ropa extra grande, olía tan delicioso y me hacía perder el control. El realmente era lo que quería lo que necesitaba.
La sangre me hervía la pasión me estaba dominando, estaba en total descontrol.
Para mí “beneficio” al parecer o no sé. Un auto pasó y me mojo por haber pasado encima de un charco y me baño toda de agua. Lo cual ayudo a bajar mi temperatura. También mojo a Tom así que tenía que llevarlo lo más pronto posible a la casa para que se quitara esas prendas empapadas, podía darle un resfriado.
Convenientemente para mi esta situación me venía como anillo al dedo, ya que Tom tenía que deshacerse de su ropa mojada para poder yo lavarla y secarla lo más pronto posible. El destino me estaba congratulando por algo. ¿Qué era? No sé, pero me agradaba bastante.
De inmediato sin demorarme me dirigí a Lupe.
--Lupe, temo que tendré que irme, estamos todos mojados—Me señale la ropa—Dime ¿Cuánto te debo?
--Son…Déjame ver—Saco cuentas en su mente—$150 pesos mija.
--Claro, Aquí tienes—Saqué el billete del bolsillo de mi pantalón y se lo entregue en la mano—Gracias por todo estuvo delicioso.
--De nada mija—Replicó
Voltee a ver a Tom. Me mordí el labio inferior y él me correspondió con una mirada que no supe descifrar pero era en exceso sensual.
--Vamos a mi casa Tom. Debes cambiarte—Le dije
--Claro muñeca—Me vio de nuevo con esa mirada de hacia unos instantes, era entre sexy, sensual y perversa—Vamos.
No pude evitar lanzarle otra miradilla juguetona y socarrona. Tom al parecer solo estaba a escasos segundos de volver a hacer su cara “Orgásmica” y hacerme lo imaginable allí mismo. Lo conocía lo bastante bien para saber cómo reacciona ante estas situaciones.
Tom y Yo caminamos por toda la calle hasta llegar a la esquina donde estaba la casa de los Portman, llegando allí Tom estaba ardiendo. Estaba ardiendo realmente, pude notar a contra luz como se empezaba a evaporar el agua de la piel de sus mejillas, eso se me hacía bastante sexy a decir verdad, pero trate de no volver a excitarme de nuevo con solo imaginar la infinidad de cosas que podría hacer con Tom.
Trate de llegar a casa. Y al parecer Tom también. Le escurrían las trenzas en agua y la cara la tenía algo manchada de lodo, eso en mi perversión lo hacía lucir como todo un chico malo. El chico malo que yo debía probar.
Al fin llegamos a la puerta de la casa. La abrí como pude, de verdad estaba en mi punto máximo de excitación posible en ese momento claro.
Se me vinieron a la cabeza la miles de novelas que he visto con mi hermana, en donde la chica ya está como fogón de caliente y el chico igual.
Entonces llegando a la puerta se besan el tira la puerta y lo hacen donde caiga. Y No solo una vez si no varias en el mismo día o noche.
A lo que me refería y lo que meditaba era si eso podía pasar a dos días de conocer a Tom, digo personalmente, porque de conocerlo, lo conozco desde hace mucho tiempo y siempre lo he amado.
Pero pensándolo bien y por un instante de conciencia, no podía darme el lujo de tener relaciones con Tom. ¿Por qué? El pensaría que soy como las otras, una caliente que solo busca sexo de él y no era así, yo en verdad lo amaba. No quería ensuciar eso, por mucho que yo desease a Tom.
De verdad no quería.
Así que intente, no mirar a los ojos a Tom. Si lo hacía podía caer de nuevo y ahora si perdería todo lo que había ganado y ensuciaría mi amor por él.
Todo lo que significaba, su sonrisa dulce, sus bromas, su ego encantador, sus ruiditos raros y como molestaba a Bill cuando se le apetecía. Tom significaba mucho para mí no solo un guitarrista bien parecido, no solo significaba un supuesto “player” que era fan de acostarse con mujeres y tener aventuras de una noche. No solo eso era Tom.
El era un hombre, un hombre sensible, dulce, amoroso y leal. Y eso era lo que yo podía ver en él y por eso lo amo, como lo amo.
Desvié mi mirada y solamente me limité a pedirle sus prendas empapadas a Tom. Trate de portarme lo más fría posible.
--¿Me podrías dar tu ropa?—Le pedí
--Claro muñeca—Me miro como un felino acechando a su presa—Lo que tú pidas.
Estaba segura que Tom seguiría con su juego de seductor pero yo no podía seguir en la contienda. Estaban en juego mis sentimientos y lo más importante mi corazón. ¿Me rendiría y saldría como una cobarde huyendo de allí?
Si, si lo haría, pero no porque no pudiera competir, si no porque me daba miedo arriesgar más de lo que podía arriesgar.
--Gracias—Espere a que me diera la ropa mientras miraba a la nada—Esperare mientras me das la ropa.
--Por su puesto—Se deshizo de su camisa enfrente de mí, para provocarme—Espera todo lo que quieras.
Mire a la repisa que Diana tenía en la sala allí había varias fotos de nosotras juntas desde hacía varios años atrás. Éramos realmente muy unidas aunque no fuésemos hermanas de sangre lo éramos en alma y corazón. La una no podía vivir sin la otra, algunos decían que era una codependencia, pero las dos sabíamos que no lo era. Era amor de verdad, las hermanas se aman por sobre todas las cosas y nuestra relación de hermanas era más que lo que la gente se pudiese imaginar.
Había veces incluso en que Diana y yo decíamos las cosas al mismo tiempo. También llegábamos a saber que pensábamos con solo vernos, y lo más drástico un día incluso llegamos a soñar cosas semejantes.
No éramos gemelas pero lo parecíamos. Esto era realmente encantador, era tan especial, era solo de las dos. Único e irremplazable.
--Muñeca—Tom interrumpió mis pensamientos—Aquí tienes.
--¡Oh Si!—Me despabilé, pero no deje de pensar en Diana y en mí. No sabía dónde estaba y eso me estaba preocupando—Ya lavo tu ropa.
Inmediatamente me dirigí al cuarto de lavado de la casa de mi hermana. Y me encerré en él. No quise que alguien me viese llorar si pasaba y mucho menos Tom.
Ya me había visto una vez y no pasaría de nuevo. De veras que no.
--¿Dónde mierda estas?—Grite hacia mis adentros--¿Dónde? ¿Dónde?
No escuche respuesta alguna satisfactoria proporcionada por mi mente. Me estaba dando la razón que Diana quizá había desaparecido o le había pasado algo malo. Ahora mi cabeza daba vueltas, tenia al hombre de mi vida cerca de mí pero el destino se había llevado a mi otro gran amor. Mi hermana.
No quería que el destino me diese algo muy bueno y me quitara algo igual de valioso. No lo deseaba y si para tener a Tom cerca de mí, tenía que sacrificar a mi hermana prefiero no tenerlo, ni haber chocado jamás con él, con tal de que ella estuviese aquí. Conmigo…
--¿Pasa algo?—Inquirió Tom desde la parte de atrás de mí
--No nada—Me sorprendió que invadiera mi privacidad entrando—No pasa nada
--Tu voz y tu cara aparentan otra cosa nena—Me toco el hombro— ¿Puedo ayudar en algo?
--No, no estoy bien—Trate de mentir lo mejor que pude y que mis ojos no me delataran—Es solo que… estoy algo molesta, porque el auto nos mojo. Me preocupa lo que pienses.
--Pues… creo que no me morí porque me hayan mojado—Rio—Creo si me molestase por eso, yo ya me hubiera desecho de las regaderas ¿No crees?
--Si—Era una razón lógica la que me había dado Tom—Bueno, pensé que tú te molestarías. Eso es todo.
Tom me miró a los ojos como si estuviese tratando de manipular mi mente y obligarme a decirle la verdad.
--¿Segura?—Inquirió.
--Si—Le dije.
Tom se salió del cuarto de lavado y me dejo en soledad como antes. Lo único que pude hacer fue echar su ropa en la lavadora, ponerla a lavar e ir de nuevo a la sala.
Y allí estaba él. En calzoncillos clavándome la mirada, como si la respuesta que le había dado hacia unos momentos no le hubiese parecido suficiente. Allí estaba él acechándome. Esperando a que yo cometiese un error y me atrapara en la jugarreta.
--Y bien Tom…
--Y Bien Jean—Me interrumpió antes de que yo terminase la oración—Ahora me puedes decir ¿Porqué te resistes a mis encantos?
Esa pregunta me había atacado con las defensas bajas.
--No sé a qué te refieres Tom—Disimule un poco el nerviosismo
--Por favor muñeca, para que seguirle dando vueltas. Aceptémoslo, tú me has estado coqueteando desde hace un buen rato—Tom me había atacado sin piedad—Y me has estado subiendo el calor como no tienes idea. Y después de todo eso, me das el cortón de un momento a otro y de nuevo comienzas a coquetearme. ¿Acaso estás jugando conmigo?—Inquirió molesto
--De ninguna manera—Declaré
--¿Entonces?¬—Frunció el ceño
--Esa es mi forma de ser—Mascullé
--Pues tu forma de ser me dice que me estas despreciando y que juegas conmigo muñeca—Cambio la expresión de su cara— ¿Y sabes que es lo que me quieren decir tus actos?
--¿Qué?—Pregunte
--Qué no te intereso. Eso me quiere decir
--¿Enserio?—Dije
Tom no me respondió, solo se quedo allí mirándome en calzoncillos y jugando con sus trenzas.
--Pues… No es que no me intereses. Es solo que no me interesas de la forma en que tú piensas—Vociferé
--¿Entonces? ¿Por qué actúas así conmigo?—Pregunto—Si solo quieres mi amistad tus acciones me dicen otra cosa.
--¿Sí? ¿Qué te dicen ha?—Fruncí el ceño
--Que quieres algo más. Pero no eres como las otras que ahora mismo ya estuvieran desnudándose ante mí—Se acercaba a mí conforme hablaba—Que sabes quién soy en realidad.
--Si lo sé. Por eso mismo…
--¿Me tratas así?—Me dio un gancho al hígado con su pregunta
--No es eso.
--¿Qué es entonces?—Sus ojos se tornaron obscuros y mate.
--Es… Es que estoy preocupada ¿entiendes?—Comencé a hablar, si mirada me había intimidado—Mi Hermana jamás desaparece tanto tiempo. Y ya es hora de que no regresa. Me está matando.
--Tu hermana claro—La fuerza de su mirada disminuyo—Lo que debes hacer es calmarte, ella aparecerá.
--Si pero no puedo—Le dije, abrazándome a mi misma—Me preocupa mucho.
Tom me tomo por los hombros y me dirigió hasta el sillón. Me sentó y él se quedo a lado mío.
--Cálmate—Hizo un gesto de compasión a mi parecer—Mira, para empezar no creo que tu hermana sea tan tonta para hacer algo que no tenga vuelta de hoja.
--Depende—Dije—Ella es muy atrabancada.
Mire a Tom y allí seguía en bóxers, así que me levante de mi asiento y del closet del pasillo saque una frazada y se la di. Me senté de nuevo a su lado para seguirle contando mis penas.
--¿Atrabancada en qué sentido?—No había entendido lo que yo quería decirle
--A lo que me refiero, es que hace las cosas sin pensar en el instante. Es muy impulsiva, eso quise decir—Le aclare.
--Oh ya entendí—Se abrigo con la frazada—Es como Bill
--No… No es como Bill—Eche las pupilas a rodar—Lógicamente ella no es como él. Diana es Diana y Bill es Bill. No hay parecido.
Ahora mi problema era escoger entre Diana o Tom. Estaba entre la espada y la pared.

No hay comentarios:

Publicar un comentario